El reconocimiento, voluntario, de una orientación sexual distinta de la heterosexual o una identidad de género diversa, el decir soy homosexual, lesbiana o transexual, se conoce popularmente como “salir del clóset”. El origen de la expresión -relativamente moderna- proviene directamente de la traducción de la frase anglosajona “coming out of the closet”, de donde se origina el concepto que, a su vez, derivada de otra expresión anglosajona “to have a skeleton in the closet” traducida como ‘tener un esqueleto en el armario’, que significa tener algo vergonzoso que no se querría hacer público.
En las últimas semanas los medios de comunicación han hecho eco de dos hechos con carácter de hito para la diversidad sexual, poniendo en la discusión pública la llamada “salida del clóset”. De este modo, ha sido noticia el reconocimiento público de la orientación sexual homosexual por parte del marino Mauricio Ruiz y del concejal de Quilaco, Cristián Loyola González.
Frente a estas declaraciones, realizadas a través de medios masivos de comunicación con conferencias de prensa, ha surgido (sorprendentemente a mi juicio) un cuestionamiento por parte de las propias personas y dirigentes de la diversidad sexual, preguntando si es o no necesario este tipo de declaraciones, poniendo en tela de juicio, incluso, la utilidad de este acto de reconocimiento.
Las redes sociales respondieron a la noticia, abundando la discriminación con comentarios pedestres y coprolálicos (aun existiendo ley antidiscriminación que nada hace en enseñar). Sin embargo, dos conceptos se configuran como factor común, o al menos constante, en estos comentarios cibernéticos. Por una parte la idea “que no es necesario decir que se es gay”, y por otra, el rotulo de “show” o “moda” con las cuales se han tildado estas “salidas del clóset”.
En estos elementos creo identificar una confusión donde se hace necesario separar el valor político de declararse homosexual, del uso mediático que se puede hacer con este reconocimiento. Se hace necesario diferenciar entre “salir del clóset” y “usar el clóset”.
El reconocimiento público y voluntario de una orientación sexual, distinta de la heterosexual, sí posee un valor político relevante. «Salir del clóset» posee impacto micropolítico para las personas que no poseen carácter de autoridad o rostro público, en tanto generan en su entorno cercano mayor tolerancia y la necesidad de enfrentarse a sus creencias y prejuicios en relación a estas temáticas. Por otro lado, quienes poseen cargos de autoridad o son figuras públicas, al momento de “salir del clóset” crean impacto macropolítico, no sólo al posicionar la diversidad sexual en la discusión pública, sino también al visibilizar la transversalidad que esta diversidad presenta, tal como se ha visto en los reconocimientos que dan pie a estas líneas.
En estos elementos creo identificar una confusión donde se hace necesario separar el valor político de declararse homosexual, del uso mediático que se puede hacer con este reconocimiento. Se hace necesario diferenciar entre “salir del clóset” y “usar el clóset”.
Claro que la homosexualidad y la transexualidad deberían ser, para quien así lo quiera, aspectos de la vida privada y que son vividos con la naturalidad que poseen. Sin embargo, es un asunto público, en tanto el Estado y la Sociedad nos han negado derechos sólo a partir de nuestra orientación sexual o identidad de género. “Salir del clóset” se vuelve, de este modo, necesario en cuanto ayuda a sacar del tabú con el que la sociedad actual trata la sexualidad.
Este fenómeno lo visualizaba, ya en los años 70´, Harvey Milk, en Estados Unidos, en su campaña “came out” (“sal del clóset”) y en su audiotestamento al decir: «Si una bala atraviesa mi cerebro, dejen que esa bala destruya las puertas de todos los armarios», en aquel entendimiento claro de que es necesario visibilizar nuestra orientación sexual para poder combatir la discriminación.
Recientes estudios y encuestas respaldan este entendimiento. Así la encuesta de opinión de CNN Estados Unidos, de marzo de 2013, indicaba que el 57 % de los estadounidenses aseguran tener un amigo o un familiar cercano homosexual, 12 puntos más que en el año 2007, y que el número de estadounidenses que apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo aumentó en casi la misma cantidad, desde el 40 % en 2007 al 53 % en 2013, lo que sugiere que el aumento en el apoyo al matrimonio igualitario se debe en parte al creciente número de estadounidenses que se han dado cuenta de que alguien cercano a ellos es homosexual. (Keating Holland, director de encuestas de CNN).
De este modo, a mi entender, es clara la necesidad y utilidad de “salir del clóset”.
Sin embargo, esta utilidad se ve ensuciada por la instrumentalización, muchas veces interesada, en las cuales se han visto envueltos los recientes reconocimientos de homosexualidad. Siendo uno de ellos apoyado por un partido político como Amplitud, partido que surge de la escisión de “díscolos” de RN, y que apoya una «salida del clóset» acompañada de una renuncia y denuncia hacía Renovación Nacional, en lo que parece ser un claro intento de separar completamente las aguas y presentarse como una nueva (centro) derecha, progresista e inclusiva.
Por otra parte, el marino «sale del clóset» por medio de un movimiento de diversidad sexual que insiste en una especie de majadería fundacional, que destaca lo histórico del gesto y que busca posicionar a sus dirigentes como grandes gestores de este -según ellos- hito, ensombreciendo la mesa de diversidad, que el mismo Ministerio de Defensa ha formado, y en la cual ha trabajado por meses con múltiples organizaciones de la diversidad sexual, para tratar estos temas al interior de las ramas de las Fuerzas Armadas, más allá de los casos particulares, en busca de la no discriminación e igualdad de derechos.
Esta manipulación hace surgir el “usar el clóset”, confundiendo tanto a la población general como a las personas de la misma diversidad sexual. Es este “usar el clóset” es el que lleva a perder el verdadero valor de este gesto de reconocimiento, generando anticuerpos que no permiten visualizar el real sentido de lucha contra la discriminación que encierra el decir soy homosexual, soy lesbiana, soy transexual.
Es esta utilización del “salir del clóset” lo que torna cuestionable un gesto que, por sí sólo, posee relevancia y utilidad político-social, pero que al ser manipulado por intereses mezquinos, de posicionamiento político e institucional, se convierte en un “usar el clóset”. Conceptos antagónicos que no debemos confundir.
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Ante un acto tan íntimo debiesemos mantener un silencio respetuoso y no tildar a los demás de «usar el clóset» cuando sus preferencias políticas no son del propio agrado.