«Por fin se ha hecho justicia, Nacho. Bienvenido al barrio”. Este miércoles 21, José Ignacio Y. volvía a Getafe (Madrid), a la residencia de sus padres, después de un año sin poder acercarse a su casa de toda la vida. Un juez le levantó la orden de alejamiento en una causa de violencia doméstica que desde marzo de 2009 le prohibía acercarse a menos de 500 metros de la casa de su ex mujer, con la que vivía justo en el portal contiguo al de su residencia familiar.
Según explicó José Ignacio a El Confidencial, su ex mujer lo anuló durante años. Y el daño no fue sólo psicológico, sino también físico. Lo abofeteó y arañó durante su matrimonio cada vez que se le antojaba. La gente le preguntaba, pero él, por vergüenza, aseguraba que todo se debía a “la fogosidad” de su esposa. “¿Crees que alguien va a creer que alguien que pesa 50 kilos puede pegar a un tío de más de 100?”, le preguntaba su mujer de forma burlesca, según narra el afectado.“Hay muchos inocentes encarcelados porque sus mujeres los denunciaron falsamente”.
Ella, que responde a las siglas A.L.M., es la madre de sus dos hijos gemelos. Según José Ignacio, llegó a ponerle un cuchillo en el cuello; se acostaba con otros hombres en su propia cama “porque tú ya no me vales”, e incluso amenazó con arrojar a uno de sus hijos al vacío desde la ventana para retener a su pareja en casa. “Me decía: Si cruzas esa puerta, tiro al niño y después me arrojo yo”. Lo último, fingir una paliza para denunciarlo por malos tratos. “Si renuncias al piso y me das el dinero que te pido, te quito la denuncia”. El acosado era él, pero ¿quién le iba a creer?
¿Dónde están ellos? ¿Por qué no hay asociaciones que les apoyen cuando se sienten avergonzados? ¿Por qué el 016 les cuelga el teléfono porque solo atienden a mujeres?
El hombre maltratado también existe. No es ni un concepto nuevo ni un símbolo ni la nueva peor moda. “Nacho es sólo un ejemplo”, asegura el juez Francisco Serrano. “Hay muchos inocentes encarcelados porque sus mujeres los denunciaron falsamente”. Serrano escupe indignación cuando habla de la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género. Quien lea sus declaraciones quizá lo tache de juez machista, pero en su currículum destaca ser el primer magistrado en firmar una orden de alejamiento. En 2001, cuando la ley de Violencia de Género no estaba ni pensada, recibió el premio Amuvis por defender a la mujer maltratada.
Publicado originalmente en El Confidencial
Comentarios
27 de marzo
La legitimidad del discurso feminista y las noticias brutales de femicidios y golpizas a mujeres, sin proponérselo, ha opacado el problema de la violencia que se ejerce también contra los hombres. Si bien no tiene las mismas características y números que la violencia brutal que sufren las mujeres, los hombres también la pasan mal en esta sociedad que no distingue sexos a la hora de repartir golpes violentos. Ya desde niño, se ejerce violencia emocional contra el hombre .Él no debe llorar, no debe sentir miedo. Debe ser macho y salir a golpearse con otro que discuta su supremacía en el juego. Debe ser siempre el primero en el riesgo y el último en salvarse en el peligro. Cuando crezca, debe partir a su «servicio militar», donde le enseñarán a tecnificar la violencia y a justificarla en sus acciones. En su relación de pareja, debe ser el sostenedor económico del hogar y respecto a los hijos, debe saber que en caso de separación, es muy probable que un juez lo inhabilite para la crianza exclusiva a causa de su género, relegándolo a visitas estrictamente reglamentadas Y como le enseñaron a no expresar sus emociones, le costará mucho más encontrar una salida a la hora de los conflictos en sus relaciones sociales. Es verdad que esta realidad no se equipara con la violencia brutal que sufren las mujeres, pero también es cierto, que otra violencia también brutal acecha al hombre en todo momento de su vida. En Chile, se producen aproximadamente 1500 suicidios al año, de ellos, alrededor de 1200 serán de hombres Si el argumento era que los hombres quisieron hacer una sociedad a la medida de un arquetipo troglodita, los datos no acompañan el éxito o la viabilidad de esa oscura intención machista. ¿No será éste sólo dato del suicidio masculino, un indicio más que evidente de que los hombres también cargan una mochila excesiva, y que la violencia de género es un tema mucho más complicado de lo que informan las brutales estadísticas de muertes y asesinatos? La necesaria denuncia contra la violencia en las mujeres, también debiera ir complementada no solo con una revisión de roles de géneros, sino también de una crítica a las condiciones sociales y culturales que facilitan la violencia contra el hombre y la mujer.
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