#Género

Por el derecho a sacar la voz

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Son muchas cosas en estas últimas semanas, como me lo recordaba Natalie Ortiz, Coordinadora del Equipo de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual de Amnistía Internacional, así que comencemos.

A mediodía, en plena calle, un grupo de hombres amparados por la impunidad, decidieron insultar y dar golpes a Briggite Viola y Niki Raveau. Primero comenzaron los insultos: ellas caminaban por la calle, ellos las vieron y las insultaron ¿por qué? Porque sí, porque pueden. Porque, tal como lo expresó Niki en su comunicado, todos los días las mujeres trans pasan por eso, pero nadie hace nada.

Sin embargo, la tarea de todo activismo es erguirse ante la discriminación, mirar a los ojos y alzar la voz: y Briggite y Niki son activistas y son valientes. Quieren un mundo mejor y un mundo mejor no se construye agachándole la cabeza a la violencia. Los encararon. Les preguntaron por qué las insultaban. Pero ellas eran 2 y ellos 5. Rápidamente la cobardía del grito anónimo se transformó en la cobardía del que se sabe en superioridad de fuerzas. Así, vinieron los golpes.

Nuestra sociedad tiene muy bien determinado quién puede defenderse de la agresión y quién debe encogerse de hombros, “dejar pasar”, no meterse, callarse. De las personas trans siempre se espera que callen, incluso que sonrían cuando la agresión es presentada como “una broma” o que simplemente vean el insulto “como una opinión”, como es el caso de las discusiones, léase las comillas, “académicas” respecto de la identidad de género.

Y, si me permiten, quisiera detenerme aquí un momento. El 20 de agosto en un medio de comunicación se publicó una carta firmada por algunos abogados y académicos, en la que presentaban su propia postura sobre lo que es la identidad de género. Cito: “Toda distinción entre hombre y mujer se vuelve arbitraria si cada individuo puede optar por su identidad sexual y desconocer su realidad biológica”. Agregan, además, que el cuestionamiento a esta distinción vendría de algo oscuro llamado “Teorías de Género”. Insisto, la carta se pretende académica, pero, por alguna razón, no da argumentos académicos de ninguna clase para oponerse al Proyecto de Ley sobre Identidad de Género. Si hubieran puesto atención a las clases de Filosofía sabrían que día a día la biología discute sobre estos temas que quienes suscriben la carta dan por sentados con la liviandad del lego.

Si “la realidad del sexo biológico” fuera tan evidente de constatar, nadie habría discriminado o violentado a Caster Semenya, atleta sudafricana. Nadie la habría forzado a someterse a exámenes médicos; porque, al contrario de lo que opinan estas personas, al parecer tener útero y vagina no es suficiente para demostrar que se es mujer. Y no, el hecho de que su nivel de testosterona sea mayor que el promedio de las mujeres no la vuelve hombre. No de manera científicamente demostrable. Pero ella debe callar y acatar: incluso en algunos medios se le recomendaba “dejarse perder” para demostrar que es mujer y no un hombre.

Y ya que estamos hablando sobre los Juegos Olímpicos, no podemos dejar de lado el comentario de un periodista de TV respecto del “pasado decadente” de Michael Phelps, presentando como prueba el hecho de que se habría involucrado sentimentalmente con una mujer que era “hombre de nacimiento”. Yo me pregunto: ¿qué le pasó a esa persona trans que vio y escuchó en televisión pública, que es “decadente” que alguien se enamore de él o ella? ¿Cómo verán su futuro? ¿Es que acaso ese comentario, que se pretende “informativo”, de la misma manera que la otra carta se pretende “académica”, no es violento? ¿Acaso no produce sufrimiento? Pero esa persona debe callar. Debe pretender que no escuchó.

Debemos entender que el discurso transfóbico, al igual que el homo o lesbofóbico, está basado en una idea muy determinada acerca de lo que es un hombre o una mujer y cómo deben “verse”. Y, extrañamente, el “cómo debería verse” una persona también debería determinar lo que esa persona siente, de quién se puede enamorar y de quién no. Y, siguiendo con nuestra triste y discriminadora realidad nacional, que una joven se pruebe una chaqueta “de hombre” y bese a su polola en una tienda fue suficiente para contradecir la idea de “normalidad” que plantean estas personas. Sólo este gesto bastó para que unos guardias insultaran y golpearan a dos chicas de 20 años en una tienda comercial. Las insultaron, las golpearon, las acusaron de robo cuando eran inocentes ¿y qué respuesta obtuvieron de la encargada de la tienda? “No llevan nada, suéltenlas no más”. Y así se tuvieron que ir: en silencio, sin decir nada. Agradeciendo que la situación “se hubiera esclarecido”.

Nuestra sociedad tiene muy bien determinado quién puede defenderse de la agresión y quién debe encogerse de hombros, “dejar pasar”, no meterse, callarse. De las personas Trans siempre se espera que callen, incluso que sonrían cuando la agresión es presentada como “una broma” o que simplemente vean el insulto “como una opinión”, como es el caso de las discusiones, léase las comillas, “académicas” respecto de la identidad de género.

