El pueblo palestino, que carecía de una dirección uniforme, no creó su Estado y no pudo ser capaz de evitar la creación del Estado de Israel. En 1948, este «Estado terrorista» expulsó a punta de pistola y guerra psicológica al 90% de la población de Palestina, ante la indolente mirada de los británicos que aún controlaban la zona y de la comunidad internacional.
En los últimos días hemos sido testigos de una nueva ofensiva militar de Israel sobre Palestina, pero lo cierto, es que la ofensiva ya lleva 65 años con la creación de un Estado terrorista.
Un Estado «creado» por la declaración de Balfour en 1917 (sin el apoyo del imperio británico, es muy difícil que el sionismo haya podido lograr sus objetivos) que ha sido un satélite de los intereses de Occidente en la zona, fue posible gracias a la ocupación de los británicos del territorio palestino en ese año.
Cuando esta declaración fue aprobada por la Liga de las Naciones, constituyó un gran triunfo para el sionismo internacional que en ese momento era una enorme minoría dentro de los judíos del mundo. Tanto es así, que el documento fue rechazado de forma tajante por el único miembro judío del gobierno británico, Edwin Montagu. Montagu realizó una fuerte y clara diferencia entre judaísmo y sionismo, ya que este último daba razón al antisemitismo al considerar a los judíos de Europa como inasimilables al cuerpo social de cada país.
Tan importante era para los intereses británicos la instalación de un Estado judío, que por aquellos años Weizmann (que sería el primer presidente de Israel) declaraba que «Una Palestina judía sería una salvaguarda para Inglaterra, en particular con el Canal de Suez.»
Esta declaración en ningún momento menciona al pueblo palestino, siendo que este representaba más del 90% de la población del territorio y era propietario del 97% de la tierra. De hecho, se refería a este pueblo como «comunidades no judías de Palestina», omitiendo cualquier derecho político. «Una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra» sostenían los partidarios de ésta. Para fundamentar la limpieza étnica en Palestina el sionismo se sostuvo en la Biblia, tal cual lo hizo el colonialismo británico.
El pueblo palestino, que carecía de una dirección uniforme, no creó su Estado y no pudo ser capaz de evitar la creación del Estado de Israel. En 1948, este «Estado terrorista» expulsó a punta de pistola y guerra psicológica al 90% de la población de Palestina, ante la indolente mirada de los británicos que aún controlaban la zona y de la comunidad internacional.
Así, surge la heroica resistencia de un pueblo que, increíblemente con los antecedentes de la creación de este Estado, no se opone a su existencia. Tampoco tiene demandas antisemitas, ni religiosas o de remembranzas bíblicas. Lo que busca este pueblo es recuperar las tierras asignadas para ellos, incluso de manera injusta y desventajosa, para construir en ellas su Estado, algo negado por Israel durante todos estos años.
La respuesta a esas demandas ha sido un apartheid vergonzoso ante la mirada de toda la comunidad internacional, desplazados, destrucción constante de los ya disminuidos territorios palestinos, un bloqueo que hace difícil hasta la entrada de papel higiénico a Palestina, la tolerancia de la comunidad internacional hacia el Estado que, de forma más recurrente, viola el derecho internacional junto con su gran aliado con asesinatos, etc. Una historia conocida.
La Franja de Gaza, en estos días bombardeada, es uno de los territorios con mayor densidad de población en el mundo, cruzada por una eterna muralla que la hace ser la «cárcel más grande del mundo».
Cuesta magnificar la crueldad de lo que ocurre en Palestina, sobre todo cuando hay un lobby internacional muy fuerte para justificar lo que a toda vista es un genocidio. Y, para justificar este genocidio, se tiende a relativizar los hechos o a tratar de lograr una «igualdad» realmente patética.
Los que han defendido las acciones de Israel contra el pueblo palestino se afirman en los ataques de misiles que caen sobre territorio israelí. Lo justifican en una guerra, pero una guerra de un pueblo que no tiene ejército contra otro pueblo que tiene el noveno ejército más grande del mundo, y que es el principal recepcionista de ayuda estadounidense (aunque hagan el show mediático de cerrar la embajada) no es una guerra, es una masacre. Y para más, parecen hasta relativizar el terrorismo, ya que las autoridades israelíes acusan una autodefensa contra el terrorismo siendo que, varias de las autoridades de Israel participaron activamente de grupos terroristas, como Shimon Peres en el grupo Hagana, en donde hacía explotar a civiles palestinos, algo por lo que varias autoridades israelíes han sido condecoradas.
Cabe señalar que el sionismo ha tenido siempre una gran resistencia dentro del mundo judío, y que nadie niega el legítimo derecho que puede tener el pueblo judío de construir un Estado, que ya ha construido no de la mejor forma. Pero no puede negarle el mismo derecho a otro pueblo, masacrar a su gente y su historia.
Además, es preocupante de por sí el apoyo a un Estado que se declara abiertamente sionista y a un lobby perseguidor de todo aquel que cuestione las acciones de este Estado como ha sucedido injustamente con el humorista Dieudonné en Francia. Por ello, sería interesante un gesto de humanidad de la comunidad judía en Chile, más allá de las ambigüedades, condenando la violencia de ambas partes, pero solicitando la vuelta a las fronteras anteriores a 1948, como saben que debería ser.
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