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Unidos Podemos fracasa en el ´sorpasso` al PSOE

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La coalición entre Podemos e IU + las confluencias (Unidos Podemos) -una coalición conformada por 12 organizaciones de izquierdas, ecologistas, animalistas e independentistas-  no ha logrado su objetivo de superar al PSOE en las elecciones del 26 junio en España, el llamado sorpasso, ni en sufragios: obtienen el 21.10%, disminuyendo en alrededor de 1.100.000 de votos con respecto a la elección del 20 de diciembre pasado; ni en escaños, revalidando los mismos 71 diputados que obtuvieron en forma conjunta anteriormente. Mientras que el PSOE, aunque pierde 5 escaños, queda con 85 diputados y obtiene el 22.70% de la votación.

Las expectativas generadas en las semanas previas a las elecciones, incentivadas por los pertinaces augurios de los sondeos de opinión y la prensa de derecha crearon un espacio político y ambiental referencial de que las elecciones se dirimían entre una izquierda radical y la continuación del PP en el poder, se han visto frustradas. Mariano Rajoy y Pablo Iglesias pensaron que unas elecciones polarizadas les serían beneficiosas y actuaron como que las únicas alternativas eran ellos.

La estrategia compartida de polarizar las elecciones: o el PP o Unidos Podemos, o yo o el caos, benefició exclusivamente  al PP. Sembraron el miedo y solo este último partido ha ganado más escaños que en diciembre pasado (14 escaños más) consolidándose entre los sectores conservadores que temían a Unidos Podemos, pero, colateralmente también ha servido para movilizar a una parte del votante socialista que el 20D votó a Podemos y que ahora ha preferido salvar al PSOE del desastre histórico que para este partido habría supuesto el sorpasso.

Las encuestas, convertidas en oráculos de Delfos post modernas, como creadoras de opinión, tratadas como si fueran un recuento definitivo de sufragios, han fracasado estrepitosamente nuevamente en España. Es por eso que Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, en su análisis de los resultados expresó: “Una vez más Podemos ha sido rehén del infantilismo y se ha creído las encuestas. Sólo porque las encuestas decían lo que quería oír”. Es pertinente preguntarse, entonces, sobre la calidad predictiva, o los sesgos, de los sondeos de opinión que se realizan semanalmente en Chile.

En ese contexto de polarización, el voto más “moderado”, “útil” y volátil opto buscar refugio en la continuidad conocida y tranquilizadora representada por el PP -a costa del PSOE y Ciudadanos cuyos votos perdidos son equivalentes a los votos adicionales que ha conseguido el PP- que en la alternativa frentista de Iglesias que atemoriza por la falta de experiencia y de gestión de asuntos públicos, y a una cierta arrogancia. Asimismo, esa polarización provocó la caída estrepitosa del partido más moderado de derecha –Ciudadanos- lo que es un bálsamo para el Partido Popular pues lo resitúan como la fuerza política hegemónica de ese sector político.

Que el PP, partido que está podrido por la corrupción haya sacado 7 millones 906.185 votos no parece razonable, la respuesta se puede radicar al impulso del miedo, la fidelidad y disciplina del votante de derecha. Porque desde luego es extraño: Las encuestas reflejan como principal problema para los españoles la corrupción y el desempleo, y no obstante el partido más votado era el más corrupto y aquel bajo cuyo mandato se ha precarizado más el empleo.

Las encuestas, convertidas en oráculos de Delfos post modernas, como creadoras de opinión, tratadas como si fueran un recuento definitivo de sufragios, han fracasado estrepitosamente nuevamente en España.

Podemos enfocó esta campaña excesivamente al “objetivo sorpasso”, con un marketing resaltando una imagen «presidencialista» de  Pablo Iglesias, con un perfil más tranquilo, sonriente, transversal, «socialdemócrata», «patriótico»: el objetivo era cautivar ese importante espacio electoral que le concedían las encuestas, no ahuyentar votantes más habituados a votar partidos tradicionales, como pueden ser los mayores de 55 años. Pero ese electorado no se fió de la metamorfosis del líder de Podemos, quien en las encuestas aparecía el peor valorado. Esa estrategia de adaptación permanente a las condiciones cambiantes no funcionó, ya que fue percibida como un juego de máscaras, teniendo en cuenta que la figura de Iglesias se asocia a “conceptos como intransigencia, prepotencia, arrogancia y autoritarismo”, como señala  un informe interno del mismo partido.

Provocó desasosiego, incluso en los potenciales votantes de Podemos, su condición de político mutante. Ha recorrido en tres años el camino de la izquierda radical a la socialdemocracia. Y ha rectificado su posición en cuestiones tan específicas como el euro, el pago de la deuda y la OTAN. Semejante transformismo y oportunismo los hace parecer excesivamente tácticos, limando constantemente las aristas, y, al mismo tiempo, generando confusión sobre lo que realmente proponen como proyecto político estratégico.

Un partido no puede ser de izquierda y, al mismo tiempo, posicionarse en la transversalidad, ubicándose en un conflicto de un lado y del contrario en otro. Los ciudadanos pueden tener posiciones distintas según las variables a confrontar en concordancia con su propia conciencia, pero los partidos deben ubicarse en un continuum en todo lo que dice relación a la vida en comunidad y en lo referente a derechos y organización social.

Podemos, con estos resultados electorales, ha aprendido que a lo mejor lo del “catálogo de Ikea” no fue tan buena idea y que en política nadie puede ser perfectamente elástico y mutante. No se puede abarcar desde el anti capitalismo a la socialdemocracia, no se puede querer ser anti sistema y ahora presidente y socialdemócrata y pretender seguir teniendo razón en ambos casos. No basta tener una buena performance en la televisión -con un discurso ingenioso, florido y emotivo, si no se plantea una alternativa clara y consistente en el tiempo.

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