Tras una serie de polémicas ligadas al Museo de la Memoria, familiares de condenados por crímenes de lesa humanidad están promoviendo la inauguración del Museo de la Verdad. ¿Con qué fin? Con el de conformar un espacio en el que se incluyan las acciones que habrían protagonizado “las organizaciones terroristas de la izquierda”.
Creo que es una iniciativa excelente y un Museo necesario. Porque obviamente, dado que se llamaría «Museo de la Verdad» no podría limitarse a solo relatar acciones de «organizaciones terroristas de la izquierda», ¿verdad? Si pretenden estas personas ser más objetivas que los que montaron el Museo de la Memoria, ¿qué tal si cuentan lo que le pasó a miembros de la familia militar?
Como lo que le ocurrió a Mario Lavanderos Lataste, el oficial de ejército de 37 años asesinado en octubre de 1973 por liberar del Estadio Nacional a 68 presos uruguayos y bolivianos para entregarlos al embajador de Suecia Harald Edelstam. ¿Por qué no recordarlo en un Museo de la Verdad, fomentado por personas ligadas a la familia militar, si era, hasta que lo mataron soldados, un militar con intachable y brillante carrera a quien incluso le realizaron sus funerales en el Mausoleo Militar?Si discriminamos entre las víctimas con uniforme y sin uniforme, entonces no hemos entendido nada de derechos humanos en todas estas décadas.
O sería absolutamente genial ver en un museo lo que pasó con el General Augusto Lutz. Los familiares de Miguel Krassnoff, Eugenio Covarrubias Valenzuela, Fernando Lauriani Maturana y otros no podrían negarse a mostrar la labor heroica de Lutz, ligado a la muerte del periodista norteamericano Charles Horman. ¿O no? Bueno, no importa, a fin de cuentas murió a causa de una ulcera mal tratada en el Hospital Militar. ¿O no?
Hablemos del General Óscar Bonilla. ¿Habrá una recreación de su muerte, al explotar y precipitarse a tierra el helicóptero en que viajaba a Santiago desde el sur del país en 1975? Accidente curioso, coincidente con el hecho que Bonilla, poco tiempo antes de eso, había al parecer advertido al General Carlos Prats de que iban a asesinarlo, y que era enemigo de Manuel Contreras.
¿Qué tal si en el Museo de la Verdad por fin se hace un gesto de reivindicación a Carabineros, como a los mayores (R) Víctor Derviniadis Paredes, el mayor (R) Eduardo Núñez Perrow, Zenón García Gallardo y el capitán (R) Oscar Díaz Ortiz? Oh, pero que tonta. Como fueron carabineros que se negaron a apoyar el golpe militar, se merecían ser detenidos y torturados. ¿Como homenajear a personas así en un Museo de la Verdad? Aunque a saber si se hará mención del asesinato del Cabo de Carabineros de Chile (policía uniformada) Sr. Luis Fuentes, o del Subteniente de Ejército Héctor Lacrampette a manos del MIR. Porque las muertes de carabineros, ya sea por un lado o por otro, nunca han tenido la atención que sí han tenido los muertos de las otras ramas armadas. Ni que decir que los gendarmes muertos, con suerte se saben sus nombres.
Uno de los problemas que nos enfrentamos al estudiar el tema de la violación masiva, constante y brutal de los derechos humanos durante la dictadura pinochetista, es que la atención se centra en las víctimas civiles, por la propia indefensión que tiene un civil ante un militar, como la que padeció Víctor Jara y de la cual hace unas semanas hemos conocido los aterradores detalles. Pero no podemos permitirnos el olvidar que no todos los uniformados dieron rienda suelta a su depravación. Muchos militares, aviadores, marinos, carabineros, gendarmes y miembros de la PDI fueron víctimas, ya sea fusilados, torturados, envenenados, explotados, y los muchos otros que durante décadas han vivido amenazados (ellos y sus familias) por aquellos que les dieron órdenes de matar a sus compatriotas. Y tampoco tenemos que olvidar que miembros de grupos como el Frente Patriótico mataron a personas, como Sergio Aburto Baeza, un comerciante al que miembros del Frente confundieron con Cristian Roberto Fuentes Morrison, al que matarían posteriormente. Tal vez la muerte de Fuentes Morrison, cabeza del letal “Comando Conjunto Antisubversivo” no es de lamentar, pero ¿qué hacemos con la de Aburto Baeza?
Esas personas y sus familiares están solos. No son debidamente acogidos por las víctimas civiles de la dictadura, porque el haber sido militar pone una barrera con ellos. Y son despreciados por los militares, porque son vistos como traidores. No son Simón Yévenes, no son Edmundo Pérez Zujovic, no son Jaime Gúzman.
