Esta columna debió ser publicada la semana pasada. Sin embargo, y por ningún motivo en especial, se postergó para un futuro próximo. Y ese futuro ya llegó.
Las cuarentenas, barreras sanitarias y restricciones de desplazamiento se venían ejecutando desde hace semanas en distintas zonas del país, complejizando la cotidianeidad de cientos de miles de personas. Pero no se había llegado a la magnitud de confinamiento que se inició el viernes pasado y que desde este lunes, primer día hábil desde su decreto, hizo sentir su dramatismo. Son millones los y las que hoy no pueden salir de sus viviendas, sin una autorización expresa.
El temor al aumento de contagios y no poder responder a compromisos comerciales y económicos, incluyendo pagar deudas, está dando paso a un problema aún mayor: el hambre. La imposibilidad de acceder a algo tan básico como el alimento. Las protestas que dieron la bienvenida a la semana que se inicia son parte de aquello.
Posiblemente es cierto, nadie lo vio venir. Aunque alertas sobre este tipo de virus y su propagación se venían dando desde hace una década, al menos, el nivel al que ha llegado ha golpeado, en mayor o menor nivel, a todo el planeta. Lo ha dicho el Presidente: no se han salvado incluso los países que se dicen desarrollados. ¿Será que el concepto de desarrollo requiere otros paradigmas?
Pero así como no hay que anunciar la Navidad para saber que el 25 de diciembre llegará, el sistema de seguridad social y salud, el modelo de sociedad centrado en la comercialización privada a todo evento, incluso de insumos básicos, y no impulsar la autoproducción y otras formas económicas, han colaborado a la crisis actual. En el fondo, un país que le ha dado la espalda a los bienes públicos y a la soberanía alimentaria, entre otras autosustentaciones.
Desde hace años la salud pública está en ultimo lugar. Se ha privilegiado un sistema de seguro privado (no de salud, como bien lo han explicado las isapres), que ni siquiera está enfocado en beneficiar al que pone la plata (directamente o descontado por planilla) sino del que la administra. Las utilidades de este lucrativo negocio nacido durante la dictadura cívico-militar dan cuenta de ello.
La previsión tiene su guión propio. El movimiento “No + AFP” repuso sobre la mesa la discusión de un modelo de previsión social injusto, representado por múltiples ejemplos: profesores con jubilaciones que no superan los cien mil pesos, ganancias (nuevamente) estratosféricas de accionistas y sueldos multimillonarios de gerentes y ejecutivos de las administradoras, cotización obligatoria y la imposibilidad de acceder a los fondos propios ni siquiera en momentos de urgencia (o pandemia, como hoy) demuestran que a pesar de lo que digan, nuestro dinero no nos pertenece. Insólito realidad en el paraíso de la propiedad privada. Ni siquiera es posible incorporar aspectos éticos a la forma en que nuestros fondos son invertidos por las AFP, dándose la posibilidad que aporten a actividades que son incoherentes con nuestra propia visión.
Hoy vemos a compatriotas clamando por comida y al gobierno intentando distribuir millones de canastas de alimentos, por la dependencia de las familias de productos que alguien produce en alguna parte y que ellas deben comprar.
En el informe “¿AFP para quién?: Dónde se invierten los Fondos de Pensiones en Chile”, liberado a fines de abril por la Fundación Sol, se entregan reveladoras cifras.
Por ejemplo, “al 28 de febrero de 2020, los fondos de pensión que administran las AFP alcanzaban el monto de US$195.130 millones, lo que equivale a 80,7% del PIB de Chile”. Y el Grupo Luksic, el nuevo Papá Noel de la pandemia replicando así su exitosa experiencia con la Teletón, es quien “recibe la mayor cantidad de inversiones desde los fondos de pensiones, alcanzando los US$7.877 millones, lo que equivale a un 4,1% del total de fondos de pensiones administrados por las AFP”. Y lo más relevante, las AFP “han invertido e invierten en empresas que han sido multadas, sancionadas o condenadas por diversas causas jurídicas y por diversas faltas administrativas”.
Tampoco es el nuestro un modelo enfocado en la autoproducción. Hay que mover la economía, nos han dicho, que encuentra en su ejemplo extremo la máxima que “con plata se mueve el monito”. Lo relevante, nos han dicho, es trabajar lucrativamente en lo que sea con tal de obtener recursos económicos para adquirir lo que necesitamos. Hoy vemos a compatriotas clamando por comida y al gobierno intentando distribuir millones de canastas de alimentos, por la dependencia de las familias de productos que alguien produce en alguna parte y que ellas deben comprar.
Aún recuerdo cuando hace ya casi 10 años, debatiendo sobre desarrollo económico local, un ex intendente de Aysén me espetó que “no pretenderás que todos vivamos de la venta de mermelada y pan amasado”. Tal caricatura es la base del modelo de desarrollo vigente, donde todo lo que no se sustente en comercialización monetaria, apunte a la no artificialización de la naturaleza o apueste por la autoproducción (hay países donde la agricultura urbana y periurbana no solo no se prohíbe sino que se fomenta) es visto como pintoresco o con déficit de realismo.
Es de esperar… No, no es de esperar, tenemos que impulsar. Hacer que el camino que recorramos de aquí en adelante nos deje mejor preparados para esta y otras crisis. Recordemos que el cambio climático ya está aquí y debemos ir adaptando nuestras sociedades y economías a este mundo incierto que estamos transitando. Uno donde se fortalezcan los bienes públicos (salud, educación, previsión) y la autosustentación productiva, incorporando un aspecto que hemos tendido a olvidar: el mercado, aunque relevante, no es la única opción.
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sergio donoso
Las inversiones de la AFP no son para beneficiar a inversionistas. Es todo lo contrario: es para aumentar la plata invertida en las AFP. ¿donde invierten las AFP? Donde estiman mayor rentabilidad. ¿es equivocada esta politica? Me parece correcta como lo hacen los muchisimos fondos de pensiones del mundo y los fondos soberanos en el mundo, como ejemplo, un fondo de pensiones de profesores de Canada q invierte en Chile.