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La Sole: una historia con vista al mar

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A Clarisa Soledad Venegas Soto (la Sole) la conocí en mayo del 2010. La Fundación Proyecto Propio me contrató como coordinadora territorial para la construcción de viviendas con fondos CERF de las Naciones Unidas y ellos eran los beneficiarios de 146 viviendas.

Dejamos nuestras cosas en la residencial y subimos al cerro en un colectivo que se toma en la plaza. Era mayo del 2010. Me bajé del colectivo y no podría creer lo que veía. Febrero, marzo, abril, mayo. Estaba secándome una lágrima en medio de esos plásticos con cartones que se suponía eran un campamento de emergencia cuando de en medio de la nada aparece una chica -Clarisa es bajita- sonriente con unas cien personas que caminaban directo a mí. Solo la sonrisa de la Sole me calmó.

Nos metimos todos a la sede. La Sole me enchufó unas sopaipillas con mate y yo estaba tomando aire para contarles que se estaba estudiando la factibilidad de construir en el cerro cuando ella dice: «les presento a la señorita de la ONU, que va a coordinar la construcción de la Aldea Santa Elena de Coronel. Recibámosla con un aplauso». Y aplaudieron. Mucho. Después me dieron besos. Me empezaron a contar del día del terremoto y cómo llegaron desde la Caleta Lo Rojas a la punta del Cerro Corcovado en Coronel. Nadie me dejaba hablar. Todos hablaban. «Tan jovencita». «Nosotros la vamos a ayudar para que no extrañe a su familia». «Acá tenemos todo organizado». «Ahora que llegaron ya no nos van a echar, lo vamos a cuidar como tesoro». Eran muchos. Y un viejito (el papá de la Sole que me “remató”) me dijo: «desde hoy y hasta que me muera yo voy a rezar todos los días una plegaria por usted».

Les cuento esta abrumadora presentación porque la Sole no solo es excelente persona, sino que también es viva, perspicaz. Y ella sabía que su mejor forma de comprometernos para construir esas casas, en esa tierra, era con las hermosas personas que las habitarían. Y lo hizo.

La Aldea partió como una toma de terreno unos minutos después de ocurrido el terremoto. En la Caleta Lo Rojas se subió el mar y salieron arrancando y se subieron al cerro Corcovado. Allí pasaron la noche. Cuando pudieron bajar a buscar sus cosas para pasar otra noche (las réplicas eran muchas y los saqueos recién comenzaban) o no había casa, o la casa tenía nuevos allegados que no eran ellos. No quedó otra que volver al cerro.

La Sole siempre fue dirigenta. Le tocó dirigir todo en ese caos. Mientras seguían las réplicas y se escuchaban los balazos de los saqueos y no abundaba la comida, la Sole organizó dirigentas por grupos familiares. Les pasó cordel y estacas y se pusieron a dividir el terreno para que cada familia tuviera un poco de privacidad. Lo loteó en pequeños pedacitos de 20 metros cuadrados. Organizó ollas comunes y actividades para que los niños «no quedaran más chalados». Entre todos se ayudaron a parar las casas: las construyeron en su mayoría con escombros y los menos afortunados con plásticos y cartones.

Estaban convencidos de que construiríamos mediaguas. Cuando llegamos con las casas que eran muy lindas, de otros materiales y con posibilidad de ampliarse, casi les da algo. Le dije a la Sole que había que organizar cuadrillas de trabajo. Y ella dispuso que todas las familias tenían que nombrar una persona para trabajar en la construcción de la aldea. «¡Aquí todos los monitos bailan!» Habían encargados de alimentar a los maestros, otros de ayudar a los maestros, otras de limpiar lo que quedaba entre las casas, otras contaban y arreglaban clavos, y otras y otros de cuidar los materiales para que no se los robaran. Noche de vigilia incluida, patrullando. La Sole se dividía en todas las tareas. Era la primera en levantarse y la última en acostarse.

Una mañana estábamos en su casa revisando los listados de familias cuando la llamaron por teléfono. Ella siempre hablaba de su sobrino, que era lindo, simpático, tierno. Don Pancho, su papá, también. Le decía: «cuando terminemos con las casas, mijito, se va a venir a vivir conmigo». Pero cuando la Sole cortó el celular se puso a llorar y Don Pancho también. Su sobrino más querido se suicidó. Sufría una profunda depresión porque en Caleta Lo Rojas era objeto de burlas por ser homosexual. No alcanzó a llegar a la casa nueva.

La Sole se encerró y lloró tres días y no lloró ni un día más. Luego se levantó y trabajó.

