Quizás una de las características más relevantes del Gobierno y de la administración gubernamental instalada en el país a partir del año 2010, ha sido su marcada inclinación y predilección por entender la realidad nacional y del mundo desde una perspectiva económico/administrativista, en la que, en términos tanto del imaginario como de su praxis gubernamental, se hacen equivalentes la administración empresarial privada con la gestión administrativa y política del Estado.
Reflejo de ello han sido los ingentes esfuerzos por diseñar e implementar políticas públicas orientadas a avanzar en el desarrollo nacional mediante una mejorada administración del mercado y sus regulaciones, impulsar el crecimiento y el emprendimiento económico a los más diversos niveles, etc. Por oposición, su debilidad estructural ocurre al enfrentar conflictos laborales, gremiales, sociales y/o políticos.
Ahora bien, esta operatoria administrativista del Gobierno se ha manifestado también en el área de la política exterior y, más específicamente, en el de la Cooperación Internacional desarrollada por nuestro país. La visión del mundo, de las relaciones de cooperación y de los instrumentos de ayuda y solidaridad externa, han estado marcados por una predisposición constante a gestionar la cooperación internacional como una incansable sucesión de viajes a eventos donde lo central es la administración formal de los bienes e insumos disponibles para el inventario exterior de nuestro país, haciendo un símil con la administración interna nacional e, igualmente, desatendiendo los componentes no materiales o económicos de las relaciones de cooperación. Asimismo, dicha sucesión de organizados eventos, por su naturaleza, nacen, culminan y mueren, en el acto mismo en que se producen y consumen tales eventos, limitando a su expresión más insustancial e intrascendente la política exterior de cooperación.
Pero, sin duda, el nuevo modelo desarrollado e impulsado por Chile en materia de cooperación internacional también ha tenido frutos positivos. Son innumerables las instituciones y organizaciones extranjeras o internacionales, bilaterales y multilaterales, que se han visto beneficiadas por el aporte financiero y no financiero de nuestro país en términos del apoyo que las actividades o eventos han significado para la imagen de éstas, sus propias agendas de compromisos, acuerdos y redes concertadas. Todo, gracias al desinteresado aporte de nuestra cooperación. Desde esta perspectiva, la cooperación chilena ha sido desinteresada y generosa con los recurso fiscales al, por así decirlo, tender el mantel, proveer los insumos y atender a los comensales de una cena en la que escasamente desempeña un papel formal.
Por todo ello y más, es posible considerar que, como nunca antes en nuestra historia republicana, se ha venido desarrollando una exitosa Cooperación Internacional formal e intrascendente, carente de contenido sustancial y de proyección en el mediano y largo plazo para las relaciones e intereses internacionales del país.
La cooperación chilena ha sido desinteresada y generosa con los recurso fiscales al, por así decirlo, tender el mantel, proveer los insumos y atender a los comensales de una cena en la que escasamente desempeña un papel formal.
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Foto: www.fotopresidencia.cl
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ruevalm
Excelentes textos don Eugenio. Totalmente de acuerdo con su comentario, parte de haber trasformado al país en un bien de consumo más, un simple producto a la venta en el mercado internacional, saludos.