Y seamos honestos: La crítica de organizaciones de derechos humanos al Museo de la Memoria, referida al hecho de que se incluyera algunas de las víctimas del bando militar y las fuerzas de seguridad, quienes cayeron en enfrentamientos con grupos armados de la izquierda, tiñe a la palabra «víctima» de connotaciones que no corresponde. Así como militares mataron y torturaron a chilenos, miembros de grupos de izquierda mataron a chilenos. Porque chileno era el cabo de Carabineros Juvenal Vargas Sepúlveda, de la dotación Prefectura Curicó, 3ª Comisaría Teno asesinado por miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1988 en la fatídica Toma de los Queñes. ¿No merece su familia el mismo respeto que exigimos que se les de a las familias de las víctimas de la dictadura? ¿Por qué negarle al cabo Vargas el trato de víctima, pero sí dárselo a Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, quienes organizaron esa toma del retén y que fueron posteriormente asesinados? Víctimas fueron Vargas, Pellegrin y Magni. Los tres fueron asesinados. Ninguno de los tres merecía la muerte que tuvieron, sin importar si uno compartía o no los puntos de vista de unos y otros.
Y esa creo que es la gran lección de la iniciativa del Museo de la Verdad: Si discriminamos entre las víctimas con uniforme y sin uniforme, entonces no hemos entendido nada de derechos humanos en todas estas décadas. Si condenamos la violencia de un lado, pero ignoramos la del nuestro, entonces no hemos entendido nada de derechos humanos en todas estas décadas. Perdimos la democracia una vez por hacer eso. No podemos caer en el mismo error otra vez.
Ahora bien, si el objetivo del Museo es de contar la «verdad» al estilo «teoría del empate» que se ha puesto tan de moda en el mundillo político chileno, el gasto es totalmente innecesario. Ya tenemos una versión Disney de lo que ocurrió desde 1970 en adelante. Esta en el primer tomo del Informe Rettig. El hecho que el Informe oficialmente declare que la tortura no fue el instrumento represivo central de la dictadura militar… curioso, no sabía que Gonzalo Vial Correa tenía esa vena humorística.
Comentarios
23 de agosto
Esos valientes deben estar también en el Museo de La Memoria, junto a las víctimas del terror fascista El Museo de la Memora y de los Derechos Humanos, es también un museo de la verdad. No es necesario otro museo para conocer la VERDAD! Seguir el hilo argumentativo de los cómplices del terror de la dictadura y sus verdugos, es darles un reconocimiento que no corresponde, porque pretende justificar el atentado a la democracia que destruyó La Moneda y lo que significaba. Ellos no respetan ni la democracia, ni la vida, ni la verdad.
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24 de agosto
Nina
No necesitamos mucho para saber que con esta iniciativa estos familiares de criminales lo unico que pretenden es exculparlos. Y que la fruta envenenada no cae lejos del arbol podrido, porque solo gente con una soberbia suprema se les ocurriria ponerle a un Museo de esas caracteristicas «Museo de la Verdad»
Pero, si es lo que pretenden, ¿no crees que deberiamos recordarle ciertas verdades? Hace unos dias exhumaron el cadaver de Lutz ¿que tal si encuentran que no sufrió de ulcera? O recordemos al Capitán de Navío Arturo Araya Peeters, asesinado por Patria y Libertad en 1973.
Sin embargo, tampoco podemos ignorar que personas ligadas al Museo de la Memoria tambien tienden a ser selectivos con ella. Y no quieren que personas victimas de grupos de izquierda sean parte del Museo. Personalmente comprendo que es imposible poner como «victimas» a Cristian Roberto Fuentes Morrison o a Luis Fontaine Manríquez. Pero ¿cual fue el sentido de matar al escolta de Pinochet Víctor Valenzuela Montecinos? Porque aparte de ser escolta de Pinochet y usar uniforme ¿qué lo convertía en blanco?
No pensemos que por decirse de izquierdas quienes asesinaron a Valenzuela o a Vargas o a Aburto o a otros son tan distintos a los criminales de Punta Peuco. Tambien estos creian que «salvaban a la Patria». Tampoco ellos respetaron la democracia, la vida o la verdad. Respetar es mucho mas que portar un arma y matar personas. No debemos olvidar jamas eso
24 de agosto
Cómo interpreto el problema https://youtu.be/_1JapMd-Y70
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23 de agosto
Sencillo, deben ser indemizados con el equivalente a 30 años de servicios y con grado de coroneles.
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