Es muy común que las personas sigan modas. Apoyar a la CICIG se convirtió en eso en los últimos días, al parecer. Por otro lado, dice mucho de la integridad; pero qué bueno que se apoye a la CICIG, es lo mínimo que podemos hacer los guatemaltecos. Pero apoyar a la CICIG, y llamar a cuidar el voto deja de lado el tema integridad. Digamos que en otras palabras es tener tibieza en la acción que -para nada- es frontal. Es como andarse por las remas (típico de los guatemaltecos), ir midiendo el terreno por si las moscas, y a las primeras de cambio zampar la carrera de reculada. No vaya a ser que nos pidan consecuencia y carezcamos de ésta y con qué cara saldríamos. tibiesa
Nos quejamos del sistema de justicia, de la corrupción del gobierno, de los mismos partidos políticos. Sin embargo, llamamos hipócritamente a pensar el voto, cuando lo que debemos exigir es la Asamblea Nacional Constituyente. Acaso llamar a pensar el voto, ¿no es pasarnos por el arco del triunfo las maravillosas manifestaciones masivas del albor guatemalteco de estos últimos meses? ¿No es inconsecuencia? ¿A qué estamos jugando los guatemaltecos?Llamar a pensar el voto solo lo hacen los aguacates, los enclenques. Quien ama realmente a Guatemala pedirá la Asamblea Nacional Constituyente y por supuesto, una Revolución. Pero claro, Revolución son palabras mayores, mencionarla está prohibido en Guatemala.
Llamar a votar es francamente mojigatería. ¿Cómo es posible que nosotros mismos como pueblo tengamos el descaro de llamar a votar, y para lavarnos las manos digamos que hay que pensar el voto? ¿Qué candidato político merece nuestro voto? ¿Cuál? ¿Quién de ellos es honesto? ¿Qué presidenciable no tiene las manos untadas de narcotráfico, genocidio, oligarquía e impunidad? Porque aceptar ser plataforma de gente que sí lo ha hecho convierte automáticamente a cualquier candidato político en cómplice.
Estamos peleando para que renuncie Otto Pérez Molina y no por genocida -porque negamos el genocidio-, y en la otra mano estamos llamando a votar para colocar en el poder a otro igual. Porque cualquier candidato que niegue el genocidio le falta a la honradez de su pueblo. De cualquier candidato que niegue el genocidio se puede y se debe esperar cualquiera cosa. Para ser candidato presidencial y pararse sobre una tarima y decir públicamente que sí hubo genocidio en Guatemala se necesita entereza y mucho amor a la patria. ¿Quién los tiene? Ellos los tienen tibios y nosotros peor, como pueblo estamos cagado.
Llamar a pensar el voto, es faltarle a todos esos niños que andan lustrando zapatos, vendiendo en las calles, a los que pican piedra, a los que viven en los basureros. A los niños de los orfanatos. De las aldeas. Es faltarle a nuestros adultos mayores que mueren en el olvido y la miseria. Es apuñalar y re victimizar a las niñas abusadas, a las mujeres asesinadas en feminicidios. Es escupir la cara de los niños y adolescentes que se lleva la limpieza social. Es faltarnos al respeto nosotros mismos. O sea que en Guatemala nos pueden pedir de todo menos la consecuencia, que es como que nos pidan la vida, ¿de qué nos sirve la vida si no la honramos? ¿De qué nos sirve la vida sin la consecuencia?
Llamar a pensar el voto solo lo hacen los aguacates, los enclenques. Quien ama realmente a Guatemala pedirá la Asamblea Nacional Constituyente y, por supuesto, una revolución. Pero claro, revolución es palabras mayores, mencionarla está prohibido en Guatemala. Si como pueblo no somos consecuentes ahora, nunca lo seremos; ya nos han hecho de todo, ¿qué más necesitamos para una revolución que nos dignifique?
La próxima vez que nos miremos al espejo preguntémonos, ¿soy de los que piden pensar el voto? ¿Soy de los que exigen una Asamblea Nacional Constituyente? ¿Soy de los que acuerdan una revolución? ¿Qué tipo de guatemalteco soy? ¿De los tibios o de los arrechos? Demostremos que no merecemos el gobierno ni el sistema que tenemos. Dignifiquémonos, ya es hora. Si no lo hacemos hoy, no tenemos derecho a quejarnos mañana.
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