#Género

Feminismo, clase y la tareas anti patriarcales

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Cuarta ola y la crisis sistémica.

El viernes 25 de noviembre conmemoramos un nuevo Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer; fecha que recuerda el asesinato perpetrado por el dictador dominicano Rafael Trujillo en los años ’60, contra las activistas políticas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal; además de reivindicar la lucha frontal y activa contra todas las expresiones de violencia patriarcal, es relevante tensionar aspectos de esta lucha y analizar la tendencia de la disputa hegemónica dentro del mismo movimiento, con un enfoque feminista y de las disidencias.

Desde una perspectiva histórica del feminismo; pero, sin pretender profundizar cada etapa y su legado, nos centraremos en la etapa actual o Cuarta Ola. La Cuarta Ola se sitúa aproximadamente entre los años 2012, 2017 y un explosivo 2018 a la fecha; en esta etapa histórica les estudiantes alzaron la voz con una interpelación política, social y cultural a nivel mundial como respuesta frente a una situación que tristemente evidenciada la OMS con cifras: “1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sido afectada por violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida, la mayoría de estos casos son infligidos por parte de su pareja y un 38% de los asesinatos de mujeres son cometidos por ésta”; mientras tanto y en paralelo al avance de las últimas olas feministas, las contradicciones propias del modelo económico capitalista avanzaron un paso más hacia su propia aniquilación; desde la Gran Depresión (1929) y seguido de un ciclo post-guerra de renacimiento y globalización que nuevamente terminó con la segunda mayor crisis económica mundial denominada crisis Subprime (2007 y 2008) –crisis de la burbuja hipotecaria norteamericana-; y que cuya salida consistió en una profundización y colonización mercantilista a nivel global, sostenida en la depredación del medio ambiente y explotación laboral; los avances tecnológicos y la transnacionalización de la mega industria gestaron una crisis de superproducción, concentración de capital y una férrea disputa por la hegemonía de los mercados globales.


La crisis del capitalismo evidencia los límites de la igualdad legal, el reformismo y la democracia burguesa en la lucha contra la doble opresión y violencia patriarcal

Poco a poco, el nuevo ciclo de acumulación llegaba a su peak entre los años 2016-2017, no encontrando una salida para un nuevo ciclo de acumulación; los recursos naturales explotados al máximo comenzaron a escasear, la tasa de ganancia se redujo, para sostener el flujo de ganancias  las patronales desvalorización la fuerza de trabajo y el salario; la mega industria multinacional se fortaleció y sometió a los países con capitalismo dependiente con una brutal política de desnacionalización de capitales, desindustrialización, grandes fugas de capital y una creciente especulación del capital financiero; ya en 2019 la desaceleración golpeaba al mundo, datos del FMI mostraron una evolución del PIB mundial con un marcado retroceso, en 2008 la caída era de un 2,9% y en 2020 de un 6,2%; Ayhan Kose y Naotaka Sugawara economistas del Banco Mundial señalan en 2020 en un artículo para la BBC: “Los pronósticos actuales sugieren que la recesión mundial será la más profunda desde la Segunda Guerra Mundial, con la mayor parte de las economías experimentando disminuciones en el PIB per cápita desde 1870”; generando un descontento a nivel mundial que desencadenó en una serie de alzamientos sociales como los ocurridos en Londres en el 2011, Corea del Sur en el 2017, Colombia el 2029-2020, Ecuador y Chile en el 2019, entre otros.

Bajo este escenario de descontento social acumulado por décadas y producto del constante ataque al medio ambiente, el incremento del hacinamiento, la agudización de la contaminación y una serie de otros factores; permitieron el surgimiento de pandemias como el Ébola, Zika, SARS, gripe aviar o H5N1, gripe porcina o H1N1, cólera, coronavirus, etc.; no obstante de entre estas, el alto impacto de la pandemia por COVID-19 y sus variantes pusieron en evidencia la real dimensión de la crisis con respecto a los derechos sociales; como la dificultad en el acceso a la vivienda, la salud pública, el desempleo, la inflación, la carestía de vida, la brecha salarial, etc.; en este marco, los avances de la cuarta ola feminista fueron sobrepasados por los efectos devastadores de la crisis estructural del capital, se dispararon las cifras de violencia y desigualdad contra la mujer, infancias y disidencias a nivel global, se sobrecargaron las tareas domésticas y de cuidado, se hicieron evidentes las barreras en el acceso a los derechos sexuales y reproductivos, educación, empleo, seguridad, etc.; según datos de la CEPAL y previo al 2020, el 51.84% de mujeres estaban en sectores laborales de baja productividad, de ese porcentaje un 82,2% no tenía una cotización en un sistema de pensiones ni acceso a un seguro de salud, con empleos en mayoría del sector del comercio, servicios e industria manufacturera –En Latinoamérica, el 21,9% trabajaba en sector comercio-; sectores que sufrieron los mayores embates de la crisis económica y sanitaria; rubros que tampoco estaban cubiertos por subsidios o IFE insuficientes, expuestos a salir a trabajar en plena cuarentena y más aún, los largos encierros dispararon las cifras de violencia intrafamiliar y abusos sexuales.

