El tema del género en el contexto de las dinámicas territoriales rurales es el núcleo central del libro “Dinámicas de género y masculinidades en los territorios latinoamericanos”, concebido al alero de Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. En este se analizan las interacciones entre los sistemas de género y los procesos históricos en seis territorios rurales de América Latina: Chiloé, Chile; Loja, Ecuador; CHAH México; Cuenca Ostúa-Güija, Guatemala; Peñas Blancas, Nicaragua; Cerrón Grande, El Salvador.
Entre los principales propósitos de la mirada de género incorporada en las dinámicas territoriales rurales está el avanzar en una perspectiva teórica y metodológica innovadora, así como describir aspectos aún no documentados de cambios actuales en los espacios rurales latinoamericanos. Gracias a una investigación interdisciplinaria, gestada al alero del Programa DTR de Rimisp, será posible presentar ejemplos concretos de interacciones de género en seis países de América Latina.
El enfoque y el alcance del estudio “Dinámicas de género y masculinidades en los territorios latinoamericanos” se desarrollaron a través de las sinergias y tensiones entre las teorías contemporáneas de género y la masculinidad, y el programa de investigación Dinámicas Territoriales Rurales (DTR). Un grupo de estudiosos latinoamericanos puso en marcha este programa en 2006, en respuesta a la observación de que, durante las últimas dos décadas, el crecimiento del PIB y del ingreso per cápita no ha correspondido con una distribución más equitativa del ingreso y una reducción de la pobreza. Durante los últimos seis años, una red de 120 investigadores colaboró para reunir la evidencia empírica y desarrollar una visión teórica y recomendaciones de política para apoyar un tipo diferente de dinámica rural: una que podría conducir a una distribución más inclusiva y equitativa de los recursos y oportunidades.
La dificultad de vincular crecimiento económico con inclusión social se une a las dimensiones de clase y de género en dinámicas espaciales. Durante este periodo, el crecimiento del PIB en la zona dependió, en parte, de una masiva incorporación de mujeres en la economía formal. Datos de las Naciones Unidas muestran que, entre 1990 y 2010, América Latina experimentó un crecimiento mucho mayor en la participación femenina en la fuerza laboral que cualquier otra región, junto con una pérdida neta de la participación masculina. La expansión dramática de la proporción de mujeres en la economía formal no se corresponde, sin embargo, con modificaciones de similar magnitud en términos de equidad de género, en aspectos como los salarios obtenidos, condiciones laborales, representación política, y el peso de las labores reproductivas, todos los cuales siguen jugando en contra de las mujeres.
Tampoco ha habido mejoras contundentes en áreas donde los hombres enfrentan desventajas dentro de los sistemas de género dominantes. En todos los países de la región son desproporcionadamente altas las tasas masculinas de accidentes, alcoholismo, ciertas enfermedades, encarcelamiento, homicidio, suicidio y otros factores que contribuyen a que sean mayores las tasas de discapacidad y menor la esperanza de vida de los hombres con respecto de las mujeres. Así, existen brechas de género en las expectativas de vida que perjudican a los hombres en todos los países latinoamericanos: desde cuatro años de diferencia en Cuba, hasta seis en Chile y siete en Guatemala. Los regímenes de masculinidad dominantes contribuyen a hacer de América Latina la región más violenta del mundo en términos de tasas de homicidio; en algunos países mueren por esta causa hasta diez veces más hombres que mujeres.
El marco longitudinal del programa DTR permite establecer tendencias en la región durante los últimos 25 años: un aumento de la inversión extranjera directa y una integración en los mercados globales que ha gatillado cambios dramáticos en la vida laboral de millones de hombres y mujeres: la masculinización demográfica de muchos territorios rurales y la feminización de zonas urbanas; una distribución de los recursos económicos que favorece a los hombres, y un acceso a la educación secundaria y la universidad que favorece a las mujeres más cada año.
Este estudio ofrece una alternativa a la tendencia global orientada a mantener una mirada de género limitada en las mujeres, contribuyendo a políticas sectoriales cuyo éxito ha sido limitado a la hora de la formación de arreglos familiares y socio-económicos más equilibrados y sostenibles. También cuestiona la continuación del uso, por parte de ciertos investigadores e instituciones en América Latina, de categorías inexactas e ideológicamente cargadas (tales como “jefe de hogar”, “ama de casa”) en vez de recurrir a términos más descriptivos utilizados por organismos internacionales y gobiernos nacionales en otras regiones. Estas prácticas inciden en limitar y sesgar las dinámicas de cambio, ya que motivan políticas sectoriales y contribuyen a discursos públicos restrictivos e imaginarios culturales limitantes para los hombres así como para las mujeres.
Para promover repuestas creativas a los cambios que viven los territorios rurales, es buena hora para que las investigaciones y políticas ofrezcan nuevos recursos, entre ellos discursos, imágenes, y tipos de apoyo institucional, para que los individuos y comunidades rurales logren desarrollar sus propias formas de masculinidades y femineidades en respuesta a las cambiantes condiciones del siglo XXI.
* Susan Paulson es Académica de la Maestría en Cultura, Poder y Sostenibilidad de la Universidad de Lund (Suecia) y coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Género y Dinámicas Territoriales de Rimisp
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Foto: silencio / Licencia CC
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Estuardo Antonio Calderòn Tobar
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