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Violencia a la vuelta de la casa, del trabajo y de la facultad

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Hace 33 años, en el 1er Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Bogotá, se propuso establecer el 25 de noviembre como el Día de lucha contra la violencia hacia las mujeres. Se homenajeaba así a las hermanas dominicanas asesinadas el 25 de noviembre de 1960, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, militantes en la resistencia contra el régimen militar de Rafael Trujillo. Régimen en el que fueron encarceladas y torturadas junto con sus maridos y finalmente asesinadas en una carretera producto de una trampa, arrojando posteriormente sus cadáveres a un precipicio. No obstante, el repudio a este brutal asesinato de las valientes hermanas Mirabal abrió paso a la caída del dictador Trujillo, como ejemplo de organización y lucha.

Pero el hecho que exista en la actualidad este día ¿acaso ha logrado disminuir la violencia hacia las mujeres? Según la OMS, la violencia de género se ha convertido en la primera causa de muertes de mujeres a nivel mundial; miles de mujeres son asesinadas cada año sólo por ser mujeres y, por supuesto, por lo que ello conlleva en esta sociedad donde el hombre suele posicionarse por sobre ella como parte de un “sentido común”, enmarcado en una forma de opresión histórica, el patriarcado.

Pero, los asesinatos son el último y más tremendo eslabón de una larga cadena de múltiples y variadas formas de violencia: las violaciones y abusos, los maltratos y los golpes, el desprecio y la humillación, el acoso callejero, son mucho más habituales de lo que podemos pensar y, en la mayoría de las ocasiones, son hechos silenciados.

Violencia a la vuelta de la casa, del trabajo y de la facultad:

La noticia que ha causado gran conmoción en la última semana acerca del acosador que espera a las afueras de la UCN Antofagasta, para perseguir, “manosear”, incluso masturbarse en frente de las estudiantes, da ejemplo de esto. Sin embargo a pesar de que sorprende por tratarse de un sujeto reconocido por el estudiantado, guardias, y ahora de manera más mediática en la prensa, esto no sucede cuando se naturalizan los “piropos” que diariamente tenemos que soportar las mujeres en las calles, sin duda esto no deja de ser violento. Tampoco que no nos podamos vestir de la manera que queramos porque aumenta la probabilidad de ser vulneradas en los distintos niveles en que pueda presentarse la violencia de género. Ni hablar de una pareja de mujeres caminando por la calle, en donde la violencia pasa desde las miradas fijas, a veces llenas de conservadurismo, y el típico “¡lesbianas!” gritado con fervor, como si se tratara de una necesidad imperante, hasta frases que vienen a evidenciar el discurso machista y conservador de “les falta un hombre en su vida” en todas sus variantes posibles.

Pero también hay otras formas de agresión y violencia inflingida contra las mujeres por el Estado capitalista, sus instituciones y otras redes para-estatales, entre las que podemos nombrar a la represión ejercida por las fuerzas armadas, la subordinación impuesta por la Iglesia, la prohibición de derechos elementales como el aborto, que nos condena a situaciones de inferioridad respecto de los hombres, la falta de oportunidades para el trabajo, el pago de menor salario que recibimos por el mismo trabajo que realizan hombres, el acoso sexual por parte de los jefes y gerentes que nos creen de su propiedad, la esclavitud de las trabajadoras migrantes en talleres clandestinos y otras condiciones desiguales que sufren las trabajadoras; el secuestro de niñas y jóvenes por las redes de trata y prostitución, la utilización de la imagen de la mujer que nos reduce a ser un objeto sexual para el disfrute de terceros sin tener en cuenta nuestros propios intereses, entre otros.

Según la OMS, la violencia de género se ha convertido en la primera causa de muertes de mujeres a nivel mundial.

Todo ello enmarcado en una forma de violencia de carácter social, cultural, económica y también institucional, expresada mediante prácticas sistemáticas, naturalizadas, cotidianas y muchas veces invisibilizadas en nuestros tiempos, que pretenden que ese lugar de sometimiento y subordinación de las mujeres se presente de forma natural y servil al sistema capitalista y patriarcal. El que desde el origen de la opresión a las mujeres y las sociedades divididas en clases, ha legitimado esta violencia que mediante diversos mecanismos se las ingenia para perpetuar el orden establecido en un sistema social basado en la explotación y opresión.

Estudiantes organizadxs contra la violencia:

Ante todo esto, como estudiantes de una carrera con perspectiva de género, como lo es psicología, donde problematizamos las relaciones humanas, es necesario hacernos parte de esta discusión y no quedarnos por fuera de lo que sucede en nuestra realidad. Hoy desde las secretarías de géneros y sexualidades de las Universidades a nivel nacional, en este caso desde la Coordinadora de Secretarías de géneros y sexualidades del Norte, especialmente la SEGESEX UCN Antofagasta, no sólo problematizamos, sino que también nos parece importante luchar por los derechos de las mujeres y disidencia sexual, organizándonos en estos organismos estudiantiles abiertos a las bases y a toda la comunidad, como forma de alzar la voz y de acción contra las miserias que vivimos diariamente.

Por Melissa Navea Varas, militante de Pan y Rosas, dirigenta Secretaría de géneros y sexualidades Universidad Católica del Norte Antofagasta, delegada Congreso Nacional por la Educación No Sexista.

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