En Chile; estadísticas del INE arrojaron un aumento del 70% de denuncias de casos de VIF en el año 2020 en comparación con el año anterior; con respecto a la situación económica, el Centro de Desarrollo Social de la Universidad de Chile (DESOC), en sus estudios realizados durante el 2020 concluyeron que la pandemia dejó a 117.753 hogares, liderados por mujeres, en extrema pobreza; en cambio, en casas donde el jefe de hogar son hombres, la pobreza llegó a 50.887 familias; situación que ni siquiera mejoró a pesar de las ayudas sociales como el IFE.

El reflujo frente a la crisis, las tareas y el horizonte de emancipación.

La crisis estructural del capital visibilizó la multiplicidad de manifestaciones de violencia de género; muchas de ellas se traducen en una creciente inestabilidad de derechos socioeconómicos y una fuerte codependencia los vaivenes económicos; reconocemos que hay corrientes del feminismo que no tocan el capitalismo y que tienden a despolitizar el movimiento e institucionalizarlo, otorgándole una centralidad al estado y configurando un sujeto político aparte de la revolución social misma, colocando en mayor relevancia las reivindicaciones identitarias en desmedro a las de clase; no obstante, la evidencia empírica durante los últimos años demuestra que frente a la inevitable crisis y banca rota del capital, la mercantilización de todos los intercambios humanos hace peligrar la emancipación feminista y disidente; nos lleva a pensar si es realmente liberador un feminismo que convive con el capitalismo; la respuesta a esta interrogante puede ser variada; pero, los hechos apuntan a que no; si bien es importante reconocer que la violencia de género es favorecida por la inacción del estado burgués y sus instituciones; tanto por recortes al gasto público o administrando impunidad legal, u otros factores; pero, no es suficiente pensar que todo es cuestión de más o mejores políticas con perspectiva de género.

Si pensamos en los requisitos mínimos de una corriente feminista emancipadora y efectiva materialmente; esta debiese considerar la erradicación del modelo económico capitalista como un eje fundamental junto con la erradicación del patriarcado y que no delegue toda esa la responsabilidad al estado y sus instituciones; sino, que con independencia de clase haga responsable a la comunidad en su conjunto, tanto en la deconstrucción y reconocimiento del machismo arraigado en todas las estructuras sociales; incentivando la sociabilización de las tareas de cuidado, del empleo, de la educación, salud, pensiones, la producción, etc.; o sea, des mercantilizar la vida y el medio ambiente de forma radical y profunda, esto último como una estrategia urgente frente a la de crisis terminal y banca rota mundial del capital. 

Este debate no es nuevo, la sistematización de la opresión de la mujer desde el socialismo y la estrategia de liberación estuvo presente incluso en plena Revolución Industrial; afrontar esto no está exento de resistencias dentro del mismo socialismo y abarca a su vez muchas complejidades. La referente de izquierda socialista argentina Cintia Frencia, en el libro “El marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras” tensiona que los caminos de las mujeres trabajadoras y del movimiento feminista no siempre fueron coincidentes; sino, que veces se vieron enfrentados; señala a su vez, el fenómeno de apropiación del asesinato de las hermanas Mirabal producto de su lucha contra la dictadura, recalcando que esos crímenes no fueron directamente por motivos de género; sino, por motivos de lucha clasista y sostiene que este hecho, a su vez se conjuga con la idea que las mujeres y disidencias se unen por intereses y necesidades comunes mediante una sororidad obviando la pertenencia de clase; en el libro además ubica a referentes como Kollontai y Armand, en el lado de la vereda de donde tienen que estar y no donde las colocaron las corrientes feministas que quisieron ver en ellas a “feministas socialistas” como si las socialistas no fueran feministas.

En conclusión; la crisis del capitalismo evidencia los límites de la igualdad legal, el reformismo y la democracia burguesa en la lucha contra la doble opresión y violencia patriarcal; a su vez, pone en tela de juicio las cuestiones identitarias y el afán de ganarle al capitalismo una  “ciudadanía” con rostro de mujer –ningún derecho es garantía bajo el capitalismo-; obviamente sin desconocer las reivindicaciones de todas las mujeres y disidencias dentro de sus propias particularidades; es urgente confluir en un horizonte de organización socialista que permita la transición del capitalismo al socialismo con base en un programa discutido ampliamente entre todos los sectores de la clase proletaria y que incluya en profundidad todas las demandas por las libertades democráticas de las mujeres y disidencias; deliberación que permita finalmente elaborar un plan de lucha y estrategia viable por la conquista del poder que nos lleve a un gobierno socialista, de para y para la clase proletaria en su conjunto.

Porque la revolución proletaria nos enmarca y no somos una derivación de la misma, la revolución socialista será también feminista y disidente o no será!

TAGS: #Patriarcado #Revolución Capitalismo Feminismo

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