En estas últimas semanas, al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se ha posicionadoen los medios como uno de los mandatarios mejor evaluados a nivel mundial y, más aún, en su país. Se ha hecho conocido por sus medidas para reducir la delincuencia, el crimen organizado y la corrupción que, por años años, se ven en dicho país centroamericano. Es cuestionado porque su poder en la presidencia ha estado escalonándose cada vez más a la demagogia, al autoritarismo, el aumento del personalismo, una búsqueda de sobreexhibir su imagen y el oficialismo acaparando el poder político en todos los órganos del Estado transgrediendo las normas. Sin duda, hay una gran fanaticada, sobretodo en Chile, de cualquier tendencia política, que lo admiran y lo idolatran como un gobernante perfecto. Esa fanaticada lo desean, quieren tener a un tipo como él de presidente y que pueda combatir los males afectados de este país sin importar el grado de populismo o personalismo que puede tener tal mandatario. De llegar uno así, nos hemos preguntado ¿Podrá ser capaz un Bukele así gobernando en Chile?
Primero, debemos analizar el sistema de gobierno de El Salvador, enfoquémonos especialmente en el poder legislativo, donde el Congreso es unicameral y por una mayoría simple pueden aprobar, modificar o rechazar proyectos de leyes. En el Congreso salvadoreño, el partido principal de Bukele, Nuevas Ideas, conforma una mayoría que le posibilita a las iniciativas que vienen desde el ejecutivo, además con la mayoría oficialista, superando los quórums calificados respectivos, poder hacer y deshacer lo que sucede en las demás instituciones del Estado, sin seguir el proceso establecido en la Constitución de dicho país, lo que implica un atentado a la autonomía de dichos órganos. Tal como son los casos de la asamblea legislativa de este periodo que han destituido cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General de la República, sustituyendo por miembros funcionarios militantes del partido Nuevas Ideas, elegidos por la mayoría oficialista del parlamento conllevando al predominio del populismo, la ideología, del poder político y a un desequilibrio de los poderes del Estado.No cabe duda de que un Bukele no funcione en Chile como en El Salvador o, en algunos casos, siempre y cuando la gestión sea de manera responsable, respetando los límites del poder político, llegando a acuerdos con sus simpatizantes y opositores y no transgrediendo las normas que rige la constitución lo que de alguna forma hay que hacer entender a la fanaticada.
Si actualmente hubiese llegado al poder un Bukele en Chile, le resultaría difícil poder llevar a cabo gran parte de su programa, incluso contar con amplia mayoría oficialista en el parlamento. Tengamos en cuenta que en El Salvador una persona puede votar por uno o más candidatos de la lista preferida, lo cual favorece a dicha coalición de manera mayoritaria, a diferencia de Chile que una persona vota por un solo candidato donde mayorías se puede ver de manera equilibrada.
Revisando la historia electoral de Chile desde el retorno a la democracia y la preferencia de los electorales, damos a conocer que en el Senado y la Cámara de Diputados ningún bando, partido o pacto tiene la mayoría suficiente, por lo que en un partido como el de Bukele tendría que terminar pactando con un bando para lograr las propuestas desde el ejecutivo, sobre todo en el Senado donde los quórums son altos y, por tanto, es difícil que medidas populistas del mandatario salvadoreño lleguen a concretarse por los fuertes contrapesos. Cuidado con intervenir ante instituciones que gozan autonomía como el Tribunal Constitucional, Banco Central o la Corte Suprema, le puede costar incluso una acusación constitucional o una especie de sanción lo cual puede afectar la figura de un mandatario populista. Con el establecimiento de una Cámara de las Regiones que se propone en la elaboración de una nueva constitución, en la cual decidirá en dicho plebiscito le puede abrir la puerta a este tipo de gobernantes con signos de autoritarismo y populismo como Bukele, teniendo en cuenta que dicha cámara tiene atributos débiles a comparación del actual Senado.
No cabe duda de que un Bukele no funcione en Chile como en El Salvador o, en algunos casos, siempre y cuando la gestión sea de manera responsable, respetando los límites del poder político, llegando a acuerdos con sus simpatizantes y opositores y no transgrediendo las normas que rige la constitución lo que de alguna forma hay que hacer entender a la fanaticada. No es extraño que en su país sus medidas, demagógicas e irresponsables, llegasen más allá de lo que propone como el caso de invertir en bitcoin que últimamente está dando más perdidas que ganancias y eso a largo plazo tendría una gran deuda que asumir y sobretodo le costaría la popularidad a Bukele. En fin, la historia de los populismos latinoamericanos se repite, pasó en Perú con Fujimori, Argentina con Cristina, Venezuela con Chávez y Brasil con Bolsonaro, si en sus primeros años llegaron beneficiando a la gente a largo plazo terminaron entregando grandes costos para estos países que aún no se cicatrizan, El Salvador será uno más dentro de la historia latinoamericana.
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