Las mujeres con discapacidad que, por una u otra razón, la vida les da la posibilidad de ser madres, deben sortear algunas batallas cotidianas para lograr ser validadas como tal. En ocasiones cosas que las demás madres hacen casi por inercia, para nosotras es un desafío.
Realmente son momentos difíciles, cuando se contrapone tu derecho a la maternidad, y el deseo de criar por ti misma a tu hija/o, pero tu cuerpo no ayuda mucho. Estás en un cuerpo inmóvil, en mi caso la tetraplejia, con una mente en constante movimiento, en busca de estrategias para que ese ser pequeñito esté bien y se sienta orgullosa/o de ti.
Inevitablemente, hacer un balance de la vida, en este momento, es una reconstrucción de lo bueno y lo malo. No puedo obviar lo imprescindible de contar en Chile con una política pública, donde el Estado reconozca nuestro rol de madre, brindando las herramientas necesarias para permanecer junto a nuestros retoños. No cabe duda que las voluntades están, pero simplemente hay temas que no pueden depender de éstas o de cual o tal gobierno está de turno, o de cómo la autoridad a «cargo» de tu caso empatiza con tu situación.
Chile, como un Estado de bienestar, ha firmado y ratificado innumerables Tratados y Convenciones internacionales en pro de la igualdad de condiciones y oportunidades para las personas en situación de discapacidad. Sin embargo, a las madres con diversidad funcional, en muchos casos, se nos visualiza como un objeto que vino a descuadrar lo socialmente impuesto. Se nos encasilla en tipificaciones tales como: Confrontacional y hasta agresivas si no aceptas la intervención del gobierno de turno, experimentando con diversas medidas y ver cuál se acomoda a lo que estás viviendo. Con personas que deciden sobre tu futuro, sin siquiera conocer a fondo tu realidad concreta.
Mi nombre es Valeria Riveros Agurto, Trabajadora Social y madre en situación de discapacidad severa. Llevó 2 años y 9 meses visualizando mi historia, en diferentes redes sociales, foros e instancias presenciales con autoridades. Un camino arduo, a veces doloroso, a veces no entendiendo por qué se hace tan complejo llegar al otro o solo que comprendan que tu único objetivo en la vida es estar con tu hija, criarla y que la discapacidad no sea una barrera o un motivo para separarnos. No siempre es sencillo mantener la calma, cuando cada cierta cantidad de meses, te dicen que no hay presupuesto para apoyarte, o se hicieron modificaciones.
Mi hija no es una mascota a la que yo pueda dejar encargada en cualquier lugar o dejarla sola en casa con agua y alimento, mientras se resuelve que harán con nosotras. Tampoco mi condición, me permite decidir en qué instantes soy autovalente o dependiente severa. A juicio personal, esto me parece tremendamente inhumano. Más aún, cuando organismos como el Servicio Nacional de la Mujer, o la Defensoría de la Niñez, no se hacen parte.
Claramente, estamos avanzando en «inclusión», pero en lo que respecta a mi maternidad, y la de otras madres en situación de discapacidad severa, hay cuestiones que no podemos transar, ni esperar de brazos cruzados, que en algún momento se den cuenta, que existimos, estamos acá, y más firmes que nunca decimos, la discapacidad no es factor de riesgo para mi hijo/a, quiero estar con ella.
Mi nombre es Valeria Riveros Agurto, Trabajadora Social y madre en situación de discapacidad severa. Llevó 2 años y 9 meses visualizando mi historia, en diferentes redes sociales, foros e instancias presenciales con autoridades.
La verdad, la vida fue y es muy generosa conmigo, tengo amigos que me ayudan a que el camino sea menos sinuoso. Algunos/as comparten mi lucha, a otros/as les cuento algunas cosas y en silencio también la acompañan, algunos estuvieron por un ratito y otros/as perduran en el tiempo, con esto me he ido transformando, levantando cuando he caído, y llorado de felicidad y tristeza, pero, lo importante, es que sigo junto a mi Fernanda (mi hija).
Quizás, hay quienes no entienden esta lucha, otros la cuestionan y critican, lo cierto, es que no podría dejar a mi beba, ni quedarme callada, y aceptar lo que se supone es así, y mi condición lo perpetua, como si no hubiese nada más que hacer, más que aceptar resignada. Francamente, siempre he sabido que el ser humano, es un animal de costumbre, que se adecua a cualquier contexto, pero, no a perder un hijo, y menos por solo haber nacido con discapacidad.
No me pidan eso, porque no sucederá.
Agradezco a quienes han detenido unos minutos parte de su día, para leer estas líneas.
Valeria Riveros Agurto.
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