Los foros y organismos internacionales no pueden continuar siendo una palestra para declarar buenas intenciones, que finalmente no quedan en nada, no pueden continuar siendo espacios para que cada partido se limite a contar la situación en su país, cual grupo de autoayuda. Deben ser un espacio de coordinación de acciones concretas de solidaridad, además organismos de control y coordinación de la voz de partidos socialistas y progresistas a nivel mundial.
Las palabras de Beatriz Talegón, Secretaria General de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas –IUSY, por sus siglas en inglés- ante el Consejo Mundial de la Internacional Socialista, celebrado recientemente en Portugal, llegan en un muy buen momento. Una crisis económica en Europa, que es consecuencia, entre otras cosas, de una complicidad de gobiernos socialistas en la administración de un modelo capitalista neoliberal; un devenir de poca voluntad de transformación de los mismos partidos socialistas o de corte progresistas en gran parte del mundo; procesos políticos y sociales en América Latina, encabezados por nuevas fuerzas de izquierda (Ecuador, Uruguay, Bolivia, etc.) y una campaña presidencial ad portas de arrancar en Chile, con una socialista como la figura mejor posicionada, dan un marco de reflexión fundamental sobre la dimensión ética que un socialista debe mantener, así como de la necesidad de combatir el sentimiento de autocomplacencia que suele invadirnos.
La frase que más resonó en la intervención de la líder juvenil fue “¿qué revolución pretendemos hacer desde un hotel de 5 estrellas?”. Al respecto, debemos comenzar aclarando que esta sentencia no guarda relación con que un militante o dirigente tenga que hacer votos de pobreza franciscana por el solo hecho de ser de izquierda. Se trata, más bien, de comprender cómo y dónde destinamos nuestros recursos, nuestras energías y nuestras fuerzas para cumplir el objetivo de transformar la sociedad, además de apelar a una dimensión ética del ser de izquierda, de combatir el acomodo, la autocomplacencia y el vivir de glorias pasadas, apuntando siempre al espíritu crítico y al inconformismo.
El capitalismo, ha mantenido a la humanidad en una crisis permanente, provocando explotación, abusos, desigualdad, individualismo, egoísmo, exitismo. Y como ya se ha dicho en todos los tonos y formas, muchas veces con la complicidad de conducciones políticas socialistas o de izquierda.
La superestructura mundial de partidos socialistas –la histórica “Internacional”-, hoy no está en condiciones de enfrentar esta situación, y los partidos del ala progresista en Chile –PS, PPD y Partido Radical-, por cierto que tienen su cuota de responsabilidad. No sólo por sumarse a la lista departidos que en el último tiempo cayeron en un acomodo al sistema, sino que también por ser parte de la mantención del statu-quo en la Internacional, apoyando la conducción de la organización que nuevamente ha recaído en Yorgos Papandreu como presidente (sí, el mismo que gobernaba en Grecia cuando explotó la crisis), y en el Chileno Luis Ayala, quien se ha mantenido más de 20 años en el cargo como Secretario General, sin duda alguna un triste record.
Sin embargo, los jóvenes no nos conformaremos con repetir una y otra vez el diagnóstico, no queremos ser parte del problema, queremos ser parte de la solución. Casos como la primavera árabe, el movimiento “Yo soy 132” en México, las movilizaciones estudiantiles en Chile y Colombia, o el propio discurso de Beatriz Talegón ante los “líderes del socialismo” en el mundo, muestran cómo ha sido desde la juventud que se han planteado las grandes ideas de rechazo al sistema y cómo también podemos estar a la altura cuando se trata de proponer e impulsar soluciones. Así, la hoy escasa militancia política juvenil debe asumir un rol mucho más crítico y movilizado frente a los escenarios de inconsecuencia y alejamiento de las ideas progresistas de sus partidos. Las juventudes políticas de antaño eran, por un lado, las grandes escuelas de formación política de la juventud, pero además eran la voz de la conciencia de sus propios partidos, aplicando claridad política ahí donde, al calor de ciertas épocas, ésta parecía esquiva (véase el rol que la Juventud Socialista de Chile jugó en los últimos momentos del gobierno popular de Salvador Allende). Hoy, la militancia juvenil puede y debe asumir el desafío de recuperar esos roles.
Volviendo al tema central, hemos de señalar que la Internacional Socialista -en cuanto superestructura de partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas en el mundo-, es hoy un elefante blanco sin ninguna capacidad de reacción frente a los acontecimientos mundiales. ¿Podemos las juventudes políticas impulsar una reforma en un organismo otrora fundamental en acciones de solidaridad con países como Chile en los años 70? Por cierto que podemos, y en IUSY estamos trabajando para ello. Los foros y organismos internacionales no pueden continuar siendo una palestra para declarar buenas intenciones, que finalmente no quedan en nada, no pueden continuar siendo espacios para que cada partido se limite a contar la situación en su país, cual grupo de autoayuda. Deben ser un espacio de coordinación de acciones concretas de solidaridad, además organismos de control y coordinación de la voz de partidos socialistas y progresistas a nivel mundial.
Para esto, es también fundamental que las organizaciones desarrollen una política internacional, fijando posiciones que superen el sentido común que señala que la política exterior es “un asunto de Estado”, vetando el necesario debate político sobre el tema. Es necesario, además, que la política internacional deje de verse como un tema de élites. La revolución de las comunicaciones nos permite hoy crear injerencia en todos los asuntos públicos, y contar con la masa crítica para que las relaciones exteriores dejen de ser monopolio del gobierno de turno, y de esta forma saber y cuestionar lo que el Ejecutivo habla a nombre de nuestro país en el exterior (véase el discurso de Sebastián Piñera ante la ONU en 2011, y el cuestionamiento que tuvo su alusión a las movilizaciones estudiantiles como una causa “noble y hermosa”).
Pero, por sobre todo, quienes nos denominamos socialistas, progresistas o cualquier símil, debemos fortalecer una dimensión ética de lo que implica ser de izquierda, combatir el acomodo y la autocomplacencia, fortalecer la sana y constructiva autocrítica, ampliar y consolidar espacios de debate en todos los ámbitos. Son estos elementos básicos a tener en consideración a la hora de aspirar a encabezar un nuevo ciclo político de transformación en nuestro país.
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Fuente de fotografía
http://www.youtube.com/watch?v=1cLyVMxWwZ0
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