Provengo de una familia católica. Desde niño participé de la actividad eclesial, tomando allí los primeros roles de liderazgo en mi vida pública. Sentí el apoyo de la Iglesia en tiempos de la dictadura, cuando pocos se atrevían a ayudar a los perseguidos por Pinochet.
A pesar de todo lo visto en programas de TV sobre el abuso de sacerdotes a niños, estoy seguro de que muchos chilenos y chilenas seguirán sintiéndose parte de esta Iglesia, creyendo en el poder de Cristo y cultivando en sus familias los valores progresistas y solidarios de la iglesia católica. A ellos, respetuosamente quiero explicar algunas cosas.
Una teología construida no en los edificios de Roma, sino en el sentido común, en la vida justa y buena, constata que la jerarquía de la Iglesia ha caminado por el norte, mientras su Pueblo lo hacía por el Sur. En esos senderos que se alejaban, la Iglesia optó por proteger a sus coroneles, a través de la vía de la institucionalidad eclesial y luego por el uso de ciertas prácticas similares a la mafia.
Justificaciones y explicaciones, pagos extraños a cocineras para ocultar los verdaderos pecados. Todo esto como parte de un intento deliberado de desviar a la justicia. Lo que se ha visto estas semanas aumenta el daño, no sólo a los que tienen el poder en la Iglesia, sino a aquellos que domingo a domingo acuden a construir una vida basada en la fe. Los panes y los peces han dado pie a una nueva multiplicación; la de la violencia institucional ejercida contra todos quienes han sido abusados por una autoridad católica.
La escalada de abusos no soportó la teoría comunicacional de los hechos aislados y la curia ha perdido credibilidad en toda la sociedad para enfrentar esta crisis. “Transparencia con prudencia” decía un sacerdote cota mil en un programa de televisión, develando que para ellos el país sigue siendo El Bosque, paisaje oscuro que no deja ver los árboles.
Árboles padres, periodistas; árboles twiteros, ciudadanos; árboles que se indignan con la solicitud de prudencia y no están dispuestos a esperar del Vaticano aquello que ya no hizo y que intentó cruelmente ocultar.
Las características de los abusos cometidos por sacerdotes merecen ir en materia legislativa mucho más allá. Un sacerdote que abusa, lo hace desde la impunidad más total, teniendo el poder de convencer a la audiencia dominical y por cierto a la familia de la víctima. Quien haya sufrido agresiones sexuales por parte de un sacerdote, de seguro puede demorarse más de 10 años para tomar el valor de denunciar a quien la mayoría de su comunidad define como un hombre bueno y a quien le confesó muchas veces su intimidad y sus pecados. Necesita tiempo para atreverse a correr el riesgo de ser considerado traidor por parte de su iglesia. No bastan los 10 años, ni bastan 12, ni 15. Quien, usando la fe en Cristo, abusa de un niño o una niña no debe tener calendario, ni santa sede, que lo proteja.
El Senador Jaime Quintana ha presentado un proyecto de ley en esta dirección, que considera como imprescriptibles los abusos sexuales contra niños y niñas. Lo recientemente visto en Chile nos muestra a hombres de más de 40 años y que denuncian haber sido abusados por un sacerdote a los 17. Sólo si avanzamos en la imprescripitibilidad, podremos tener la certeza que la sociedad castigará ejemplarmente a quien les dañó. En el actual escenario legal chileno, sus denuncias chocan con lo prescriptible del delito.
Si la Iglesia Chilena no tiene su Perestroika, nos somos nosotros quienes debamos esperarla eternamente. Ya es hora que los abusadores de niños y niñas acompañen a los mercaderes y salgan del templo.
* Marcelo Segura,Secretario Regional Araucanía, Partido Por la Democracia.
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Foto: Bluelephant / Creative Commons
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marceleau
¿Si me hubiera gustado escuchar mucho antes las palabras de un Papa en torno al uso del preservativo en el combate contra el SIDA? Obvio que sí. No obstante, Erika, te sugiero una lectura más profunda de las tareas que realizan las misiones católica en África y los sacerdotes que trabajan en varios sectores populares en Latinoamérica. Te sorprenderá saber que desde hace años se recomienda el uso del condon como medida preventiva. Hay varias iglesias en lo que tu reconoces como LA Iglesia.
Hay que saber diferenciar entre el discurso y la práctica.
esilvau
Cuándo la iglesia se reconoce pecadora , dónde va a confesarse? Quién la absuelve cuando solo ella nos ha convencido de ser la sucursal del dios bueno en la tierra?
30 años después, con un listado más largo que una guía telefónica, lleno de nombres de muertos de Sida viene a reconocer que el condón puede salvar vidas: y los católicos que hicieron caso y no lo usaron? a quién le van a reclamar?
Demasiado pontificado daño.
Buena su columna.