Introducción
En el entendido que toda gran corporación con el objetivo de ser una máquina generadora de utilidades para accionistas y administradores tiene que vender, vender y vender y gracias a agresivas estrategias publicitarias buscan convertirnos en ciudadanos obsesionados en consumir, consumir y consumir. Algo obvio para toda empresa que quiera tener éxito y en sí mismo no es malo, lo criticable es que muchas lo hacen gracias a engañar. Por ejemplo, los canales de compra suelen ofrecer productos que realmente no sirven para nada o carecen de total evidencia que respalde sus dudosos beneficios.
Un antecedente importante, antes se tenía el convencimiento que el acto de comprar era una decisión racional. Pero, y después de años de investigación se ha descubierto que, frente a determinados estímulos nuestro comportamiento es claramente irracional. Lamentablemente para nosotros los compradores y alegría de publicistas, economistas y vendedores, es una irracionalidad previsible por ser sistemática y repetitiva. En resumen, conociendo el funcionamiento de nuestro cerebro, hoy se sabe que todos cometemos los mismos errores frente a determinados condicionamientos y esto nos convierte en animales manipulables.
Para sacar provecho de nuestro comportamiento se fueran desarrollando diversas técnicas para controlar los hábitos de consumo, como la: Obsolescencia Programada, Manipulación y persuasión numérica y la Transferencia de Gruen.
En conclusión, para vender y ganar dinero todo sirve y se dejan de lado la ética y la moral.
Hoy, la Emergencia Climática es innegable y la evidencia se va acumulando con:
Razones sobradas para entender que en el contexto de la Emergencia Climática las acciones ecológicas y sostenibles son fundamentales para el futuro de la vida en el planeta y la sostenibilidad se ha transformado en factor económico relevante a nivel global. Y, casi ninguna empresa quiere quedar fuera de esta tendencia mundial. Por lo tanto, se han visto en la obligación de incorporarla en sus campañas publicitarias, pero y esto es lo grave, sin adaptar sus cadenas de producción en la línea de lo que publicitan, practica que fue llamada “greenwashing” o “lavado de imagen verde”.
El concepto “greenwashing” nace en 1986, cuando el ambientalista Jay Westerveld se dio cuenta de que un hotel, que tenía la costumbre de reciclar sus toallas, al mismo tiempo destruía ecosistemas en la isla de Fiji.
El término “lavado verde” se asocia el «blanqueo de dinero» y es todo aquel que busca aumentar las ventas engañando al consumidor, en este caso, ofreciendo productos y servicio como verdes o amables con el medio ambiente sin serlos.
Es una práctica completamente inmoral ya que se beneficia de la preocupación medioambiental de las personas que modifican sus hábitos de consumo para disminuir su impacto medioambiental y adquieren productos que creen ecológicos, cuando en realidad son víctimas de una estafa para hacerlos gastar su dinero. Por esta razón, el “lavado verde” es un obstáculo en la lucha contra el cambio climático y frenar la pérdida de biodiversidad.
El término “lavado verde” se asocia el "blanqueo de dinero" y es todo aquel que busca aumentar las ventas engañando al consumidor, en este caso, ofreciendo productos y servicio como verdes o amables con el medio ambiente sin serlos.
Existen muchas empresas que realmente están comprometidas con defender el medio ambiente y trabajan sinceramente en frenar la Emergencia Climática y este fraude también las afecta, un solo escándalo daña la imagen de la industria y ponen una sombra de duda con la preocupación verde de todas las empresas.
Una forma de reconocerlas, cuando se:
Las empresas que utilizan el «greenwashing«, engañan al consumidor de dos maneras: uno, con la calidad del producto y, dos, con un precio injustificadamente más alto. Es decir, el cliente paga un precio mayor por un producto que aparenta ser sostenible.
Por ejemplo, empresas que utilizan esta técnica son Coca-Cola y Unilever que afirman que sus envases de plástico son ecológicos sin aportar evidencias que lo demuestren. Otras empresas que se benefician del “lavado verde” son: Zara, Nestlé, Adidas, Nike, Uniqlo, Donuts, Head & Shoulders, Herbal Essences, Ikea, Danone, etc.
Conclusión
El “lavado verde” también va dirigido a políticos y grupos de presión. Si una empresa es clasificada como sostenible puede lograr sus objetivos comerciales y económicos más fácilmente, por ejemplo, gracias a beneficios tributarios. En cuanto al consumidor común, muchos ciudadanos quieren aportar su grano de arena en favor del medio ambiente y al adquirir un «producto verde» tienen una sensación positiva al mismo tiempo que alivian su conciencia.
El “greenwashing” sirve de demostración que la Emergencia Climática es resultado de perseguir una utopía que es el crecimiento económico eterno, y las personas que se benefician con esta búsqueda son guiadas por una codicia y egoísmo sin límite.
Vender la «imagen verde» o “lavado verde» está siendo penado por ley en muchos países y nuestro país no escapa a esto y el pasado 31/05/2022 ingresó a la Cámara de Diputadas y Diputados la moción Boletín N°15044-12 que define el “lavado verde” de imagen, eco blanqueo o eco lavado de imagen, o “greenwashing”. Busca crear regulaciones en esta materia y establecer una plataforma de información ambiental de las empresas y conseguir así mejores herramientas que permitan fiscalizar y sancionar a los que no cumplan las normas medioambientales y el Desarrollo Sostenible. Ojalá y debido al fuerte lobby de las grandes empresas no se convierta en “letra muerta” y tengamos otro perro sin dientes.
Para terminar, entre el 7 al 18 de noviembre la ciudad egipcia de Sharm el Seij a orillas del mar rojo será sede de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático número 27 (COP27) y no son pocos quienes ven estas conferencias como el festival del “greenwashing”, donde se reúnen políticos y grandes empresarios e inversionistas para debatir la mejor forma de seguir haciendo nada sin que se note. Lamentablemente al no hacer nada se olvidan de que es imposible negociar con las leyes físicas y estas determinan los márgenes y plazos que tenemos que considerar para intentar controlar la Emergencia Climática y la meta de 1,5º que hoy parece ser una utopía.
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La presencia del lobby de los combustibles fósiles –gas, petróleo y carbón– se dispara en la Cumbre del Clima. El sector suma 636 representantes que defienden los intereses de la industria, un 25% más de los 503 enviados a la anterior conferencia climática de 2021 en Glasgow, tal y como se recoge de los datos de Corporate Accountability, Corporate Europe Observatory (CEO) y Global Witness
La presencia de las empresas del sector fósil es tan fuerte que supera a la suma de las delegaciones enviadas por los diez países más vulnerables a la crisis climática: Puerto Rico, Myanmar, Haití, Filipinas, Mozambique, Bahamas, Bangladesh, Pakistán, Tailandia y Nepal. Todo ello en un contexto en el que la presidencia de la COP, en manos de Egipto, ha restringido y puesto limitaciones a las manifestaciones de la sociedad civil y a la llegada de representantes de las comunidades indígenas.
El lobby tiene también más delegados en Egipto que todos los países africanos y, según los datos, hay naciones que han integrado dentro de sus comitivas a personas vinculadas a la industria petrolera y gasista. El caso más llamativo es el de Emiratos Árabes Unidos, que paradójicamente acogerá la próxima Cumbre del Clima de 2023. El país ha movilizado a 1.070 personas, de las que 70 representaban los intereses del sector fósil.