El proceso del segundo congreso de Podemos (Vistalegre II) ha visto emerger diferencias no solo de carácter estratégico y de funcionamiento, sino también las deterioradas relaciones personales del núcleo dirigente, personificadas en sus principales liderazgos, Iglesias y Errejón, que habían sido ocultadas por la verticalidad y excesiva jerarquización del aparato de ese partido.
Más que construir un proyecto común, Iglesias en Vistalegre II estuvo luchando por salvar su propia imagen, cuestión que conlleva necesariamente destruir al otro. Por eso no hubo posibilidad de escuchar lo que los otros estaban diciendo.
Realizados los debates y las votaciones, Iglesias y su equipo logran 37 miembros para el Consejo Ciudadano Estatal –al que hay que sumar a los secretarios autonómicos–, el de Errejón, 23; y los anticapitalistas de Miguel Urbán y Teresa Rodríguez –Podemos en Movimiento–, 2. Es decir, Iglesias suma el 59,68% de los puestos de la dirección –incluyendo el del secretario general–; Errejón, un 37,10%; y un 3,10% Anticapitalistas.
De 450.00 inscritos solo participaron en la votación 155.275 personas, señal que la pelea de egos que representaron sus dos principales líderes desanimó de participar a la mayoría de sus militantes.
Iglesias había anunciado que dimitiría si quedaba en minoría, ahora tiene votos y argumentos para imponerse en toda la organización. Sus tesis políticas y organizativas serán las que marcarán el rumbo de Podemos en este ciclo.
Aunque las tres sensibilidades en disputa, durante la clausura del congreso, han escenificado un guión predeterminado de unidad: Iglesias prometió “unidad y humildad”, Errejón recalcó que el mandato para Podemos “es la unidad y la pluralidad”, mientras el líder de Anticapitalistas, Miguel Urban, ha destacado que la unidad no significa “uniformidad” porque esta se construye “desde el pluralismo”. Matices significativos para interpretar la unidad.
Por eso existen dudas al respecto, ya que en el equipo ganador algun@s desean una purga contra el equipo de Errejón. Si una eventual razzia se llegara a producir en contra de los errejonistas, debilitaría electoralmente a Podemos, pues enclaustraría al partido en un nicho de izquierda “dura”, impidiéndole apelar y convocar a sectores menos politizados. Por otro lado, Errejón representa a un 33% de los militantes y, probablemente, un porcentaje mayor entre los votantes al ser percibido como representante de una izquierda más transversal y plural.
Las dos principales corrientes enfrentadas en Podemos han jugado durante más de un año a negar la división mientras las grietas hacían traslucir las contradicciones en su seno. Las tensiones empezaron a cristalizarse posterior a los decepcionantes resultados de la elección del 26 julio del año pasado. El sector de Errejón culpa de aquel desaguisado a la estrategia impuesta por Iglesias y su círculo más leal, sin tomar en cuenta las opiniones disidentes al respecto. Ese malestar interno con el secretario general se incrementó por la falta de instancias institucionales para debatir las causas del fracaso electoral de Podemos que favorecieron la continuidad del Gobierno de Rajoy; descalabro que requería una autocrítica y rectificación de la estrategia aplicada del sorpasso sobre el PSOE en vez del acuerdo plural.
No es claro que el triunfo de Iglesias este fin de semana haya dirimido, por ende, el futuro de Podemos. Se han roto las confianzas personales y políticas en el tándem. Las diferencias respecto al tipo de organización, equipos y su estrategia política, entre Iglesias y Errejón no son menores, aunque ahora se minimicen bajo la consigna de la unidad. Además las heridas dejadas durante los debates previos al congreso, serán difíciles de restañar, ya que lo transformaron en una pugna entre Capuletos y Montescos o en un duelo vanitas vanitatis entre estos dos personeros.
La arrogancia de Iglesias de considerarse infalible e insistir en que dimitiría si perdía -reacción muy propia de una personalidad narcisista auto convencido de su rol providencial- puso en una disyuntiva emocional a la militancia más activa, restándole toda racionalidad al debate y ha sido interpretado como un chantaje y un preámbulo de una futura fractura traumática de Podemos, escisión entre una parte más rupturista y otra más posibilista o moderada.
Para los partidarios de Errejón, Iglesias ha virado el rumbo por su nuevo entorno y porque tiene asumido que nunca será presidente del Gobierno; que lo más importante que ha hecho en su carrera lo tiene en su pasado, no en su futuro. Creen que Iglesias ha cambiado su actitud a partir del resultado electoral de julio pasado y la pérdida del millón de votos, y que ya solo aspira a pasar a la historia, no a cambiar la historia.
Más que construir un proyecto común, Iglesias en Vistalegre II estuvo luchando por salvar su propia imagen, cuestión que conlleva necesariamente destruir al otro. Por eso no hubo posibilidad de escuchar lo que los otros estaban diciendo. Y, cuando el eje está puesto en la defensa de la propia imagen, cuando lo que se defiende es su yo, cuando se quiere hacer desaparecer al otro diferente, el que sin duda pierde es el proyecto común. Narcisismo y muerte van de la mano, tal como lo señala el mito de Narciso.
El estilo beligerante de Iglesias, su maximalismo y control total ahora de Podemos, le seguirá dificultando a este partido ser un núcleo irradiador más allá de sus fieles militantes, por tanto, la ilusión del cambio ha quedado pendiente.
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