Mi madre tiene una amiga, en Córdoba, que hizo una promesa: “estoy dispuesta a vivir cinco años menos para que no gane Cristina”. Se trata de una anécdota. Real, pero es solo una anécdota. En todo caso, no deja de graficar el voto rechazo que genera Cristina Fernández en un sector significativo de la sociedad argentina. Más aún si se considera que la señora en cuestión lejos está de ser “gorila” –como se refieren los peronistas a los antiperonistas viscerales, golpistas; ella ha sido votante peronista casi toda su vida.
El resultado de las elecciones legislativas del domingo 22 de octubre dieron un importante triunfo al Gobierno de Macri. Análisis apresurados hablan del fin de un ciclo, de un giro copernicano en la política argentina. No lo comparto; es demasiado pronto sacar juicios categóricos en una política movediza como la argentina. No obstante, el resultado es significativo. Para empezar, es la primera derrota electoral de Cristina Fernández y, muy importante, en el distrito electoral más importante del país (Buenos Aires) en donde pensaba ganar por un mínimo 1% y finalmente perdió por poco más de un 4%. El gobierno ganó, además, en la Capital Federal (Carrió obtuvo casi el 51%), en Santa Fe, Córdoba y Mendoza, por nombrar los más importantes, y en otros 13 distritos. Entre ellos, el de Salta donde gobierna el peronista (no kirchnerista) Urtubey.
Como en otras ocasiones, la gran pregunta de la política argentina es que pasará con el peronismo. Si Cristina Fernández insiste en liderar una coalición aliada con el peronismo, habrá que ver qué hacen los debilitados liderazgos que parecían ser la renovación.
Con ello, el gobierno logra respaldo al impulso de sus reformas aunque no tiene mayoría absoluta ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados. Pero queda mucho paño que cortar. Cristina Fernández obtuvo el 37% en Buenos Aires y un 22% a nivel nacional. Un caudal electoral y un capital político nada despreciable más aún si se considera el pobre resultado de Randazzo (poco más del 5%) y la debacle electoral del massismo que perdió 16 escaños. Sigue siendo el principal referente de la oposición y así lo dijo en el discurso en donde reconoció que no había ganado: ella quiere encabezar la construcción de un referente que lidere la oposición al gobierno de Macri.
En este escenario, se plantean varios dilemas:
- Para el gobierno, no caer en la tentación de pensar que el respaldo ciudadano es un “cheque en blanco” para Macri; los resultados son, ante todo, un voto de rechazo a Cristina Fernández. El llamado de gobierno a construir grandes acuerdos parece despejar este peligro.
- Para el peronismo dialogante (y también para el massismo), el querer tener una relación civilizada con el gobierno ha sido costosa y los ha dejado en un mal pie acorralados entre un gobierno que crece a costa de su electorado y por un kirchnerismo que si bien baja en su apoyo electoral, sigue siendo el principal referente.
- Para el kirchenrismo, será difícil crecer pero tampoco se puede asegurar que su apoyo baje significativamente en el corto plazo. Su electorado es muy fiel y muy polarizado. No es tan claro que el escenario judicial de Cristina Fernández y de algunos de sus colaboradores merme de manera importante su respaldo.
Como en otras ocasiones, la gran pregunta de la política argentina es qué pasará con el peronismo. Si Cristina Fernández insiste en liderar una coalición aliada con el peronismo, habrá que ver qué hacen los debilitados liderazgos que parecían ser la renovación ¿Cederán y se sumarán a la iniciativa arriesgando una derrota arrestada por el rechazo a Cristina y permitir un segundo gobierno de Macri? O competir por separado y perder (un ejemplo: la provincia de Chaco, tradicionalmente peronista, en donde ganó Cambiemos porque peronismo y kirchnerismo fueron separados)
Si analizamos los antecedentes, es difícil que Cristina Fernández ceda. Ya se restó de una posible interna con Randazzo en las PASO. No son pocos los que sostienen que su insistencia en colocar a Aníbal Fernández facilitó el triunfo de María Eugenia Vidal, actual gobernadora de Buenos Aires; que su escaso respaldo a Scioli alejó al votante peronista. Hay que recordar que Macri ganó por paliza en las presidenciales en una provincia -la de Córdoba- gobernada por el peronismo lo que le permitió ganar la presidencia hace dos años.
Un escenario como el descrito es favorable para el gobierno. Pero queda mucho camino por recorrer hasta el 2019.
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