Las áreas silvestres protegidas, entre ellas los parques nacionales como su figura más emblemática, constituyen un soporte fundamental para la conservación y protección de ecosistemas con alta fragilidad. Los parques nacionales, junto con tener un rol esencial en la conservación y en la protección de la naturaleza, han tenido también una función estratégica y geopolítica como un pilar de la territorialidad del Estado en las fronteras y como espacios para el ocio, el esparcimiento y el turismo.
En la actualidad, el debate público acerca del rol de las áreas silvestres protegidas ha estado cruzado por los procesos de licitación y concesión de servicios turísticos en los parques nacionales. Consideramos que dicho debate no debe basarse en las coordenadas del binomio Estado-Mercado. Si bien esta consideración ha prevalecido como herencia del debate propio de la Guerra Fría y sus décadas posteriores, en la actualidad esta dicotomía carece de respuestas acerca de sostenibilidad, la participación y la gobernanza local.Sostenemos que, ni más Estado, ni más mercado es la respuesta. Creemos que el debate público se debe orientar hacia otras formas de propiedad, gestión y gobernanza. Una buena alternativa es lo que se conoce como bienes comunes.
Las directrices de gestión de parques nacionales han sido generadas a base de la experiencia mundial acumulada, e indican que la estrategia más eficaz para protegerlos es incluir a las comunidades locales en la toma de decisiones relacionadas con la gestión de este tipo de áreas y trabajar en forma conjunta para solucionar sus problemas de requerimientos de recursos naturales (leña, agua, forraje, productos forestales no maderables, entre otros). Por otra parte, las técnicas de planificación para gestionar el turismo en parques nacionales consisten en definir zonas de manejo para el uso público (turismo, recreación, educación e investigación), generar normas de manejo para estas zonas, establecer y gestionar límites máximos de ocupación de los ecosistemas por parte de los visitantes (capacidad de carga o de acogida).
En este contexto, cabe preguntarse si más mercado contribuye a ello. Creemos que no, porque como se ha demostrado en diversas investigaciones, el capitalismo se ancla a espacios locales como mecanismo de expansión y circulación de flujos de capital, información, personas o bienes. En dicho proceso, despliega lo que se conoce como una fuerza de destrucción creativa, esto es, el reemplazo de formas de usos y apropiación del territorio preexistente, su transformación y creación de uno nuevo, para luego destruirlo y crear nuevamente otra forma de uso del territorio. En este sentido, más mercado es un espacio fértil para que desplieguen esas fuerzas de destrucción creativa, con el agravante que ello se desarrolla en ambientes con alta fragilidad ecológica.
Por otro lado, tampoco más Estado parece ser una buena alternativa, por cuanto la experiencia científica da cuenta que cuando el Estado es el actor principal, se observan dos fenómenos interdependientes, pero no contrapuestos entre sí. Por un lado, crecientes procesos de centralización en la toma de decisiones y de despojo de las comunidades locales y, por otro, relaciones de poder donde el Estado favorece a los incumbentes, es decir, aquellos con capacidad de incidencia para que Estado tome una u otra decisión.
Sostenemos que, ni más Estado, ni más mercado es la respuesta. Creemos que el debate público se debe orientar hacia otras formas de propiedad, gestión y gobernanza. Una buena alternativa es lo que se conoce como bienes comunes. Los parques nacionales no deben ser puramente estatales o -en otro extremo- privados. Parece que la ecuación no es fácil, porque involucra cuestiones tan complejas como el origen de la propiedad, los procesos de despojo territorial, pero también la emergencia de demandas de mayor participación y de sistemas de gobernanzas más horizontales que verticales. Existe evidencia internacional acerca de la gestión de las comunidades locales de los parques nacionales (Brasil, Costa Rica, Nueva Zelanda, Canadá, entre otros). En ellas se observa que las comunidades locales tienen una predominancia en la gestión y sostenibilidad de éstos, experiencias que sería necesario de conocer y ver cómo se podrían replicar en Chile.
La noción de parques como un bien común, no es una idea original, dice relación con cambiar el eje desde la noción de los parques como “conservadores” de una “naturaleza” que debe ser protegida y asilada de su entorno, hacia una donde ellos forman parte nuclear de estilos de vida y de patrimonios culturales de comunidades locales. Los bienes comunes se caracterizan por ser esenciales en la reproducción cultural de una sociedad, por ser un patrimonio natural y social no individual, sino que colectivo.
Si tradicionalmente los parques nacionales han sido considerados como si fueran “islas” o “fortalezas inexpugnables”, las que deben protegerse a toda costa de los “enemigos” que se encuentran en sus inmediaciones, ahora este tipo de áreas son vitales para el desarrollo local. Asimismo, las comunidades locales deben prepararse para ser los ejes de la gestión y gobernanza de éstos. Quizás, hoy no lo estén, pero para ello se deben propiciar estilos de gobernanza con una mayor participación social. La gestión de las áreas naturales protegidas debe ser vista y discutida más allá del telón de fondo del binomio Estado-Mercado y el proceso constituyente puede ser una buena oportunidad para discutir, explorar y proponer otros estilos y formas de propiedad, sostenibilidad y gobernabilidad de los Parques Nacionales en nuestro país.
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