#Género

Acoso sexual callejero y desafíos políticos en un nuevo 8 de marzo

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Hace unos días, se realizó en Chile el encuentro “Las Mujeres en el Poder y en la Toma de Decisiones: Construyendo un Mundo Diferente”, organizado por ONU Mujeres y el Gobierno de Chile, al que como Observatorio Contra el Acoso Callejero tuvimos la oportunidad de asistir. En el evento, grandes líderes del mundo reflexionaron sobre temas de equidad de género, principalmente en lo que respecta a liderazgo. La participación política y económica, fueron los principales temas abordados.

Quizá uno de los mayores desafíos conversados en el encuentro fue la vinculación de problemas de desigualdad de género y el impacto que tienen uno sobre otro. No es extraño que en estas instancias se hable de la diversidad de mujeres: naciones, pueblos, nivel socioeconómico, generaciones, entre otras. Sin embargo, rara vez se analiza su interseccionalidad y cómo interfieren en la larga lucha por la igualdad. Esta tarea recién comienza, más aún, considerando temáticas nuevas, como el acoso sexual callejero.

El reconocimiento del acoso callejero como violencia de género ha implicado reflexiones sobre algo que parecía natural, avanzando en su comprensión como un problema social, que amerita compromisos ciudadanos y políticos. Más allá de las particularidades del fenómeno, es importante analizar su impacto en otras esferas, porque aunque no lo parezca, la violencia de género atraviesa espacios que afectan el liderazgo político, económico e incluso relacional de las personas.

Usualmente, se señala que la diferencia entre lo público y privado es una separación obsoleta en temas de género, ya que la mujer ha ingresado a espacios que durante siglos fueron exclusivamente masculinos. Sí, hoy tenemos presidenta, diputadas, ingenieras y empresarias. Pero el acceso no es todo. Las lógicas de desigualdad resisten: en el espacio público, 9 de cada 10 mujeres ha sido víctima de acoso sexual callejero. En el parlamento, las mujeres no representan el 50% de los cupos. En la empresa, la remuneración por un mismo trabajo sigue siendo mayor para ellos que para ellas y muy pocos cargos gerenciales corresponden a mujeres.

Cuando hablamos de superar el acoso sexual del espacio público, hablamos de la exigencia de un derecho, de ocupar lo público -calles o escaños en el Congreso- con respeto y equidad. Es imposible reflexionar sobre el acoso callejero y no analizar cómo su lógica se extiende a otras esferas de lo público.

Las tocaciones, roces y comentarios sexuales son un tipo de violencia que no se considera dentro de las más graves, como lo son la violación y el femicidio, pero sí resulta la más recurrente. Cada vez que mujeres, niñas y adolescentes sufren acoso callejero, afloran en ellas emociones negativas asociadas a lo público: inseguridad, vergüenza, rabia, impotencia, vulnerabilidad.

Las tocaciones, roces y comentarios sexuales son un tipo de violencia que no se considera dentro de las más graves, como lo son la violación y el femicidio, pero sí resulta la más recurrente. Cada vez que mujeres, niñas y adolescentes sufren acoso callejero, afloran en ellas emociones negativas asociadas a lo público: inseguridad, vergüenza, rabia, impotencia, vulnerabilidad. Estas sensaciones influyen directamente en variables de empoderamiento, liderazgo y toma de decisiones. En el espacio público, lo femenino es considerado objeto, no sujeto, lo que obstaculiza el pleno despliegue de lo femenino y, por tanto, atenta contra una verdadera equidad.

Entonces, ¿qué reflexiones falta profundizar en instancias como el encuentro de mujeres? Es necesario apuntar hacia las diversas formas de desigualdad y sus efectos más allá de lo evidente. Si a propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, vamos a repensar maneras de construir liderazgo político y económico para las mujeres, no podemos dejar fuera estas sutiles pero cotidianas violencias que vulneran a la mitad de la población. Ocupar lugares no resuelve del todo la brecha; replantearnos las lógicas de esos espacios con la desigualdad de género, sí.

