La estupidez se ha tomado las calles y el Gobierno ha oficiado de cómplice.Nada importa que la investigación haya validado hasta el hartazgo que el factor de género es una construcción social independiente del biológico; nada importa que las asociaciones internacionales de psicología, psiquiatría, la OMS y un largo etc., tengan una postura clara y alineada al respecto; nada importan los tratados internacionales firmados por Chile que suscriben al simple y necesario respeto por el otro y su dignidad; ni siquiera importa el fundamento esencial del cristianismo, que debiese ser emblema y marca a fuego de sus adherentes: ama a tu prójimo como a ti mismo. Nada importa, pues la estupidez se ha tomado las calles y el Gobierno ha oficiado de cómplice.
«El bus y lo que representa goza de una gran cantidad de simpatizantes, a los cuales pareciera no importarle (o quizás no son capaces de ver) la operación de manipulación que cae sobre ellos.»
Los promotores del mal llamado bus de la libertad toman como excusa la temática de género, de la que nada conocen, para imponer con violencia una visión política determinada, pues incluyen a modo de subtítulo en frases como “No te metas con mis hijos” la consigna “menos Estado, más familia”, como si Estado y familia fueran excluyentes. Su discurso deja caer una suerte de perversa manipulación ideológica que parece pasar desapercibida pese a ser tremendamente evidente; así mismo, también deja ver su opción por la violencia como modo de establecer una relación con el otro, pues la consiga “Los niños tienen pene, las niñas vulva. Que no te engañen”, sugiere, contra toda evidencia racional, que la diversidad en materia de género se sustenta en un engaño, anulando arbitrariamente la condición de posibilidad de la población LGBTIQ. Pese a esto, el bus y lo que representa goza de una gran cantidad de simpatizantes, a los cuales pareciera no importarle (o quizás no son capaces de ver) la operación de manipulación que cae sobre ellos.
En tiempos donde las comunicaciones permiten el acceso a una gran cantidad de información, la ignorancia en estas materias no es excusa, pues todo está al alcance fácilmente. Sin embargo, lo que resulta de sobremanera muy preocupante es la posición del Gobierno, pues ha permitido, bajo la idea de la libre expresión, que circule impunemente por las calles un mensaje de odio y discriminación, basado en la ignorancia total y en una moral religiosa distorsionada que antepone la violencia antes que el amor.
Entonces, esto no es algo que haya que confrontar sólo con argumentos, como mencionó cierto periodista de CNN hace unos días, pues lo que se ha dado en torno al bus no es un debate racional propiamente tal, sino el ejercicio impune de la violencia sobre una población que ya ha sido históricamente maltratada. En este sentido el Gobierno tenía el mandato expreso de resguardar sus derechos humanos, sin embargo, nuevamente falló.
El triste resultado es que la estupidez se ha tomado las calles y el Gobierno ha oficiado de cómplice.-
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