En ese periodo, consiguió que se les reconociera la calidad de damnificados y con ello la calidad de aldea a la «Toma Santa Elena», que pasó a llamarse «Aldea Santa Elena». Cuando terminó mi trabajo y estábamos despidiéndonos en su casa, le pregunté a la Sole como querían llamarse (había varios nombre circulando). Se acercó a la ventana y me dijo que mirara. Se veía el mar: «Villa Vista al Mar, se llamará», me dijo. Ahí me cayó la teja de cuanto significaba la vista para mis amigos. Era como un tratado de paz. Casi todos ahí han trabajado en el mar. El mar les da de comer y el mar les quitó la casa. Mirarlo desde el cerro cuando todo era incertidumbre se transformó en una promesa de esperanza. Todo se podía volver a construir.

Cuando me fui de Coronel los empezaron a molestar con la calidad de damnificados. La Sole me invitó a visitarla. Llegué a su casa y había un computador. Ella misma dice que es a carbón y se mata de la risa. Pero funciona. Entre mate y sopaipillas me dice que quiere que le haga un correo para recibir información, un perfil en Facebook para contactar gente de Coronel y una cuenta «de estas nuevas que ocupa la gente famosa». “¿Una cuenta de Twitter, Sole?” “Sí, de esas, y necesito que me enseñes a ocuparla”. Así fue.

La Sole debe ser de las mujeres más emprendedoras e inteligentes que conozco. Al poco tiempo ya se había contactado con los amigos de El Quinto Poder y publicaba columnas, salía en diarios locales y daba entrevistas.

Viajamos al Congreso a declarar a la comisión investigadora por el caso Van Rysselberghe. Dimos declaraciones por separado. La Sole narró perfectamente todo lo que les había pasado, estaba muy nerviosa antes de entrar pero no se le movió un pelo. Salieron importantes oficios ese día. Cambió el trato institucional hacía la aldea.

En el bus de vuelta me dice: “Fran, en el Twitter sigo al Movilh, les retuiteo todas sus cosas… ellos me retuitearon un artículo de la Aldea… mi sobrino estaría tan contento”. Sole quería Twitter no solo para informar de la Aldea. Quería leer las cosas que publicaba el Movilh para que nunca más otro joven viviera lo que vivió su adorado sobrino. Mi amiga sabía de muchas cosas, estaba absorbiendo toda la información que antes le era esquiva. Y estaba cambiando su entorno con sus nuevos conocimientos. No quería saber por saber, la cosa era cambiar el mundo.

Estos años han sido un calvario constante porque siempre los quisieron sacar del cerro. Era complejo construir ahí. Nada la detuvo. Ella se preocupó de tener plena conciencia de sus derechos. De trabajar tanto en sus argumentos que estos no pudieran ser cuestionados. Acompañó documentos, estudió hasta que entendió cómo se calculan los puntajes de la ficha de protección social y fue y apeló de los puntajes de toda la aldea. Y le acogieron el reclamo. Insistió e insistió: hasta al delegado Felipe Kast le porfió. Siempre educada, pero sin achuncharse con nadie. Ella es una ciudadana, tiene derechos, su opinión vale y debe ser escuchada. No acepta recados, ni imposiciones. Ahora hay una mesa de trabajo con el Minvu y por supuesto funciona con dirigentes… ¡era que no!

El jueves 2 de agosto le notificaron (y ella pidió documentar) que la primera piedra de la Villa Vista al Mar se coloca en diciembre. En su Twitter escribió: “¡Se puede! ¡En comunidad todo se puede!”

Hoy la Sole ha sido nominada por el portal Terra en su concurso anual para escoger a mujeres destacadas en nuestro país. Compite en la categoría “Emprendedora”, yo creo debiera estar en una categoría que no existe: “Corajuda”. La Sole merece el premio, porque su historia es la historia de las mujeres que construyen Chile desde abajo, en comunidad, contra viento y marea. Te invito a votar por ella.

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5 Comentarios

Rodrigo Vega Herrera

Rodrigo Vega Herrera

Me tocó conocer a la Sole cuando vinieron a la Comisión Investigadora del Caso JVR al Congreso, como dirigenta tenía muy claros sus derechos y el objetivo de toda su labor, el lograr una casa definitiva para su comunidad en el lugar donde estaban contra todos los obstáculos que les fueron poniendo. Una mujer aperrada, todo un ejemplo.

JAIME HERNANDEZ

EJEMPLO DE MUJER

Mary Carvallo

Se lo merece absolutamente..

Inés Cáceres Reyes.

Sole, te conozco mucho, tanto escuchar a mi hija sobre tí. Eres una mujer digna de imitar, valiente no te achicas con la adversidad todo lo contrario, te admiro, ojala hubieran muchas Sole.
Exito en tu gestión. Un abrazo

Camila

me convenciste al primer párrafo, ya me encargué de votar por ella