La II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se llevó a cabo en Cuba en enero pasado, adoptó la ¨Declaración de la Habana¨ documento que, dentro de otros aspectos relevantes, exteriorizó una legítima y antigua preocupación regional: ¨… las consecuencias humanitarias…y los efectos globales que tendría una detonación nuclear…¨, se produzca ésta de manera voluntaria o por accidente.
Digo legítima ya que existen más de 22.000 artefactos nucleares -7.000 de ellos para ser rápidamente utilizados y 2.000 de éstos en estado de alerta– lo que es materia de natural preocupación, y que se agrava por el hecho de que, en caso de crisis, la decisión de usar estas armas demora tan solo 8 minutos. Otra fuente de preocupación -también legítima– dice relación con el estado del mantenimiento de los artefactos nucleares y su debida seguridad y protección.
Al respecto podemos inferir que, mientras no comprobemos lo contrario, esas armas no se encuentran en ningún caso inmunes a actos malévolos o simples accidentes, por lo mismo, la posibilidad de que éstos ocurran es real. De hecho, no en pocas ocasiones artefactos nucleares se han visto envueltos en accidentes aéreos o en hundimiento de submarinos en los cuales, por fortuna, no se ha producido la temida explosión. A los estados que mantienen arsenales nucleares les corresponde la responsabilidad mayor para evitar que sucedan incidentes graves, pero a aquellos países que no tenemos armas de esa naturaleza también nos cabe una porción de responsabilidad en ello. Sobre este aspecto volveré más adelante.
Chile, no obstante encontrarse alejado geográficamente de los posibles lugares en donde podría detonar un artefacto nuclear (Europa, Estados Unidos, Medio Oriente, India, China, Pakistán o la Península de Corea), se vería igualmente perjudicado por los efectos inmediatos de una explosión de este tipo de armas cuya característica principal es que no discrimina, es decir, no hace distinción entre un blanco militar y población civil. Es por esto que su más grave efecto sería la muerte de muchas personas no pudiendo, lamentablemente, descartar que dentro de ellos se encuentren algunos connacionales (una gran cantidad de nuestros compatriotas residen en Europa o en América del Norte).
Un segundo efecto inmediato de una eventual detonación nuclear es la irremediable contaminación de una extensa zona geográfica, facilitada por los vientos atmosféricos y las corrientes marinas. Es sabido que la nube que produjo el accidente de Chernóbil dio la vuelta al planeta y que los efectos de los ensayos nucleares de la Polinesia francesa se hicieron sentir en los países ribereños del Pacífico Sur en la forma de partículas irradiadas en el agua, el aire y en la nieve de Los Andes.
Otra consecuencia a considerar, no obstante no presenta igual gravedad que las dos primeras, dice relación con la actividad económica. En efecto, el comercio exterior que es el motor de nuestra economía, ya que representa nada menos que el 70% del PIB con un monto que supera los 250 mil millones de US$, en caso de acontecer una catástrofe nuclear, se vería seriamente dañado. No sólo por el hecho de que los países directamente aquejados reorientarían sus recursos para ir en ayuda de las víctimas y aplicarían medidas inmediatas de descontaminación, sino también porque se produciría una baja sustantiva en sus intercambios comerciales tanto por tener que atender las prioridades internas como por una natural desconfianza en los mercados.
Todo lo anterior produciría efectos recesivos en la economía mundial, afectando el crecimiento de los países y sus ganancias. En definitiva, este hipotético escenario hace que debamos tratar la existencia de las armas nucleares con especial preocupación dado que cualquier error u omisión que conduzca a la catástrofe nos afectaría a todos sin distinción alguna.
¿Qué se puede hacer?
Debemos hacer uso de los recursos diplomáticos que poseemos para alcanzar alianzas con nuestros socios naturales –América Latina, No-Alineados, G-77 y China, mayoría de la UE y otros países like-minded– y en los diferentes foros internacionales en los cuales se trata este tema, a fin de proponer, respaldar y promover iniciativas que tengan como fin el desarme nuclear total.
Varias fórmulas han buscado detener la proliferación de éstas armas, todas con resultados magros. Los estados miembros del TNP (Tratado de No Proliferación) no han sido capaces de iniciar un proceso de desarme eficaz y verificable por parte de los países poseedores de bombas atómicas y más bien han focalizado mayoritariamente sus esfuerzos en verificar, a través de las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que los países no poseedores evitemos convertirnos en potencias con armamento nuclear.
A nivel regional, los resultados de la no proliferación han sido algo más positivos ya que se ha podido declarar a algunas regiones del planeta como: ¨zonas libres de armas nucleares¨. No obstante que en estas zonas no se puede almacenar, transportar y construir estas armas, la decisión respecto de su uso recae, en última instancia, en los países que las poseen.
Por otro lado, al declarar zonas ¨libres¨ de arsenales nucleares, se reconoce indirectamente la existencia de otras áreas ¨no libres¨ y por lo mismo se legitima, también indirectamente, la existencia de esas armas lo que constituye, a fin de cuentas, el origen del problema. La única solución definitiva, pasa por acordar un desarme total, irreversible y verificable de las bombas nucleares, que contemple el desmantelamiento efectivo de estas, y que se lleve a cabo de acuerdo a lo dispuesto en un tratado universalmente vinculante. América Latina, ha jugado un rol muy importante en esta materia con la creación de la primera zona libre de armas nucleares en un territorio densamente poblado y particularmente con la adopción del Tratado de Tlatelolco – 1967 -, instrumento que prohíbe la presencia de esas armas en nuestra región.
Es precisamente en este sentido –el rol que podemos y debemos jugar- en el cual nos corresponde, como expresé anteriormente, una cuota de responsabilidad como país. En esta línea, debemos hacer uso de los recursos diplomáticos que poseemos para alcanzar alianzas con nuestros socios naturales –América Latina, No-Alineados, G-77 y China, mayoría de la UE y otros países like-minded– y en los diferentes foros internacionales en los cuales se trata este tema, a fin de proponer, respaldar y promover iniciativas que tengan como fin el desarme nuclear total.
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Jaime Piñeira
Estimado.
¿Existe un plan a nivel de Estado para enfrentar los eventuales efectos en Chile de un conflicto nuclear?
Saludos cordiales