La síntesis tanto del Congreso de Educación para los Pueblos como del histórico Congreso estudiantil-feminista por la Educación no Sexista, se consensuó en que el método era a través de la movilización y no de la negociación sin pisos mínimos de diálogo
La pasividad que caracterizó este año al movimiento estudiantil mostró cómo el gobierno de la Nueva Mayoría dejó expectante a toda la población con reformas que venían, supuestamente, a cambiar de raíz un Chile de injusticias en términos económicos y políticos. Ellas apuntaron especialmente a una juventud endeudada y segregada por créditos universitarios, como también a la clase trabajadora que aún sufre por un Código Laboral heredado de la dictadura militar.
La expectativa de una Reforma Tributaria que haría pagar más a los ricos y menos a los pobres se diluyó rápidamente en los debates del Parlamento, con una derecha y un empresariado que cambió todo punto y coma a esta Reforma que se disponía a ser un eje refundador de este “nuevo” régimen. Tanto las discusiones respecto de las reformas educacional como laboral integraron sin vergüenza alguna los gritos que se escuchaban desde las calles por parte de sostenedores de colegios movilizados que no querían perder sus inversiones a través del lucro en la educación, sumándole también los guiños de los grandes inversionistas extranjeros a la hora de conversar sobre la llamada Agenda Laboral.
Se mostró la verdadera cara entonces de este gobierno que dirige a la medida de los que precarizan el trabajo, que machacan la educación pública y que no detiene la profundización de un régimen de ricos sustentados en leyes que, escritas en dictadura, aún mantienen vigentes.
La calle se calló, las facultades se vaciaron y el bloque de conducción de la CONFECH (personificado por el Frente de Estudiantes Libertarios, la Izquierda Autónoma y la Unión Nacional Estudiantil) se subió a la Mesa de Participación Ciudadana, en la inocencia de esperar que el Ministro Eyzaguirre nos entregara a través del diálogo la educación gratuita.
Sin embargo, a pesar de este escenario, un sector importante que no quiso entregar la histórica lucha de los estudiantes al régimen, se organizó de todas maneras. Fue así como se levantaron dos grandes congresos nacionales para pensar y organizar nuestras demandas de una educación para todas y todos, y fundamentalmente el cómo la íbamos a exigir.
La síntesis tanto del Congreso de Educación para los Pueblos como del histórico Congreso estudiantil-feminista por la Educación no Sexista, se consensuó en que el método era a través de la movilización y no de la negociación sin pisos mínimos de diálogo. Sumándole a esto la necesidad de unificación con sectores estratégicos como la clase trabajadora, tanto con funcionarios de la educación como de los mineros, portuarios, forestales, del retail, etcétera.
De la sala de clases a la lucha de clases
El feminismo desde las salas de clases, entonces, se organizó para combatir la pasividad y fueron las y los estudiantes de base los que nos pusimos a la cabeza, a través de las secretarías de géneros y sexualidades, organismos estudiantiles que cotidianamente organizan la lucha por los derechos de las mujeres y LGTTBI (1) en conjunto con organizaciones feministas. La falta de jardines y salas cunas dentro de los lugares de estudio financiados por la JUNJI, la necesidad de estipulaciones para padres y madres estudiantes dentro de los reglamentos internos para apoyar en el plano académico, la violencia de género cotidiana, entre otras cosas son la lucha que levantan.
Las secretarías existen a lo largo de todo Chile en diversas universidades cumpliendo no sólo un rol de movilización sino también pedagógico sobre las temáticas por las que se organizan. Nacieron el 2011, al calor de tomas de establecimientos, marchas y paros, cuando la juventud comenzó a cuestionarse las relaciones personales en medio de un Chile que convulsionó frente a la privatización de los servicios básicos y el detrimento de los públicos. Y en conjunto con agrupaciones feministas, como Pan y Rosas Teresa Flores, Acción Violeta, entre otras, levantamos el 1er Congreso Nacional por cambiar los cimientos de una educación segregadora, heteronormada y sexista. Con tres pre encuentros zonales desde el norte hasta el sur, eligieron delegados de base para sintetizar finalmente en Santiago un plan de acción y de lucha para conquistar desde la gratuidad hasta la transformación de los currículos educativos.
Desarrollamos una comisión organizadora del congreso y las jornadas de encuentros, y en cada encuentro hubo ponencias sobre qué feminismo necesitamos, el tema candente de las jornadas. En mi caso, expuse tanto en Valparaíso como Antofagasta una visión del feminismo ligado al clasismo, esto pues entendemos que si bien como mujeres y LGTTBI somos socialmente diferenciados y discriminados, son las diferencias de clase las que hacen que vivamos de manera distinta esa opresión.
Unidad de oprimidos, pero también de explotados
En compañía de dirigentes sindicales como Miguel Véliz, presidente del Comando de Trabajadores Unidos de CODELCO Chuquicamata, durante el Congreso final en Santiago, se dejó de manifiesto la necesidad de la unidad obrero-estudiantil, pues sabemos que fue esa unidad la que nos faltó el 2011 para ganar la gratuidad. Sólo el paro de la producción haría temblar a un gobierno económicamente dependiente del gigante cuprífero y las inversiones extranjeras.
Mientras que por parte del sindicalista se enfatizó la importancia de la unidad en la acción por parte de estos sectores, y por “la necesidad de renacionalizar el cobre, para así financiar la educación que tanto demandan los estudiantes y también los trabajadores”, lo que argumentó a viva voz antes de la plenaria final del congreso en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
En plena campaña de elecciones para alcanzar una de las federaciones más emblemática del movimiento estudiantil no podemos olvidar que hoy, cuando los sectores LGTTBI, especialmente los trans, no tiene acceso al campo laboral por una inexistente Ley de Identidad de género y por las fobias a las diferencias sexuales y de género naturalizadas por el patriarcado; hoy, cuando las mujeres siguen siendo doblemente explotadas en los trabajos con una brecha salarial desigual en comparación con los hombres, y en la casa, dedicadas al trabajo doméstico no remunerado; hoy, cuando nos siguen abusando sexualmente en las comisarías cuando somos llevadas detenidas durante las marchas: es urgente poner a la ofensiva un feminismo que esté al servicio de la clase oprimida y explotada desde las facultades. Esa es la tarea, y encabezando esta lista para presidir la FECH, nos parece un eje fundamental organizar al movimiento estudiantil junto a estas demandas transversales en la sociedad.
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