El ser humano es un animal social. Vivimos y trabajamos en sociedad, en grupo, en comunidad. Porque juntos podemos más.
No obstante, parece ser que el individualismo ha ido encontrando su camino en nuestras estructuras y organización social. También en nuestros sistemas agroalimentarios. La falta de espíritu cooperativo en la población, pero también la falta de espacio para instancias cooperativas en las normativas y la legislación, son los principales obstáculos al potencial que sin duda tienen cooperativas y asociaciones para contribuir a sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes. Esa es, al menos, la principal conclusión del Diálogo “Asociatividad para la Alimentación del Futuro” que Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural y la Fundación Superación de la Pobreza convocaron en el marco de la Cumbre 2021 sobre los Sistemas Alimentarios.
En el contexto de crisis por el que estamos transitando, se presentan retrocesos en la seguridad alimentaria y deterioro en las dietas alimenticias de los hogares, así lo evidencian los resultados de la Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación, elaborada por Rimisp en Chile y otros países de América Latina, sumándose esto a las profundas dificultades, ahora agudizadas, existentes para la subsistencia de la agricultura familiar. Ante este escenario, las cooperativas y asociaciones pueden contribuir desde diferentes ámbitos. Permiten que los consumidores adquieran alimentos de calidad a un precio asequible, facilitan el acceso de pequeños productores a mercados y generan resiliencia y redes de apoyo cuya importancia ahora apreciamos más que nunca. Más allá, también ayudan a revitalizar saberes, culturas y métodos alternativos de producción e intercambio que constituyen valiosos reservorios de diversidad y que serán fundamentales para hacer frente a los desafíos de sostenibilidad de cara a la alimentación del futuro. En este contexto, debemos, por tanto, no solo garantizar un espacio para estas iniciativas, sino impulsarlas y apoyarlas como las soluciones innovativas y localmente adaptadas que son. Y aprender de ellas.
Para ello, es fundamental hacerles un espacio, reconociendo la diversidad de formas, objetivos y dinámicas que coexisten en el ámbito cooperativo y asociativo. Esto implica eliminar barreras administrativas, burocráticas y legales que, en su generalidad, no se adaptan ni funcionan en la realidad de las cooperativas y asociaciones. Las dificultades para acceder a servicios financieros básicos ante el desconocimiento de la forma jurídica de una cooperativa es, quizá, la ilustración más evidente de estas brechas.
Una vez que este espacio necesario para garantizar su supervivencia y consolidación se haya logrado, podremos avanzar en la conversación y abordar también cómo el cooperativismo y la asociatividad pueden constituir herramientas de empoderamiento rural y ser grandes aliados en la reducción de las brechas urbano-rurales. Veremos entonces también que la articulación entre cooperativas, tanto en los mismos como en diferentes sectores, con la academia y centros de investigación y con el sector público es clave para desplegar el potencial del cooperativismo.
Avanzar hacia sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes capaces de garantizar una alimentación suficiente, sana y adecuada para todas las chilenas y chilenos no va a ser fácil
Avanzar hacia sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes capaces de garantizar una alimentación suficiente, sana y adecuada para todas las chilenas y chilenos no va a ser fácil. Es precisamente por ello que actuar en las líneas aquí planteadas y abrir espacios normativos habilitados y reconocidos para las cooperativas y asociaciones cobra especial urgencia y valor estratégico. En este sentido, el proceso constituyente, pero también el proceso posterior de materialización de sus resultados, son una oportunidad que no debiéramos dejar pasar para repensar la alimentación del futuro, comenzando por el reconocimiento constitucional del Derecho a la Alimentación como punto de partida.
Por Miguel Albacete
Investigador de Rimisp – Centro Latinoamericano para el desarrollo rural
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