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El hard-Brexit a la deriva en Gran Bretaña

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La primera ministra británica Theresa May convocó a elecciones generales extraordinarias para fortalecer su capacidad de negociación ante la Unión Europea. Pero, los resultados obtenidos pueden acabar siendo un boomerang político para ella. May afirmó que las negociaciones en torno al Brexit empezarán el 19 de junio como estaba previsto. Por otro lado, Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, recordó a Londres que el artículo 50 del Tratado de Lisboa ya se ha activado y que es necesario que el proceso termine antes de marzo de 2019.

Los diplomáticos y la prensa europea han descrito los resultados de las elecciones como “un nuevo gol en su propio arco”. Además han manifestado que el veredicto de las urnas “complican todavía más unas negociaciones que ya eran complicadas de por sí”.

Es innegable que la estrategia de May ha fracasado estrepitosamente. El objetivo del adelanto electoral era sencillamente aprovecharse de la supuesta debilidad electoral del partido laborista para extender su gobierno en el tiempo y consolidar su posición de poder tanto hacia dentro (su partido y el Parlamento) como hacia fuera (de cara a las negociaciones con la UE). Tras el 8 de junio, la Cámara de los Comunes será más hostil hacia el gobierno, puesto que los conservadores ahora no dependen de sí mismos para legislar en Westminster, y es previsible que la decepción con los resultados dentro de su grupo parlamentario estimule el ruido de sables contra ella. «Los tories se vuelven contra May», titulaba en portada el Daily Mail. «May contempla el abismo», tituló The Times.

El gobierno de May ha quedado devastado y desorganizado –dos de sus principales asesores han renunciado- y han dejado al laborismo de Jeremy Corbyn en ascenso recuperando 31 escaños (3,5 millones de votos y 9,5 puntos porcentuales más que hace dos años) solo es comparable en magnitud al provocado por la elección de Clement Attlee en 1945.

Al nacionalismo escocés le han dado una paliza. Los Liberales Demócratas disminuidos. El Ukip ha quedado destruído, obligando al líder del eurófobo y antiinmigración UKIP, Paul Nuttall, dimitir tras el mal resultado obtenido, en las que no ganó ningún escaño y redujo al 1,8 % su porcentaje de voto, debido a que el Partido Conservador logro atraer a los votantes euroescépticos de UKIP.

Y, lo más alarmante, la estabilidad del gobierno dependerá de un grupo fundamentalista de Irlanda del Norte: el DUP (Partido Unionista Democrático) poblado de reaccionarios de extrema derecha, fervientes partidarios del brexit, contrarios al matrimonio gay y al aborto. Su extremismo religioso les lleva a negar la teoría de la evolución. Su posición contrasta con la nueva Cámara de los Comunes que cuenta con un récord de diputados gays: 45, de los que 19 son tories, quienes no permitirán que los derechos en vigor desde 2014 queden ahora limitados por los extremistas de Irlanda del Norte.

Mientras tanto, Corbyn se ha fortalecido, a pesar de las zancadillas y emerge como alguien que se ha enfrentado a sus propios compañeros del laborismo por defender posiciones más avanzadas hacia la izquierda. Es lo mismo que ha ocurrido en España con Pedro Sánchez quien ha desbordado a la vieja dirigencia del PSOE.

El gobierno de May ha quedado devastado y desorganizado –dos de sus principales asesores han renunciado- y han dejado al laborismo de Jeremy Corbyn en ascenso recuperando 31 escaños.

El éxito de los laboristas se explica en gran medida en que lograron cambiar los términos del debate durante la campaña. Por un lado, la Primera Ministra repitió machaconamente el mensaje de que estas elecciones eran para elegir un líder fuerte (ella, obviamente) que pudiera negociar en mejor posición con la Unión Europea. Por otro lado, Corbyn renunció totalmente a competir en el asunto del Brexit, a pesar de que un 48% del electorado votó por quedarse en la UE, desplegando una campaña centrada fundamentalmente en la justicia social, las políticas sociales y la desigualdad y, de modo inesperado, consiguió determinar la agenda de la campaña. El programa de Corbyn: «For the many, not for the few», lo diferenció claramente de los planteamientos económicos neoliberales de los tories.

Los jóvenes, que fueron los que más activamente se opusieron al Brexit y a las políticas de recortes sociales y las profundas desigualdades que muestra claramente la sociedad británica, masivamente se volcaron a votar por los laboristas. Influyó en ello la propuesta sobre la gratuidad de la enseñanza universitaria, teniendo en cuenta que la deuda media de los estudiantes universitarios al graduarse en Gran Bretaña es de 44.000 libras.

Según Sky Data, los jóvenes entre 18-34 años votaron por los laboristas un 63% y por los conservadores un 27%, en tanto que en el grupo de 35-54 años optaron por los laboristas un 43% y por los conservadores una cifra similar, mientras que en los mayores de 55 años los laboristas solo tuvieron un 23% de respaldo y los conservadores un 59%. Muy pocos de sus sufragios son aportados por los mayores de 65 años: solo un 16%. En todas las elecciones coincide que los más jóvenes apuestan de forma acentuada por lo nuevo y antiestablishment (EEUU, Francia, UK, España…), mientras que los más viejos optan por partidos conservadores.

Una hipótesis es que se acentúan los cleavages que dividen a la población entre jóvenes/mayores y ganadores/perdedores que están alterando los sistemas políticos. Digitalización y brecha social hace que los jóvenes y adultos acomodados digitales -en contraste a los analógicos acomodados y empobrecidos-buscan nuevos partidos y son porosos a nuevas ideas.

Por último, lo que parecen mostrar los datos es que hay un fuerte componente «demográfico / residencial» en este cambio de preferencias políticas de los británicos. Son las zonas más densamente pobladas (las urbanas) y las más jóvenes que más han mirado hacia los laboristas. Todo indica que la desigualdad instalada en el Reino Unido ha sido el factor estructural que está haciendo que la dirección del viento cambie de rumbo, al desvelar al Partido Conservador en toda su crudeza. Una derecha prepotente, rancia, manipuladora, agresiva que hace de la mentira su asidero para gobernar. No es extraño, entonces, Liar, liar, le canta la canción. , se hubiese hecho viral.

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