Anoche Francia y el mundo se condujeron de forma inesperada: La interrupción ontológica de la realidad en aras de la «eu-topía». Ayer París pareció más luminosa que nunca y el presidente Hollande encarnó al ciudadano-nación. Luego de la sobria ebrietas ¿Cómo despertamos hoy día?
Luego de tres días de espanto, vino la respuesta de millones en forma de marcha silenciosa y también de quienes —buscando diferenciarse— trataron de empalagar el zeitgeist, como por ejemplo Marine Le Pen al pedir reestablecer la pena de muerte. Como escribió Rodríguez Elizondo en El Mostrador: “Afortunadamente, el país no privilegió esas voces anticlimáticas”.
Fue la jornada de los buenos sentimientos. Jefes de estado de democracias fuertes y débiles. También representantes de estado de quienes han criticado las libertades como los Emiratos, Argelia, Gabón, Rusia o Turquía. Todos a quienes «Charlie Hebdo» alguna vez fustigó.
Pero no fue sólo París. También Lyon, Burdeos, Marsella y más allá: 100 mil en Sídney, 18 mil en Berlín, Roma, Londres, Madrid, Montreal, Beirut, Ramala y cientos aquí en Tel-Aviv y Jerusalén. En todos lados, mujeres, hombres y niños consternados hemos dejado de repetir nuestras consignas y simplemente nos hemos condolido.
Las cifras indican que hubo 3,7 millones de personas en las calles francesas y decenas de miles de lápices apuntando hacia las estrellas, sin incidentes.
Y aunque el poder de lo simple parece imbatible, no me engaño, no creo haber sido testigo del inicio de la revolución del lápiz. Sin embargo, sea que ese espíritu se marchite hoy, o ya sea que se trate de una insurreción republicana que florece, no importa: los millones han marchado.
¿Qué explica la presencia de cincuenta jefes de estado y gobierno ayer en París y no en Nueva York el 2001, Madrid el 2004 o Londres el 2005, con más pérdidas de vida? se cruzan varias respuestas posibles.
En un meritorio programa organizado la noche del domingo por France 2 y Radio France, en homenaje a las víctimas de «Charlie Hebdo» y la tienda kosher, en presencia del Ministro de Cultura, el comediante Christopher Alévêque lo explica:
“Si on m’avait dit en début de semaine, dimanche, tu vas défiler avec Angela Merkel et Nicolas Sarkozy, j’aurai répondu: Arrête la drogue!”
Ni allá en Francia, ni acá en Israel, ni tampoco el resto de los países despertaron hoy absueltos de crisis de todo tipo. Pero algo sucedió ayer domingo, allá en la Plaza de la Republica, acá en la plaza Francia: el imperio de la libertad, igualdad, fraternidad y quizás también, del laicismo.
Más allá del chiste, eso de ‘todos somos’ tiene sus complejidades. Bertrand Holtrop, caricaturista de «Charlie Hebdo», dijo que se sentía feliz porque gente de todo el mundo marchó para defender la libertad de expresión. Pero consultado por el apoyo de políticos controversiales, como Geert Wilders (extrema derecha holandesa), él respondió: «Nosotros vomitamos en todas aquellas personas que de repente dicen ser nuestros amigos», y agregó “Tenemos un montón de nuevos amigos; El Papa, la reina Isabel, Putin, tengo que reírme de eso”. Holtrop sólo está vivo porque no estaba en la oficina cuando ocurrió el crimen.
La repuesta puede iniciarse porque a diferencia de ocasiones anteriores, Occidente ha percibido un límite contra el integrismo religioso, pero en particular contra la libertad de pensamiento y de expresión; contra el ideario vigente de la República y la fraternidad acaecido en su baluarte simbólico.
¿Fue algo prodigioso o solo políticamente correcto?, algo que nadie pensaba que podría ocurrir en este siglo atiborrado de criticas a la modernidad. En un país atormentado por el dolor y las dudas fue un momento de reafirmación del proyecto inconcluso de la Ilustración.
¿Desde cuándo el más criticado presidente de Francia del último tiempo es ovacionado? «Putas… se siente bien», resumió pitufo gruñón, imitado por Christophe Alévêque al finalizar su rutina en el programa de homenaje.
Si hubo hipocresía, en realidad no importa pues quedarán secuencias genuinas más allá del calculo como la de Samuel Sandler, padre y abuelo de tres víctimas judías apoyando en Dalil Boubaker, rector de la Gran Mezquita de París (y un acido crítico de «Charlie Hebdo»). Lo nunca visto.
¿Qué vendrá? Una revolución pintarrajeada, el pragmatismo, el cálculo electoral, las necesidades de la realpolitik o simplemente el recuerdo de una gigantesca marcha con representantes de más de 100 países.
Ni allá en Francia, ni acá en Israel, ni tampoco el resto de los países despertaron hoy absueltos de crisis de todo tipo. Pero algo sucedió ayer domingo, allá en la Plaza de la Republica, acá en la plaza Francia: el imperio de la libertad, igualdad, fraternidad y quizás también, del laicismo.
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