Hoy día el diario La Cuarta da cuenta en su portada de una protesta de mujeres trabajadoras, nanas las llama, que manera espontánea se articularon ayer en la Comuna de Providencia para dejar en claro cómo y de qué manera el sistema de transporte público vulnera su calidad de vida.
Tuve la oportunidad de ver las imágenes y las notas periodísticas que se transmitieron en vivo del hecho. Efectivamente las mujeres entrevistadas daban cuenta de la mala calidad del servicio, que se componía de dos problemas: por un lado, la frecuencia y el tiempo de duración del viaje total entre sus casas y sus lugares de trabajo. El segundo problema que fue esbozado se refería a “la existencia de manoseos y apretones” que ellas sufrían en al interior de los buses.
El gobierno, y muchas de las discusiones que se han suscitado a propósito de esta protesta, han vuelto a poner como centro de la discusión del mejoramiento del sistema Transantiago la calidad de los buses, la frecuencia, la existencia o no del sistema de seguimiento vía GPS de la flota. Se propone entonces un mejoramiento en lo técnico del sistema.
Mientras que la violencia de género que se potencia dada la estructura y funcionamiento del sistema queda olvidada, se silencia poco a poco y pasa a ser un problema inexistente.
Muchas reflexiones feministas han insistido y mostrado la manera en que la ciudad es un espacio generizado; a través de su estructura, forma y funcionamiento se reproducen y refuerzan de manera constante las jerarquías de género que operan en otras dimensiones de la vida social. La ciudad neoliberal que es Santiago, entregada al funcionamiento del mercado (inmobiliario, de educación, del retail, del transporte), sin duda no potencia reflexiones sobre el impacto de su diseño y funcionamiento sobre ningún grupo social; es vista sobre todo como una infraestructura productiva.
Lo importante del transporte es su capacidad de desplazamiento de cuerpos pensados como asexuados que en un punto de la ruta reposan y se recomponen y en el otro son mano de obra, a veces muy barata y desprotegida. En esta ruta, no se espera ni se proyecta que las mujeres puedan sufrir algún tipo de violencia. La discusión pública al respecto ha situado este “incómodo problema” en el espacio doméstico, pensado como privado. Por esta razón, ninguna autoridad fue capaz ayer de hacerse cargo del tema. Cuando se trata de asaltos a los choferes la situación es otra, pues entonces hablamos de un daño que se infringe al “sistema productivo”, que son los medios de transporte.
El esfuerzo de análisis que es necesario realizar es que la ciudad y el sistema de transportes requieren en su diseño no solo una mirada de ingeniería; no hablamos solo de flujos de personas y capitales. Hablamos de un espacio tanto de libertad como también de reproducción de jerarquías sociales y violencias, donde las múltiples formas de la violencia de género se hacen presentes y donde se reproducen permanentemente situaciones de injusticias que afectan a las mujeres.
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Foto: Difusa / Licencia CC
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Beatriz Eugenia Ramírez Saavedra
Estimada Dra.
Me gustaría conocer a profundidad su estudio del transporte público, sin embargo no lo he encontrado en la red, estoy sumamente interesada ya que soy estudiante del doctorado en ciencias sociales (Colegio de San Luis, México) y mi tema de investigación es la gobernanza en el transporte público, además considero que su trabajo etnográfico puede darle luz a mi investigación, debido a que el incorporar herramientas antropológicas contribuye al enriquecimiento de la vida social.
Saludos
Beatriz E Rmz Saavedra
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Ismail
Chegando a um tempo em que Os poerbs ficare3o mais poerbs e os ricos cada vez mais poerbs veja situae7e3o do Jape3o e na vida os honestos levare3o vantagem contratapondo a lf3gica do vale tudo..