A pocas horas de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, vuelva a incendiar Oriente Próximo con la concreción del traslado de la embajada estadounidense en Israel, desde Tel Aviv hacia Jerusalén; vale destacar la posición política oficial y permanente de la diplomacia de la República de Chile en relación a este tema, ratificada durante la última visita oficial del presidente palestino, Mahmoud Abbas, a nuestro país:
a) Reconocimiento de Palestina como un Estado soberano y el normal establecimiento y mantención de relaciones diplomáticas y consulares con el Estado de Palestina, implementando la embajada de Chile en Ramala y la embajada palestina en Santiago.Un avance muy significativo de nuestra diplomacia sería, como han hecho ya otros países, reconocer a Palestina en los límites previos a 1967
b) No reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, en línea con el carácter de nulidad de derecho internacional público que afecta a la «Ley de Jerusalén» (1980), según la cual el Estado sionista «unifica» la ciudad sagrada, cuya parte oriental (que incluye a la Ciudad Vieja) es considerada por Chile territorio ocupado de modo ilegítimo desde 1967. En consecuencia, la embajada chilena en Israel se mantiene en Tel Aviv.
c) Condena de la política judaizante de colonización progresiva y establecimiento de asentamientos ilegales, cuestión tipificada como crimen de lesa humanidad por el derecho internacional humanitario, que Israel desarrolla en los territorios palestinos ocupados: Jerusalén Oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza.
d) Respaldo a la llamada «solución de dos Estados», la cual rescata el espíritu de los «Acuerdos de Oslo» (suscritos en la residencia presidencial estadounidense de Campo David, Maryland) que alcanzaron palestinos e israelíes en el proceso de negociaciones iniciado en Madrid y desarrollado en su mayor parte en la capital noruega, y que establecen, entre otros asuntos, que el estatus político-jurídico de Jerusalén sería resuelto por un consenso entre ambas partes.
Un avance muy significativo de nuestra diplomacia sería, como han hecho ya otros países, reconocer a Palestina en los límites previos a 1967 (como reclama el Estado árabe), año en que se produjo la Segunda Guerra Árabe-Israelí (más conocida como «Guerra de los Seis Días», iniciada por agresión militar israelí), durante la cual el Estado sionista hizo ocupación de Jerusalén Oriental y Cisjordania (Palestina, administrada por Jordania), la Franja de Gaza (Palestina, administrada por Egipto), los Altos del Golán (Siria), las Granjas de Shebaa (Líbano) y la Península del Sinaí (Egipto, único territorio restituido hasta ahora por Israel). Y reconocer a Jerusalén Oriental, incluida la Ciudad Vieja, como capital de Palestina.
Dicha guerra rompió el estado de cosas existente tras el armisticio de 1949, que en los hechos puso término a la Primera Guerra Árabe-Israelí (iniciada en 1948), causada, primero, por la colonización judaizante de Palestina, auspiciada por el Reino Unido durante el período del Mandato Británico, en virtud del cual la Sociedad de las Naciones le entregó la administración temporal del territorio palestino tras la Primera Guerra Mundial, conflicto armado que provocó que el Imperio Otomano (que de paso se transformó en la República de Turquía) perdiera la soberanía sobre Palestina; y segundo, por la arbitraria e ilegítima resolución de la ONU que, en 1947, definió un «Plan de Partición de Palestina» entre un Estado árabe y otro judío.
Este traslado sólo ahondará la tragedia humanitaria que desangra al pueblo palestino, iniciada con la Nakba («catástrofe») de 1948, agravada desde 1967, y que hasta hoy mantiene a cientos de miles de palestinos en precarios campos de refugiados en naciones vecinas, víctimas de un éxodo cuyo fin sólo lo constituiría el retorno de los desplazados a sus hogares, cosa impedida por Israel.
Todo ello, sin mencionar las demás múltiples violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad perpetradas por el Estado de Israel contra el pueblo palestino, que son ya de conocimiento público desde hace muchos años.
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