El viejo y el nuevo año no empieza igual para todos, y aquello no es novedad. Mientras que en Chile celebramos la posibilidad de un nuevo ciclo, ya sea para la movilización de nuevas fuerzas políticas y sociales, o para la instauración de un viejo y conocido orden neoliberal, en otras partes de nuestra Patria Grande se presenta como un año decisivo para la seguridad de sus pueblos: Venezuela, Honduras, Nicaragua, Colombia, sólo por poner algunos casos. Sin embargo me quiero detener en la situación que hoy el ‘postconflicto’ colombiano presenta.
Durante el año que pasó Colombia puso en marcha los acuerdos del Dialogo de Paz que se llevó adelante entre la ex guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia – Ejercito de Pueblo (FARC-EP) y el gobierno de Manuel Santos, acuerdos que buscaban desmovilizar a la guerrilla más grande del continente y acabar con una guerra que llevaba más de 50 años a cuestas. Aquel proceso sin duda fue visto como una oportunidad única, no sólo para Colombia, sino para todos quienes creemos en un continente con mayores oportunidades.
Sin embargo todo acuerdo de paz, toda situación de ‘postconflicto’ es un acuerdo social, no sólo bastaba que dos agentes beligerantes se pusieran de acuerdo para acabar la guerra, la participación de las organizaciones sociales, civiles y políticas, así como el mundo de la empresa privada y las agencias de cooperación internacional debían también poner –desinteresadamente- sus energías y fuerzas para que resultase, y fue por eso que fuimos muchos los chilenos que de una manera u otra avalamos y apoyamos el proceso.El caso de Tumaco, unos de los corregimientos más importantes de la otrora guerrilla en la zona del pacífico es innegable. Durante el ‘postconflicto’ ha muerto más gente que durante la guerra
Pero ¿Cuáles eran las dimensiones de la guerra que amerita –al menos- nuestro interés?
Sí sólo tomamos las estadísticas registradas entre 1985 y el 2016, es decir durante los últimos 30 años del conflicto, podemos observar, según el Registro único de víctimas, 7.902.807 personas fueron afectadas, es decir cada 2 minutos hubo una víctima en Colombia, cada 16,6 minutos se asesinaba a alguien. 162.414 personas fueron desaparecidas, y otras 6.939.067 fueron desplazadas de sus tierras, por cada 19 horas se cometía un delito sexual producto de la guerra, hubieron 13.598 casos registrados, y digo casos registrados pues quienes trabajamos con este tipo de estadísticas sabemos que la ‘cifra oscura’, es decir aquella que no alcanza a registrarse, es aún mayor.
Y estos son sólo números fríos y parcializados, pues los relatos de la guerra y las huellas que está dejó en la población es aún más terrible ¿Qué estadística puede describir: nacer, vivir y morir en un campamento guerrillero sin tener la posibilidad de vivir una vida sin violencia? ¿Cómo podemos graficar ser violada por los paramilitares y luego obligada a abortar?
Lamentablemente aún no podemos tener una sistematización completa y fiable de la información del 2017 que nos ayudaría con mayor perspectiva pensar el ‘postconflicto’, sin embargo algunas “huellas” de estos podemos localizar, según el medio especializado Pacifista! Son centenares los líderes sociales asesinados durante el año que pasó.
Sumado a que las hectáreas de coca no han dejado de crecer (este es un problema central del momento histórico de la guerra, pero que no profundizaremos por ahora), y como bien nos muestra el Informe Anual del Comité Internacional de la Cruz Roja “Retos Humanitarios 2017” la re-articulación de disidencias de las FARC-EP en nuevos grupos armados, la presencia importante aún de grupo paramilitares, las llamadas Bandas Criminales y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, han mantenido el conflicto armado a veces de manera soterrada, otras abiertamente por el control del territorio y las rutas de comercialización que la coca genera y que las FARC-EP dejaron luego de los acuerdos de la Habana.
El caso de Tumaco, unos de los corregimientos más importantes de la otrora guerrilla en la zona del pacífico es innegable. Durante el ‘postconflicto’ ha muerto más gente que durante la guerra, en este corregimiento ha habido durante el año pasado desplazamientos masivos de campesinos, ha aumentado el número de plantaciones de coca por hectárea, masacres por parte del ejército a la población civil (7 fueron asesinados en un protesta pacífica el pasado 5 de octubre), durante el 30 de diciembre los grupos armados obligaron a los comerciantes a asistir a una reunión donde se fijó una nueva “tarifa” a los impuestos de la guerra, y en las últimas semanas, contando el 31 de diciembre y el 1 de enero los homicidios entre bandas rivales alcanzaron su nivel más alto, dejando a una población al alero de la suerte del hierro, del más fuerte.
Sin duda el año nuevo no comienza igual para todos y es tarea de todos y todas que el 2018 sea uno de mayor prosperidad, por eso no podemos ser indolentes a lo que hoy le suceden a nuestros pueblos hermanos, en especial al pueblo hermano de Colombia que hoy más que nunca busca y desea la paz.
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