Los importadores de estas maquinas de juego, como también los que lucran con ellas, se han organizado muy bien, tienen equipos de abogados que nos quieren hacer creer que son Máquinas de Destreza…. ¡Por favor! Como dice el tango: “qué atropello a la razón”
Todos con los ojos vendados. Alcaldes, inspectores, jueces, parlamentarios, ministros y transeúntes.
En Chile se permite que en cada esquina, en cada pequeño negocio, especialmente los ubicados en barrios populares, se pueda jugar dinero a vista y paciencia de todos los nombrados en el inicio de este artículo.
Me refiero a las más de 600.000 máquinas de juego, similares a las de los casinos, que están instaladas en todo Chile como anexo de algún negocio o directamente emplazadas en un gran local, donde la actividad exclusiva es el funcionamiento de quince o veinte de estos aparatos, lo que transforma a ese local en un casino. Clandestino, pensará usted. Pues no. Funcionan tranquilamente y hasta tienen patente municipal.
Los importadores de estas maquinas, como también los que lucran con ellas, se han organizado muy bien, tienen equipos de abogados que nos quieren hacer creer que son máquinas de destreza…. ¡Por favor! Como dice el tango: “qué atropello a la razón”, ¡cómo insultan nuestra inteligencia! He estado largos minutos observando estas máquinas y a sus incautos usuarios (inicialmente incautos, hoy atrapados por el vicio). He podido comprobar, e invito al lector (si es una autoridad, cuánto mejor) a hacer lo mismo que yo: observe cómo la victima ingresa su moneda, aprieta un botón y la máquina inmediatamente se pone a girar hasta detenerse abruptamente en alguna de las cientos de combinaciones posibles, sin que el jugador haya tenido chance alguna de aplicar su “destreza” para que el aparato se detenga, antes o después, en la combinación A o en la combinación B. Nada. La máquina juega sola, exactamente igual que las de los casinos autorizados. No son de destreza.
Si usted consulta en Google, sabrá que en Chile existen 24 casinos de juego. Error, son 600.000… más 24.
En fin, me gustaría saber cómo me iría si instalo un salón equipado para que mis clientes jueguen al póker. Lo más seguro es que en menos de lo que canta un gallo llegue la Brigada contra el vicio y me arresten junto con todos los clientes. Sería, de todos modos, una situación muy injusta: el póker es un juego en que la destreza sí que tiene una decisiva influencia en los resultados para cada jugador, pero no será razón suficiente para que no seamos considerados delincuentes por jugar dinero al margen de la Ley.
Mientras tanto, las 600.000 tragamonedas que infectan el país y destruyen economías familiares seguirán llenando los bolsillos de sus dueños y vaciando los de tantos adultos y jóvenes que han sido atrapados por sus luces multicolores, su música electrónica decadente y su promesa de dinero fácil, que nunca llegará.
O peor aún: que llegará de vez en cuando.
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