María Francisca Valenzuela
Socióloga y Presidenta del Observatorio Contra el Acoso Callejero Chile

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4 Comentarios

elizabeth

no se puede hacer 2 mundos ,de mujeres y hombres ,el acoso callejero siempre va existir ,es un habito re instalado

    elizabeth

    q tipo de comentario?

Sergio A Godoy

Yp pienso que los tiempos han cambiado y muchos se niegan en aceptarlo. Hoy se vive una violencia disimulada, una especie de agresividad revanchista. Los hombres son mas agresivos en sus expresiones y las mujeres expresan su liberacion con actitudes que tienen algo de desafio no tanto en contra el hombre que las acosan como contra de la sociedad que las reglamento por tanto tiempo. Ese cambio social esta causando un cambio estructural en la familia: el divorcio aunque reglamentado se ha impuesto en Chile, ya no es necesario casarse y se vive en pareja sin la tremenda condena social con la que vivia años atras, la homosexualidad es aceptada, y la ley esta haciendo lugar para que todos sean protegidos. Sin embargo, la sociedad esta sufriendo un tremendo cambio social, sociologico y moral al generar niños en una sociedad monopaternal (o maternal) en donde la sexualidad abierta es aceptada porque proviene de la libertad de decidir que hacer con ella, a pesar de que el aborto es decidido por consejos masculinos que solo los procrean pero no son incapaces de dar a luz. Para mi el acoso sexual es diferente al piropo y algo fino. De ahi es la violencia y protesta de unos contra ellas y de como ellas desafian al sexo opuesto mostrando una libertad que muchas veces solo refleja la necesidad de no tener riendas y hacer lo que les da la gana. hay violencia de ambos lados y lo que se requiere son pensar en el respeto y responsabilidad. Como se lograra? Creo que entramos en una caida libre en la que muy pocos podran frenar esa caida. Los que salen de esa caida son los que mas adelante las nos dictaran como comportarnos, queramos o no.

Juan Vera Ortega

La verdad es triste lo que se dice a las mujeres desde «lo público».
Pero el verdadero problema, es que dirán las mujeres a lo público. ¡Cual será el rasgo femenino que diferencie a una mujer de un hombre, en el ejercicio del poder, en su enfoque de la pobreza, y la tragedia del medio ambiente, entre otros? Cuando los jóvenes irrumpieron como actores sociales y políticos en la década de los 60, lograron instalar temas que revolucionaron nuestra cultura, desde la música, la moda hasta la participación estudiantil en liceos y universidades, la revolución en costumbres sexuales, la crítica al consumo, al militarismo y el cuestionamiento a la idea del progreso económico indefinido, además por cierto, de la lucha por la igualdad de los sexos. Con errores o no, los jóvenes crearon su identidad partiendo por sus reivindicaciones, pero fueron mucho más allá en sus demandas como nuevos sujetos sociales, . En cambio, no se ve tan nítido la demanda sustantiva que identifique una propuesta desde lo «femenino» Está bien reclamar por igualdad de oportunidades, por tratos igualitarios, y espacios compartidos, por exigir relaciones de respeto con sus parejas y muchas otras demandas . Pero la sola reivindicación de sus Derechos no da para ir definiendo una identidad como sujetos sociales, con demandas y propuestas distintivas propias, como las que tuvieron los jóvenes cuando irrumpieron como actores sociales en los 60.. Nuestra cultura, y hasta nuestra civilización, necesita urgentemente esta nueva identidad que puede surgir por la efectiva incorporación de las mujeres a nuestra sociedad, pero en la dirección de refrescar y ojalá transformar las viejas estructuras de poder y de relaciones sociales como nuevas actoras sociales con identidad propia, y no para empatar en cuotas de poder con los desastres masculinos en la política, economía y medio ambiente. ¿ A quien le hace falta que hoy nuestras 3 presidentas latinoamericanas, estén cuestionadas por procesos de corrupción? ¿Que tiene eso de avance o de transformación de nuestras viejas estructuras sociales y culturales del poder machista? Es evidente que es bueno que haya Presidentas mujeres, también ministras de defensa y campeonas de boxeo, pero a condición de que estos hitos y procesos vayan en dirección de una construcción de identidad femenina como nuevo sujeto y actor social en «lo público». Yo siempre tengo fe en que las mujeres tienen la última palabra