Vuelvo a Briggite y a Niki, a propósito de los golpes, porque los golpes no vienen solos. Pareciera que no hay un discurso que los sustente, sobre todo cuando son casos tan horrorosamente alevosos y crueles como el de la tortura y asesinato de la activista trans Hande Kader en Turquía, pero están precedidos por gestos, actitudes y expresiones aparentemente inocuas, aparentemente no-violentas, que cuando las padeces, las sientes una tras otra, como esas pequeñas piedras que se te van clavando en los zapatos durante una larga caminata… hasta que te destrozan la planta del pie.

Esos discursos que preceden toda agresión de odio, se disfrazan de opinión y exigen tolerancia, pero agreden y humillan. Se disfrazan de posición científica, pero exigen que no se cuestione sus premisas.

Para terminar, quisiera también referirme al actuar de Carabineros. Es imposible no recordar los testimonios de decenas de mujeres golpeadas por sus parejas antes de que se promulgara la Ley de Violencia Intrafamiliar y que, al momento de realizar la denuncia, no sólo no podían hacerlo, sino que los funcionarios les recomendaban “ponerse en la buena con su marido” e incluso “prepararles algo rico”. Falta educar.

Y así como hizo falta una Ley de Violencia Intrafamiliar como primer paso para combatir lo anterior, hace falta una Ley que reconozca y dé protección a la Identidad de Género. Para que ninguna persona deba ocultarse, o sentir miedo de salir a la calle. Para que todas las personas puedan, como nos canta Anita Tijoux, “caminar erguides sin temor, respirar y sacar la voz”.

Por Carolina Castillo, Amnistía Internacional

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4 Comentarios

Juan Pedro

Solo para mayor claridad, estimada «Profesora»: existe algo llamado Teoría de Género, que es de reciente aparición y estudio. Dice que puedo elegir ser hombre o mujer, ambos o ninguno, tal vez perro o gato???
Y esa «teoría» no puede entonces ser controvertida o discutida, debo creerle a usted que es cierta y válida???
Y si la controvierto, soy mensajero de odio u discriminacion?? No tengo entonces más opción que considerarla válida? Entonces es una ley, como la gravedad, y no una simple teoría sociológica??
Y que conste que no me refiero a las agresiones físicas ni verbales, eso es un delito. Pero controvertir una teoría también lo es??

solopol

solopol

Yo siempre he creido que el alma no tiene sexo, asi que para mi una mujer en un cuerpo de hombre es un hombre, y un hombre en un cuerpo de mujer es una mujer. Si tienes confusiones al respecto es porque crees que el alma tiene sexo, el alma no tiene sexo.

Servallas

En mi modesta visión, nada, absolutamente nada justifica hacer daño a alguien por sus comportamientos o costumbres en tanto no dañen a otros, sin embargo esa concepción también se puede caer, todo se está haciendo tan jabonoso, tan poco preciso que al final del día ni siquiera sabemos cómo tratar a alguien sin que se sienta ofendido, en lo personal me preocupan muchas cosas, entre ellas la existencia de niños “trans”, ¿ existen realmente? o quizás los “fabricamos” por la influencia del medio en que los criamos, eso pensaba Heidegger, la influencia del medio es sustantiva en lo que somos, y si así fuera, estamos dañando a esos niños, yo no lo sé, pero algo en mi racionalidad me dice que hay muchos comportamientos similares que no son buenos para nuestro futuro como humanos, por otra parte, cada cierto tiempo abrimos otra ventana de overton, y así, aceptamos algo que antes nos parecería incoherente, bizarro, tabú, y por esa senda, considerando que ya se ha desechado todo lo que huela a certezas y verdades absolutas, algún día estaremos marchando en las calles por el derecho de los caníbales a organizarse y no ser objeto de escarnio público, al final queda la interrogante ¿ cómo será la sociedad del futuro?, ¿hacia donde vamos?.

solopol

solopol

La mayoria de la gente cree en roles de genero. Piensa que el hombre y la mujer deben ser de determinada manera, que cuando el hombre no cumple con ese rol «no es hombre», o que cuando la mujer se aleja de lo que hacen las mujeres «ya no es una mujercita». La gente cree que el genero se pierde o se gana, que tiene que ver con la aceptacion social, que no tiene que ver con lo natural sino con lo que ellos piensan. Si ellos creen que un hombre «no es hombre», porque a ellos se les ocurrio, le niegan el genero, lo alienan («no es un hombre», «no es una mujer»). Yo nunca he creido en eso, un hombre es un hombre y una mujer es una mujer, eso no tiene que ver con tu rol ni con tu «papel», forma de ser o apariencia, porque es un atributo natural, no moral ni social. Si uno tiene una idea en la cabeza de como debe ser alguien, por supuesto que va a pensar en base a la idea, y no a la realidad: el punto es que NO hay que tener ideas sobre cómo debe ser una mujer y un hombre; porque esa es una forma de locura. Es creerte mas que la propia naturaleza.