El doctor Kai Chan describe un método para medir la utilidad o eficacia —me atrevería a decir también relevancia— de una lengua de acuerdo con cinco criterios: geografía, economía, comunicación, conocimiento y diplomacia. El factor geográfico considera los países en los que se habla una lengua, el área terrestre y los turistas que llegan a ella. El factor económico considera el PIB, el ingreso per cápita, las exportaciones, el mercado de divisas y la composición SDR. El factor comunicativo considera los hablantes nativos, los hablantes de segunda lengua, el tamaño de las familias y los turistas que salen. El factor cognitivo-mediático considera el contenido de Internet, las películas estelares, las quinientas universidades mejor posicionadas y las revistas académicas. El factor diplomático, por último, considera el FMI, la ONU, el Banco Mundial y un conjunto de diez organizaciones supranacionales.
Hay dos aspectos específicos del factor cognitivo-mediático sobre los cuales estoy influyendo con mi actividad de escritura: el contenido de Internet y las revistas académicas. Chan fue consultado en una charla acerca de por qué no había incluido los libros publicados y traducidos en el índice y respondió que estos datos no están fácilmente disponibles en Internet, así que deberemos esperar hasta que hayan sido recolectados para incorporarlos. Desde una focalización cuantitativa, mi impacto es mínimo porque, aún cuando escriba alrededor de mil palabras al día (lo que suma unas doscientos sesenta mil al año = tres libros en un año y ciento veinte en cuarenta), este número no aporta con más que un grano de arena al conjunto total de textos escritos en castellano. El impacto solamente será significativo en cuanto que yo produzca textos de calidad. Privilegiar la calidad no implica sacrificar la cantidad, puesto que 1) una práctica sostenida colabora con una calidad que mejore progresivamente y 2) resulta deseable producir la mayor cantidad posible de textos con buena calidad. Una producción de gran volumen y de buena calidad ayudará, sin duda, a mejorar el factor cognitivo-mediático del castellano.
En el índice de Chan, aplicado con los parámetros actuales, el castellano ocupa el 4to lugar (con 0,329 puntos) de la tabla después del inglés (0,889), el mandarín (0,411) y el francés (0,337). El inglés, de hecho, se ubica en el 1er lugar del factor cognitivo-mediático y de todos los demás, de manera que su puntaje global lo ubica no solo un lugar por encima del mandarín, sino que a una importante distancia (0,889 contra 0,411). El castellano tiene como factor más influyente el diplomático (0,950 puntos = 3er lugar), lo que vuelve débil su posición tan elevada en la tabla. En cuanto al factor geográfico, alcanza un puntaje de 0,438 (3er lugar); en cuanto al comunicativo, 0,319 (3er lugar); en cuanto al económico, 0,207 (5to lugar); en cuanto al cognitivo-mediático, 0,081 (7mo lugar). El inglés ocupa el 1er lugar en el factor cognitivo-mediático (0,942) y es seguido desde muy lejos por el hindi (0,167), el cual dobla el puntaje del castellano para el mismo factor y solamente ha sumado puntos sobre la base de las películas estelares (!). En pocas palabras, el factor cognitivo-mediático del castellano a nivel global resulta mediocre cuando es comparado con las diez lenguas más relevantes del mundo.
Me parecen notorias, por cierto, las diferencias de calidad entre la Enciclopedia Británica y la Enciclopedia Espasa-Calpe o entre el Diccionario Oxford y el Diccionario de la Real Academia Española o entre la Wikipedia en inglés y en castellano: incluso tengo la impresión de que los blogs contienen menos errores ortográficos y están mejor escritos en inglés que en castellano. Estas diferencias de calidad no tienen tanto que ver con los estilos de redacción cuanto con las ideas y la disciplina intelectual que hay detrás de cada texto. En las culturas hispana y anglicana circulan manuales de redacción focalizados en el estilo, pero algunas de sus recomendaciones resultan dudosas cuando no opuestas a lo que se espera de una escritura de calidad. Así ocurre con la recomendación de utilizar siempre la 3ra persona para los verbos en castellano o la de no comenzar un enunciado con una conjunción en inglés.
Me parecen notorias, por cierto, las diferencias de calidad entre la Enciclopedia Británica y la Enciclopedia Espasa-Calpe o entre el Diccionario Oxford y el Diccionario de la Real Academia Española o entre la Wikipedia en inglés y en castellano
Contribuyo, por ende, al mejoramiento en la calidad de los textos escritos en castellano produciendo yo mismo textos de buena calidad y sirviendo como ejemplo para hablantes nativos y, especialmente, para hablantes no nativos que escriban en castellano. El aspecto fundamental, me parece, para producir textos de la más alta calidad es la exposición de ideas originales fundamentadas de manera estricta y lógica. Estas ideas resultan mejor expuestas, por cierto, cuando se presentan como una convicción personal en lugar de como un hecho separado de quien escribe. Este es, por cierto, el propósito que formulé cuando inauguré mi perfil en Patreon. La intuición me hizo pensar en el inglés y el mandarín como los «gigantes» con los cuales compite el castellano y el índice de Chan me ha permitido visualizar numéricamente el desafío: es enorme.
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