La masculinidad está en crisis. Una crisis profunda y severa. El rol masculino se aprecia obliterado y sumamente devaluado. ¿Qué es ser hombre en la sociedad contemporánea? Ante el empoderamiento de las mujeres los hombres se muestran confundidos. Ya no saben cuál es el rol que les corresponde dentro del presente esquema cultural. De conquistadores, proveedores y protectores han pasado a estar asustados con el poder y la independencia de la mujer moderna. Pareciéramos no ser más necesarios. El hombre de nuestros días no cumple una función específica y bien diferenciada dentro del esquema familiar, laboral o de pareja. Compite de igual a igual con las mujeres y se refugia infantilmente en sus fantasías de adolescente para evitar asumir el coste de haber perdido su posición en la estructura social.
A lo masculino se le vapulea, se le critica, se le exige en demasía. Las consultas de salud mental van en aumento por trastornos emocionales y crisis de pareja que antes solo eran motivo de preocupación femenina. Lo masculino se ve eclipsado por una femineidad que se parece demasiado a lo masculino, por una mujer que cumple un doble rol en la sociedad y que ya no espera a que el galán se le acerque. Ella va y toma lo que quiere cuando lo desea. Y los hombres están aterrados, especialmente los de las generaciones más jóvenes. Los vemos en los pubs y discotecas, embriagándose para tener la valentía de acercarse a una mujer que ya no tendrá escrúpulos para tratarlo como a un objeto, tal como los hombres hicieron con las mujeres durante siglos. Los vemos humillarse y hacer el ridículo en medio de sus excesos, tratando de mantener el papel de galanes en una comedia del absurdo que ninguna espectadora femenina está ya dispuesta a tragarse. Es el fin de un ordenamiento de roles que supone la necesidad de reconfigurar la función de lo masculino.
Tal vez el sueño del feminismo más radical y virulento se ha hecho realidad. Los hombres ya no somos necesarios. Al menos no más que como meros sementales. Como a un tubo de pasta dental se lo puede exprimir para obtener de él la semilla de la vida. Luego se le puede botar y, si hay suficientes ganas, hasta se le puede cambiar por otro. Después de todo, siempre hay un ejército de sementales bien dispuestos a ser objetos del siguiente intercambio.
Desgraciadamente los hombres no comprenden lo que les está sucediendo. No alcanzan a darse cuenta de lo inseguros y atemorizados que están. Mientras más aterrados, más se comportan como niños. Y esta es una queja femenina recurrente. ¿Porqué los hombres son cada vez menos hombres? Pues la respuesta es simple: porque la mujer ha ocupado tanto los espacios de la masculinidad que ha dejado a los hombres sin una función que ejecutar. Al parecer lo hicieron tan mal durante tanto tiempo que ellas decidieron hacerlo todo por sí mismas. Crían, trabajan, consumen, tienen sexo casual.
Ante la presión constante, lo masculino se ha feminizado. Ahora los hombres deben ser sensibles y escuchar los deseos y necesidades de la mujer. Deben mostrar sus sentimientos. Deben ser más delicados. Por contraparte, lo femenino se ha masculinizado. Las mujeres deben ser fuertes e independientes. Deben valerse por sí mismas y tomar lo que necesitan. Decidir sin preguntar. En esta verdadera despolarización la pareja se ahoga en el conflicto ante la ausencia de roles diferenciados. Hay que negociarlo todo y llegar a un consenso intersubjetivo. Resulta difícil cuando el padre es una figura transitoria, fugaz, acaso irrelevante. La dinámica familiar ha cambiado profundamente y apenas logra sostenerse en pie de maneras viables desde la monoparentalidad. Los tribunales de familia son sistemáticos en satanizar lo masculino y la cultura popular abunda en descalificaciones degradantes que se propagan por los medios de comunicación como estereotipos para divertir a las audiencias.
Lo masculino se encuentra fracturado y necesita reelaborarse. Las ruinas en que se halla no permiten la articulación de modos de vida saludables para los hombres. Debido a que lo masculino se constituye en relación de oposición con lo femenino y viceversa, la modificación de un polo supone un desafío mayor a la identidad del otro. El problema es que el marco referencial no les está indicando a los hombres qué hacer frente a la reconfiguración de las mujeres, cada vez más implicadas en los roles y espacios tradicionalmente masculinos.
Como psicoterapeuta, me preocupa mucho el aumento de la devaluación masculina, la vulnerabilidad emocional no asumida y el desmedido refugio en los intoxicantes con el que se intenta compensar artificialmente la inseguridad y una autoestima debilitada por la narrativa social dominante. El momento histórico que vivimos es delicado. Todo lo que dábamos por sentado ha sido reducido a polvo. ¿Cuál es el rol de lo masculino en la era del relativismo y la masculina emancipación femenina? Es un misterio que solo se resolverá con el paso de las décadas. No obstante, como la historia de la humanidad es una crónica de los excesos, es probable que tarde o temprano el machismo patriarcal termine retornando en gloria y majestad cuando la desestructuración de parejas y familias haya dañado de modo aberrante la estructura de personalidad de varias generaciones.
Necesitamos la ayuda de las mujeres en la tarea de evitar seguir profundizando un problema que adopta tintes de crisis global en la Civilización Occidental. Porque los hombres solos no podremos encontrar un lugar adecuado si nuestras propias madres, así como las madres del mañana, todas mujeres emancipadas, no logran transmitirnos un sentido de útil dignidad dentro de la cultura contemporánea. He aquí un desafío mayor para todos y cada uno de nosotros.
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Foto: Tony Madrid / Licencia CC
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MANUEL DURÁN
Es el amor energía, energía de la que nos hemos alejado cada vez más, en pos del consumo, posición que hemos adoptado tanto hombres como mujeres, hemos entrado en un mundo de competencia en la que nos vemos como rivales. Cierto que la mujer ha sido sometida y que ahora viene su revancha: todo lo que sube baja, todo lo que baja sube. Este subir de la mujer, es un período necesario para que ella se dé cuenta de su posición, al igual que el hombre. Los extremos no son buenos. Este período no habrá de durar más de dos generaciones.
Es el amor la fuerza de cohesión de los seres humanos. Aunque supongo que esto siempre ha pasado, en especial, me preocupa que, actualmente la unión de las parejas es resultado de conceptos diferentes al amor: está guapo, tiene auto, tiene dinero, está bonita, tiene un cuerpazo, etc. Mucho de esto es la influencia que ganamos de la televisión. No responsabilizo a la televisión, ni a ningún medio de difusión, pues cada quien compra lo que quiere.
En experiencia como terapeuta, las parejas manifiestan conceptos de no amor. Esa falta de cohesión, destruye la unión que nunca existió. Los hijos nacidos de una unión de este tipo, tienden a ser enfermizos, tristes, opuesto a una unión de amor.
En esta situación, pueden nacer seres débiles que van a buscar el modo de compensar la carencia de energía; pueden tender a una competencia negativa, una falta de consciencia, pues eso también es energía.
Me encantan las reglas de esta página.
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Gracias por su texto. Fue entretenido.