Hace un par de años decidí emprender mi propio negocio, en conjunto con tejedoras e hiladoras artesanales. Tomé un par de bolsos y me fui al sur con unas pocas lucas de mi finiquito. Sería mi propia jefa, fundaría una empresa de comercio justo, y junto a mis socias estratégicas del campo emprenderíamos un nuevo rumbo, potenciando el trabajo artesanal de campesinas y pescadoras, que en los tiempos difíciles hilan y tejen alrededor del fuego en Curanipe.
Tengo una Pyme, vendo lana de oveja y tejidos de la zona costera de la séptima región. Mi negocio se inció con 10 piezas de tejido, mil palabras de buenos deseos, una tortilla de rescoldo, aroma a oveja humeda y leña. Con maderas de lampazo, del mismo campo, decoré mi local, un pequeño negocio en un shopping del barrio alto, donde llegué de allegada en el taller de otros artesanos, me lancé en esta aventura en contra de todos quienes auguraban mi fracaso. Poco a poco y a punta esfuerzos llené de lanas y colores el negocio, aporté con mosaicos y tejidos de mi manufactura. Las viejitas del campo laboriosas me persiguen para que llevé sus trabajos a Santiago, felices todo el año me envían sus encomiendas en sacos de papas cosidos, al abrirlos una explosión de lanas de colores alegraba nuestras vidas, con aroma de campo. Todas mujeres, todas luchadoras, todas emprendedoras, dispuestas a vencer la adversidad de la economía local para sacar adelante nuestras familias.Mis tejedoras, mucha de ellas no escriben, difícilmente emitan facturas. Ellas tejen, siembran la tierra, y hasta tiran las redes al mar. Desmenuzan jaibas, y trabajan en los botes con la pesca, cada vez mas escasa en nuestras costas. Sus redes no se llenan como las de CORPESCA, no emiten facturas ni boletas como en PENTA.
Llevaba un año de empresa cuando encontré trabajo, el negocio iba muy mal, y si inyectaba parte de mi sueldo, me permitiría crecer y seguir invirtiendo en más y más tejidos. Y así fue, ya eramos muchas las tejedoras, hiladoras, mujeres trabajadoras en torno a mi lanería. Todo prosperaba con esfuerzo y pasión. Por las noches llevaba los aspectos administrativos y legales. Era tejedora, contadora, y publicista de mi pequeña empresa.
Hasta que nos encontramos con un muro infranqueable: el Servicio de Impuestos Internos. Todo comenzó con un fiscalizador que nos modificó una declaración para no generar un giro, desarticuló las declaraciones del negocio y descuadró los informes del formulario 29, y la renta. Intenté subsanar estas diferencias, pero de manera incomprensible otra fiscalizadora comenzó a pedirnos más y más documentos. Desconfiaba de nuestro negocio, y claramente con la alta carga de trabajo, se sumaban un par de errores dentro de mis declaraciones. Y nos citó no una, sino que 10 veces, avanzando nada, en tres largos años. Al citarnos atendía pésimamente y de manera déspota, e incluso en una oportunidad adujo que estaba cansada y no nos podría atender. Así pasaba el tiempo, me impedía seguir adelante y pagar patentes, poniendo en riesgo la continuidad del sueño… de una u otra manera se ensañaron con el pequeño taller de lanas.
Bona fide es un término que al parecer olvidaron estos fiscalizadores. ¿Puede ser que tanto delincuente de cuello y corbata los tenga mecanizados a pensar mal de todos los contribuyentes?. Me impiden dar continuidad a mi negocio por temas de corte tributario y aplicando normativa general, sin analizar en profundad el fondo de mi negocio. No es mucho lo que debo pagar para salir de este estado… el dinero compra todo, aunque no tenga una asidero justo.
Mis tejedoras, mucha de ellas no escriben, difícilmente emitan facturas. Ellas tejen, siembran la tierra, y hasta tiran las redes al mar. Desmenuzan jaibas, y trabajan en los botes con la pesca, cada vez mas escasa en nuestras costas. Sus redes no se llenan como las de CORPESCA, no emiten facturas ni boletas como en PENTA. Bona fide es su forma de vida, la minga, el trueque, son gente hermosamente sencilla, tan sencilla y aplastada por este sistema. Y por ellas y solo por ellas yo no doy pie atrás en defender nuestro comercio justo. Hoy Lavín, Délano y Wagner reciben rebajas desde el tribunal. mientras nosotras, fieles representantes de las PYMES, trabajadoras del pueblo, seguimos con las trabas burocraticas del SII.
En un país corrupto, pagamos justos por pecadores, pagamos pescadores por corporaciones, pagamos pequeños contribuyentes por grandes ladrones emisores de boletas ideológicamente falsas.
Con Bona Fide seguiremos adelante, construyendo el sueño del pequeño productor chileno.
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