El esquema planteado por Ecuador es lo que se conoce en círculos ambientalistas de manera genérica como ‘pago por servicios ambientales’ (PSA), donde se identifica, cuantifica y valoriza – en la medida de lo posible – los aportes que cierto ecosistema provee a la sociedad como un todo. En este caso la metodología planteada por Ecuador fue simple: la mitad de los ingresos potenciales de la explotación del crudo. Pero faltó un tema clave: para el éxito de este tipo de mecanismos, fundamental es su estructuración en base a algún tipo de incentivo. En lo concreto, ¿qué ganaba con apoyar la iniciativa Yasuní-ITT?
El pasado 15 de agosto el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunció el fin de la iniciativa ‘Yasuní-ITT’. En 2007 el mandatario ecuatoriano había hecho al mundo una innovadora propuesta en lo que a conservación medioambiental se refiere: el gobierno ecuatoriano se abstendría de explotar las reservas de petróleo Ishpingo, Tiputini y Tambococha (ITT), estimadas en 930 millones de barriles de crudo, y situadas en el subsuelo de la reserva ecológica Yasuni en la amazonia ecuatoriana, uno de los tesoros de biodiversidad que van quedando hoy en el planeta. La no explotación evitaría la emisión de aproximadamente 410 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, gas de efecto invernadero que intensifica el calentamiento global y consiguiente cambio climático. A cambio de ello, la comunidad internacional debía apoyar a Ecuador con recursos económicos equivalentes al 50% de lo que se estimaba podrían ser las ganancias de la explotación del Yasuní-ITT. USD 3.6 billones fue lo que Ecuador le solicitó al mundo.
Hasta agosto de 2013, de los 3.6 billones de dólares que se buscaba reunir, solo se logró comprometer 336 millones, más de la mitad quedó en ofrecimientos y solo 13.3 millones depositados – de los cuales 100 mil dólares fueron aportados por el Estado de Chile en agosto 2010. En este escenario, el Presidente Correa anunció que la propuesta Yasuní-ITT no ha sido exitosa por lo que se verá obligado a desistir de la iniciativa de conservación y explotará el 1/1000 de las reservas de crudo del Yasuní. Correa se pronunció al respecto: “el mundo es una gran hipocresía y la lógica que prevalece no es la de la justicia, sino la del poder”, queriendo explicar así las causas del fallido ‘crowdfunding’ que conlleva la decisión anunciada.
El embajador ecuatoriano en Alemania, Jorge Jurado, dijo incluso que el gobierno alemán – y su ministro de desarrollo Dirk Niebel – poseen responsabilidad en el fracaso del proyecto; esto dado que varios gobiernos habrían basado su decisión en la señal enviada por el gobierno teutón, que observó la propuesta ecuatoriana con suspicacia.
El discurso de Correa justifica la extracción del Yasuní con el fin de nutrir las arcas fiscales para el combate a la pobreza, construcción de nueva infraestructura e implementación de políticas que busquen mejorar el bienestar de la población de su país.
La estructuración que hace Correa respecto al Yasuní-ITT es compleja. Ecuador necesita de recursos económicos para desarrollarse, y dado que la comunidad internacional – léase los países desarrollados del Norte – no han conseguido reunir el monto estipulado, entonces se ve en la necesidad de explotar las reservas del Yasuní. La relación de causalidad planteada es enrevesada. Si el mundo es hipócrita y falto de justicia, ¿para qué dejar a la voluntad de éste la posibilidad de concretar una iniciativa tan innovadora y loable como la del Yasuní-ITT?
El esquema planteado por Ecuador es lo que se conoce en círculos ambientalistas de manera genérica como ‘pago por servicios ambientales’ (PSA), donde se identifica, cuantifica y valoriza – en la medida de lo posible – los aportes que cierto ecosistema provee a la sociedad como un todo. En este caso la metodología planteada por Ecuador fue simple: la mitad de los ingresos potenciales de la explotación del crudo. Pero faltó un tema clave: para el éxito de este tipo de mecanismos, fundamental es su estructuración en base a algún tipo de incentivo. En lo concreto, ¿qué ganaba con apoyar la iniciativa Yasuní-ITT?
La ideología ecológica cada vez más fuerte entrega razones de sobra para ‘yasunizar’ el planeta – por motivos locales y globales –, y quien se oponga hoy a la conservación ambiental es un hereje. Pero fundamental no desconocer que, como dice Correa, el mundo funciona bajo lógicas hipócritas y poco justas. Luego, un tema crítico para la conservación del planeta y la política pública en este ámbito es plantear esquemas basados en incentivos. Esto dado que es evidente que como sociedades aún no estamos preparados o dispuestos para dar el salto hacia formas de convivencia que busquen el bienestar común.
Más petróleo por menos pobreza, ¿no es acaso una política netamente extractivista? Correa ya había dicho en 2008: “es un absurdo estar sentado sobre centenares de miles de millones de dólares y por romanticismos, novelerías, fijaciones, que sé yo, decir no a la minería”. Luego, no extraña la suspicacia alemana hacia el Yasuní-ITT, esto si se observa la reciente decisión y el proceso ecuatoriano de las pasadas dos décadas combatiendo el colonialismo y neoliberalismo.
* Entrada escrita por Cristián Retamal González, MSc Environment and Resources Management, columnista invitado por Democracia Activa
Comentarios