#Género

No todos vamos a ser novios

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El pasado 3 de marzo se cumplieron cuatro años desde el brutal ataque y asesinato de Daniel Zamudio. Cuatro años han transcurrido también de la condena a Chile por parte de la Corte Interamericana de Derecho Humanos por el caso de discriminación hacia la jueza Karen Atala. Cuatro años… y el reciente asesinato de Marcelo Lepe nos demuestra, dramáticamente, que no hemos avanzado.

Desde el caso Zamudio son muchos los ataques discriminatorios que han afectados a personas de la diversidad sexual. Desde el insulto hasta el asesinato, somos testigos de una sociedad que no es capaz de superar la discriminación hacia homosexuales, lesbianas y trans.

¿Cómo es posible esto? ¿Cómo se pueden explicar este tipo de ataques en un país que dice avanzar al haber aprobado una ley anti discriminación y la ya emblemática Unión Civil?

La respuesta parece vislumbrarse si empezamos con una necesaria autocrítica por parte del activismo de la diversidad sexual, el cual no ha sido capaz de enfrentar la raíz de este problema: la discriminación. Mientras las principales organizaciones de Diversidad Sexual parecen estar más centradas en el matrimonio igualitario e incluso en la adopción por parte de parejas del mismo sexo, el fenómeno de la discriminación continúa cobrando sangre y vida de jóvenes lesbianas, homosexuales y trans.

Parece que hemos olvidado que para casarnos y poder tener hijos primero debemos estar vivos. Sin duda el matrimonio igualitario es una meta deseable, pero no es la única, ni menos la más relevante.

Daniel y Marcelo fueron asesinados a los 24 y a los 20 años respectivamente, se les negó el tiempo para pensar en bodas o adopciones, por qué entonces deberíamos pensar en ello nosotras y nosotros activistas de la diversidad sexual.

Daniel y Marcelo fueron asesinados a los 24 y a los 20 años respectivamente, se les negó el tiempo para pensar en bodas o adopciones, por qué entonces deberíamos pensar en ello, nosotras y nosotros, activistas de la diversidad sexual.

El derecho de vivir en paz que hace años defendía en prosa Víctor Jara hoy parece ser olvidado por la nueva dirigencia gay, no digo de la diversidad sexual porque no parece representarla (¿Sólo dirigentes hombres es un mundo de diversidad?).

La elite política cae en este mismo error al proclamarse partidaria o contraria al matrimonio igualitario, divorciada de la realidad que afecta a lesbianas, homosexuales y trans que viven el acoso y discriminación diariamente, incluso llegando a morir a manos de la segregación. Así se refleja en este gobierno que ya ha anunciado un calendario para presentar un proyecto de ley de matrimonio igualitario olvidando el compromiso de su propio programa de gobierno donde se nos prometió mejoras a la ley antidiscriminación. Mejoras que no llegaron para Marcelo Lepe.

Finalmente debemos reconocer que la lucha contra la discriminación, lejos de ser única de la diversidad sexual, es un fenómeno transversal para nuestra sociedad y que golpea, principalmente a los sectores más vulnerables de nuestro país. No es coincidencia que Daniel Zamudio y Marcelo Lepe provinieran de una comuna “popular”, como lo es San Bernardo, en donde sufrieron discriminación y, en el caso de Marcelo, encontró la muerte.

La discriminación posee un sesgo de clase, ya lo decía Pedro Lemebel: “Ser pobre y maricón es peor, Hay que ser ácido para soportarlo, Es darle un rodeo a los machitos de la esquina, Es un padre que te odia porque al hijo se le dobla la patita, Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro, Envejecidas de limpieza” y cuánta razón tenía, mientras los Larraín hoy pueden convencer a la clase política chilena que necesitamos casarnos, los Zamudio y los Lepe corren peligro de muerte y sus padres y madres, lejos de codearse con el poder, madrugan por el sueldo mínimo, con la simple esperanza de ver crecer a sus hijos, de verlos con vida aunque no los lleven al altar.

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