Cuesta armonizar la imagen del sargento de la tenencia del pueblito, que pasea tranquilamente su oronda presencia por sus calles, desperdigando su paternalismo benevolente, y que conoce a todos sus habitantes, de los cuales es compadre de una decena al menos, con la conducta de los integrantes de las FFEE de Carabineros con los estudiantes el 2011 y 2012, en Cohaique y Puerto Aysén el año 2012.
Hay un grupo de trabajadores que siempre han estado presentes en todos los 1º de mayo que yo recuerde, una presencia silenciosa, determinada, implacable: Carabineros de Chile. ¿Sarcasmo? No de ningún modo.
Posiblemente no existe en Chile una relación más ambigua que la que une a la mayoría de los ciudadanos, de trabajadores, obreros y campesinos con nuestros policías uniformados. Nos sentimos orgullosos de que probablemente sean la mejor policía uniformada de Latinoamérica, sabemos que en ellos se puede buscar su protección en el evento de un delito, aquí en Chile no hay “mordidas”, ni secuestros disfrazados de detenciones; incomparables como policías de frontera, en algún momento de nuestra historia podían ser el único vínculo del Estado con comunidades aisladas. Todavía nacen niños en sus cuarteles; menos que antes, pero aún pasa.
Es por eso que cuesta armonizar la imagen del sargento de la tenencia del pueblito, que pasea tranquilamente su oronda presencia por sus calles, desperdigando su paternalismo benevolente, y que conoce a todos sus habitantes, de los cuales es compadre de una decena al menos, con la conducta de los integrantes de las FFEE de Carabineros con los estudiantes el 2011 y 2012, en Cohaique y Puerto Aysén el año 2012. Con la muertes alevosas de Matías Catrileo Quezada o Jaime Mendoza Collio, con todos los palos y pateaduras dadas en Dictadura, con la muerte de Patricio Manzano, de Natino, Parada y Guerrero.Y para que seguir.
¿Por qué esta dicotomía? ¿A qué obedece la violencia instalada en esta institución en la medida que se dirige contra los ciudadanos a quienes deben proteger? ¿Es posible alcanzar una respuesta? ¿Puede esto cambiar? Todas estas preguntas desbordan este artículo. Pero es posible hacer algunos alcances al respecto.
¿Dónde está el origen espiritual, no el histórico, de nuestros policías uniformados? Son los huasos y peones que el patrón de fundo “perse”, José Pedro Valverde y Albán, el “Gran Señor y Rajadiablos” de Eduardo Barrios, arma a sus expensas tanto para combatir a los salteadores de caminos y haciendas, como para acallar a la peonada -que ya calladamente asiste al secuestro de sus hijas por él mismo- y erradicar a marginales descontentos de su vista.
Es cierto, me salto a los Trizanos y el “disparar y tapar con ramas”, la dictadura de Ibañez y su “Regimiento de Carabineros de Chile”, el segundo gobierno de Alessandri Palma y las oscuras y no escritas órdenes a los carabineros de fusilar a los ocupantes del Seguro Obrero, pero amigos, hasta el día de hoy la matriz para nuestros carabineros es la zona rural, el fundo, el pueblo, la ciudad pequeña. Ha cambiado en los últimos años, quizás, pero el espíritu sigue allí.
No hay que despreciar al “Regimiento” y su labor disciplinadora de la peonada, casi civilizadora, pero que en el caso de los carabineros marca además el sello de un “ellos” versus un “nosotros”, nosotros los “funcionarios”, versus los demás, los otros funcionarios públicos, los profesionales, los obreros, los campesinos.
Se reproduce inevitablemente la distinción de clases propias de la sociedad chilena, que a veces es más que una distinción de clases: es cosa de asomarse a la parada militar, bueno a las imágenes televisadas al menos, para ver marchando a escuadras morenas guiadas por oficiales de tipo europeo. Y podría simplemente centrarme en el efecto pernicioso de la existencia de dos escalafones, y de la distancia abismal entre ambos, que es la regla general, amén el hostigamiento sobre suboficiales y carabineros, para explicar con ello, la tendencia a la violencia que a veces embarga los uniformados.
El carabinero es un ciudadano, un funcionario público,un trabajador más, pero cuyos derechos le son privados bajo diferentes argumentos, donde las arbitrariedades no son raras, y donde la jerarquía es un espacio abierto para el abuso. Por supuesto hablo de historias ocultas, que aveces se reflejan en algún carabinero que recurre de protección ante tribunales, porque un oficial ha etiquetado como inapropiada a su novia, o las protestas de las mujeres de carabineros en 1998 por los bajos sueldos y trabajo excesivo de sus maridos, que terminó con la institución indemnizando a 17 de ellos por haber sido separados del cuerpo, a fin de que las aguas no llegarán a la CIDH.
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