El cambio climático es el problema más importante que tenemos que enfrentar para la sobrevivencia del hombre en el planeta y que por lo tanto vincula el plano ético con el desarrollo sustentable, es decir, con el crecimiento económico, la equidad social y la protección ambiental, tal como se destacó en la COP 21, recientemente realizada en París: el desastre planetario se pronostica muy severo.
Por eso nadie puede abstenerse de participar ni impedir que los demás también lo hagan, puesto que lo que está en juego es la sobrevivencia del hombre en el planeta, al menos de casi todos los hombres, puesto que quedarán parcelas de terreno donde quizás algunos pocos “hombres” con recursos podrán adaptarse, pero muy pocos. Los primeros hombres que perderán son aquellos que están geográfica y socialmente más desprotegidos. Es cierto de que Chile a nivel planetario contribuye con menos del 0,3% con la emisión de los gases efecto invernadero, por lo que la pregunta es de qué manera podemos contribuir como país a solucionar este problema. ¿O da lo mismo, pues lo que hagamos no contribuye a solucionar el problema global?En resumen, las políticas, las leyes y los reglamentos existentes no permiten ser competentes en la materia y el estado actual de la gestión de los residuos es una traba para el cambio climático.
El problema no es tan sencillo pues en la medida que en el mundo se está entendiendo la gravedad de la situación, las exigencias para aceptar la convivencia en el planeta serán cada día más severas. Por una parte, tendremos las restricciones propias de un nuevo clima adverso al hombre y por otra parte restricciones mayores para insertarnos en el mundo. Ya no será posible convivir con países que nada hacen o que hacen todo lo contrario. Por lo tanto, para exportar una libra de cobre, una tonelada de celulosa, o un salmón, será necesario demostrar que la huella de carbono está bajo control y que cada vez es menor.
Para que eso ocurra también se requiere demostrar que no sólo se está cumpliendo con las exigencias de la huella de carbono, sino que se está mucho más allá en el respeto al medio ambiente. El tema es en consecuencia también político y si Chile consigue avances en la materia puede ser un buen ejemplo para América Latina y mejorar su presencia internacional, lo que significa un aporte de reducción con un sentido de la sola reducción del O,3%, pues podría ser un ejemplo político al conseguir acuerdos de todos los sectores y desarrollar tecnologías propias para el tercer mundo y no limitarse a ser un puente más para la transferencia de tecnologías provenientes de los países desarrollados.
Por señalar un solo ejemplo, el estado del medio ambiente en el entorno de las salmoneras y otros cultivos en el mar es lamentable, toda clase de basuras, desde los restos de comida hasta los pedazos de redes, fierros, boyas y lo que sea, pasando por toda la carga orgánica de los mismos cultivos con una tremenda demanda de oxígeno que inhibe el desarrollo de especies nativas. Difícil que en este nuevo contexto internacional un salmón pueda exportarse y pasear indiferente por las cocinas mundiales. Los maravillosos esfuerzos que hacía Tompkins para recuperar el medio ambiente en su amada zona de los bosques húmedos templados chocaban contra esta actitud negligente de algunas empresas, no solo madereras, también algunas de cultivos, es de esperar que con su pérdida no se detengan esos esfuerzos.
Así también se pueden indicar algunas situaciones de nuestro quehacer cotidiano que están quedando fuera de nuestras preocupaciones. Se señala que la basura representa entre un 3 al 5% de las emisiones de metano a la atmósfera en Chile (incluidas las de los salmones). Pero no hay suficientes esfuerzos para enfrentar el tema, no se vislumbra una política actualizada después de la del 2005, ni menos una ley marco para la gestión de residuos. El último marco legal es del año 1968, año en se promulgó el Código Sanitario.
El Código anterior era de 1933, pasaron 35 años, parece que ahora somos más lentos y ya han pasado 37 años. Estamos preocupados de la ley REP que en el mejor de los casos representa un 10% del total de residuos pero que, en la actualidad, con todos los residuos que han salido de la propuesta original, probablemente no alcance al 5%. En resumen, las políticas, las leyes y los reglamentos existentes no permiten ser competentes en la materia y el estado actual de la gestión de los residuos es una traba para el cambio climático.
En las reuniones sostenidas con el MAPS del MMA, que se encarga de los escenarios futuros del impacto ambiental para el cambio climático, discutimos el tema y concordamos que es necesario avanzar en el desarrollo de las alternativas que se preocupen de los residuos orgánicos puesto que de esa manera es posible enfrentar el 50% de la generación de GEI. El compost se vislumbra como una buena alternativa que podría permitir reducir las emisiones a la mitad del total de las de la basura. Pero eso requiere adaptar la normativa nacional y aceptar ciertos grados de planificación. Tenemos esperanzas de que se pueda abrir la discusión con las autoridades para avanzar en este terreno.
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