Mi columna está dedicada para aquellos a los que Venezuela representa el “idilio de una promesa”, algo semejante a aquella historia del Antiguo Testamento que hace alusión cuando el pueblo de Israel llamado por Dios decidió peregrinar 40 años en el desierto poniendo a prueba su fe mientras sorteaban cualquier clase de vicisitudes con tal de llegar a la tierra prometida.
Por supuesto, la diferencia es que las penurias que vive Venezuela no fueron prometidas por Dios sino que resultaron ser la consecuencias (¿pesadillas?) del sueño de un ex militar devoto (aún no sé de qué) y con complejo de mesías que se abanderó de las causas más nobles de una sociedad como lo fue “la lucha por la igualdad de oportunidades, el combate a la pobreza, entre otras tantas” para estafar y someter al pueblo que confió en él.
Y cuando digo estafar y someter lo hago con propiedad, pues cuando alguien “ofrece, promete, vende…” algo muy diferente a lo que entrega, es a lo menos una estafa. Y cuando digo someter, es porque no encuentro otra forma de calificar cuándo se te pide “obediencia, silencio, voto, lealtad…” a cambio de algo como un beneficio social. ¿No se te somete a negar tu libertad de pensamiento y acción a cambio de algo que puedes necesitar (vivienda, subsidio, entre otros) y que seguramente en cualquier país sería a lo menos un derecho adquirido bajo condiciones de pobreza?
A pesar de que las noticias venezolanas se han esmerado en romper el cerco informativo que existe y mostrar las diferentes dimensiones de la compleja realidad que se vive tal como la escasez de comida, la tasa de homicidios, la escasez de medicinas e insumos para los hospitales, la proliferación de enfermedades infectocontagiosas, los presos políticos y le represión a quien se le ocurra protestar. Y a pesar de que parece haber suficiente evidencia para al menos dudar de los maravillosos logros de la Revolución del siglo XXI, hay gente que afirma que todo esto es mentira y se hacen eco de las explicaciones que da el gobierno para justificar lo anterior, pues el chavismo es la “promesa o el idilio de la izquierda radical y de cuantos digan tener como bandera política el bienestar de los pobres” y por ende “ellos no hacen nada malo sino que son víctimas de perversos saboteos que no los dejan cumplir con las gestiones mínimas de cualquier gobierno”.
Pero seamos honestos, si bien todos tenemos derecho a defender aquello en lo que creemos y a justificar sus actos si creemos que están en lo correcto, ¿no consideran que todo tiene un límite? La política no es una religión en que se profesa fe ciega, en la política se evalúan resultados concretos. ¿No consideran que existe suficiente evidencia de que el modelo que han implementado en Venezuela durante estos 15 años de gobierno (mal llamando gobierno a la continuidad de una misma línea ideológica durante este período) no sólo ha sido un fracaso económico, sino que ha evocado las mayores irresponsabilidades en gestión pública que hayamos visto en las últimas décadas? Pues, a ciencia cierta, el único logro medible que ha tenido ha sido arruinar y condenar a la miseria a un país petrolero en período de bonanza.
Les vuelvo a preguntar, ¿no les da vergüenza respaldar argumentos cada vez más absurdos para justificar lo injustificable? Un ejemplo: en Venezuela no hay epidemias de chikungunya o dengue porque el gobierno no recoge la basura de las calles ni deja de fumigar en época de lluvia sino porque hay una guerra bacteriológica de la derecha mundial que envío un batallón de mosquitos al país (?¿¡!)
¿De verdad no les parece un insulto a su propia inteligencia respaldar este tipo de argumentos para continuar alimentando el mito de que el modelo venezolano (mala copia del cubano) sí está funcionando o que sí va funcionar capaz en unos 30 años más cuando la derecha mundial se aburra del saboteo y lo deje gobernar?
La propuesta chavista, vendida como un sueño para los muchos que le creyeron, se ha convertido en la peor pesadilla del pueblo venezolano.
Quienes respaldan y se hacen eco de los “argumentos” cada vez más absurdos y cínicos del gobierno venezolano para justificar su falta de compromiso y responsabilidad por el país, no solo caen en un acto de vil hipocresía, pues estoy segura que jamás defenderían una situación semejante en su propia tierra, sino que se convierten en cómplices al promocionar lo que con los años será conocido como la gran estafa de la historia latinoamericana y como la mayor burla a los deseos de superación y de cambio de un pueblo.
La propuesta chavista, vendida como un sueño para los muchos que le creyeron, se ha convertido en la peor pesadilla del pueblo venezolano pues hoy la padecen transversalmente a modo de trampa sin salida: Un país llamado tierra de gracia, ahora es una tierra de la que sus hijos ansían salir. Un país petrolero cuyo gobierno, en plena bonanza, no sólo despilfarró recursos sino que hipotecó el futuro de su gente. Un país con gobernantes que donan hospitales mientras que en los suyos la gente muere sin medicinas. Un gobierno que promueve la educación ahora la ha usado para adoctrinar a sus jóvenes. Un gobierno que defiende la paz, armó a su propio pueblo para que luche contra su gente. Un gobierno que se escuda en la autonomía de los pueblos para burlarse de tratados internacionales, lo antagónico de este sistema es interminable.
Sólo les pido, asuman postura con criterio y con empatía pero tengan cuidado con lo que desean. Como bien decía un cantante de micro “atrapen sueños no pesadillas”.
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servallas
Concuerdo contigo, pero creo que como dice el cantante de micro, nunca hubo sueño,siempre fueron pesadillas.
Hay que esperar que algún día el pueblo venezolano se saque de encima ese régimen de pesadilla en forma pacífica.