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La biblioteca de Duane

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El Sereno comenzó como un restaurante, pero quizá la creación culinaria no fue más que un pretexto para tener la biblioteca siempre ahí, a la mano. Duane Carter era un hombre de libros, de hierbas aromáticas y buen gusto. Su restaurante se convirtió, a mediados de los ´80, en un punto de reunión para sus amigos, pero también para los adeptos a la buena mesa y a los generosos vinos de su bodega. Allí llegábamos con la confianza de salir siempre satisfechos de esa experiencia, mezcla de arte y gastronomía.

El Sereno, en La Antigua Guatemala, era el único restaurante al cual podía llegar con Rosina, mi primer rescate perruno. Rosina era una diminuta schnauzer educada como princesa y Duane le daba entrada a su recinto sin el menor reparo. En esos mediodías sabatinos se conversaba de todo y el tiempo transcurría con la lentitud de las sobremesas interminables en medio de la modorra antigüeña.

Duane Carter era ciudadano estadounidense quien, al establecerse en Guatemala, se fue convirtiendo en uno de los promotores culturales más importantes. El Sereno, a su vez, fue, más que restaurante, una galería de arte, una sala de conciertos y un escenario para quien deseara compartir sus creaciones. Generoso como pocos, llegó para abrir oportunidades a las nuevas generaciones de artistas y compartir con su público la riqueza cultural del momento.

Su muerte en un accidente automovilístico creó, por lo tanto, un enorme vacío y ello fue motivo para que un grupo de sus amigos decidiera crear la Fundación Cultural Duane Carter y así honrar su memoria. Su biblioteca, enriquecida por él mismo y también gracias a las donaciones de su círculo cercano, fue el proyecto central de esta organización, con el propósito de brindar a la población de la región una oportunidad de tener acceso a esta enorme riqueza literaria. En ella se encuentran hoy todos sus libros en español, más otros muchos donados por particulares y editoriales durante estos 20 años.

Ha pasado ya un par de décadas desde ese primer paso y, como nos relata la fotógrafa María Cristina Orive, una de sus promotoras más activas e incondicionales, decenas de alumnos de escuelas y colegios de La Antigua y sus alrededores visitan la biblioteca cada día. Quizá la supervivencia de esta biblioteca se deba a la perseverancia de quienes llevan la batuta de la Fundación, porque este recinto, actualmente ubicado en el segundo nivel del Portal de las Panaderas N°2 —local prestado por el Banco de Guatemala—, ha pasado, como todo centro cultural, por momentos difíciles.

Ha pasado ya un par de décadas desde ese primer paso y, como nos relata la fotógrafa María Cristina Orive, una de sus promotoras más activas e incondicionales, decenas de alumnos de escuelas y colegios de La Antigua y sus alrededores visitan la biblioteca cada día

Iniciativas como esta hay otras en Guatemala. Y sin duda alguna, comparten las mismas dificultades para encontrar apoyo, financiamiento y oportunidades de crecimiento. Sin embargo, gracias a estas bibliotecas y centros culturales creados por personas preocupadas por la educación de la niñez y la juventud, las nuevas generaciones tienen acceso a un universo de conocimiento que de otro modo les sería totalmente ajeno.

Duane Carter podría sentirse orgulloso de saber que sus libros, tan cuidadosamente atesorados, constituyen una fuente de riqueza y sabiduría para miles de niñas, niños, adolescentes y adultos que cruzan el umbral de su biblioteca. Si desean visitarla, háganlo. Se los recomiendo.
Fuente: Prensa Libre.

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