Uno de los temas olvidados en el proceso de debate sobre la reforma educacional es la educación de adultos. Un sector alejado de las políticas públicas y, lo que es peor, de los contenidos del debate educativo.
La educación de adultos, hoy denominada educación de personas jóvenes y adultas, busca actualizar, reforzar, paliar, mejorar, la experiencia educativa de aquellos estudiantes que por diversas razones dejaron de pertenecer al sistema educativo en la edad en que deberían haber estado en él. Es un área compleja de la educación porque en ella se desarrollan y vinculan estudiantes de realidades difíciles, a los cuales, además, la vida los ha llevado a tomar otros rumbos.
En nuestro país la educación escolar es obligatoria en sus 12 años de duración. Está establecido por ley, lo que significa que se puede recurrir hasta la fuerza pública para hacer cumplir lo que la ley mandata. Sin embargo, anualmente el 16, 5% de los adolescentes en edad escolar en los quintiles más pobres, abandona la educación formal, esto es tres veces más que los adolescentes de los quintiles más altos (Achnu 2006). La gran mayoría de estos jóvenes son sacados del sistema por distintos problemas, que van desde problemas familiares a dificultades de aprendizaje. Es decir, existe una franja significativa de estudiantes que deja el sistema escolar sin encontrar ni todas las herramientas, ni todas las respuestas para poder seguir adelante.
La consagración legal de los 12 años de escolaridad obligatoria y los buenos índices de cobertura escolar que tenemos como país, dejó en segundo plano las tareas pendientes en el ámbito de la educación de las personas jóvenes y adultas. Lo que poca gente sabe es que la escuela establece límites de edad para los cursos y que una vez superados éstos, los jóvenes deben asistir a los sistemas de educación de adultos, a los cuales no pueden asistir sino hasta cumplir los 18 años, dejando un espacio ciego en donde se alejan del sistema, a veces de modo irremediable.
En nuestro país, según datos de la Unicef en 2011, aproximadamente 254.838 jóvenes en edad escolar habían abandonado la escuela, si comparamos con el enorme universo de estudiantes regulares, que supera los 6 millones de niños y jóvenes, la cifra es pequeña, pero a todas luces no es insignificante y requiere una política pública.
La educación de personas jóvenes y adultas requiere urgentemente ser tomada en cuenta en el proceso de reforma educacional que se está poniendo en marcha. Actualmente, sufre casi de los mismos vicios de los otros espacios educativos, con el drama de tener mucho menos fiscalización y despertar menos interés que el resto de los niveles educacionales. Como país en crecimiento, permanentemente asociamos la educación de personas adultas a un grupo de señoras de edad que vinieron del campo y que nunca aprendieron a leer, y que ahora, al final de sus vidas, quieren completar su educación. Pues esa imagen, no es la realidad de las escuelas de adultos. En la actualidad son el espacio final de recepción de los protagonistas marginales del sistema educativo: jóvenes expresiones extremas de las injusticias y desigualdades de nuestro modelo educativo y de sociedad. Para ellos la respuesta es escaza, la calidad, salvo honrosas excepciones, baja, y el camino muy duro. ¿No sería justo repensar los sistemas de educación de personas jóvenes y adultas, incluyendo plataformas tecnológicas y agregando algún tipo de formación técnica, que permita a sus estudiantes encontrar en ella las adecuadas respuestas a las necesidades de un mundo injusto y cada vez más dependiente de títulos y grados?
La educación de personas jóvenes y adultas requiere urgentemente ser tomada en cuenta en el proceso de reforma educacional que se está poniendo en marcha. Actualmente, sufre casi de los mismos vicios de los otros espacios educativos, con el drama de tener mucho menos fiscalización y despertar menos interés que el resto de los niveles educacionales.
Hoy, que las escuelas públicas pierden matrícula, muchas veces los municipios, la primera escuela que cierran es la para adultos. Por su tamaño e impacto generan menos revuelo en la comunidad. Es preciso que como país tomemos en serio este nivel educativo, hagamos los cambios necesarios y lo pongamos al nivel que el siglo XXI requiere. Podremos debatir sobre el tema, pero no es posible que se carezca de política pública al respecto. La educación de personas jóvenes y adultas es una política social profunda, que puede cambiar radicalmente una vida, que apunta al centro de dolores e injusticias y que, por lo mismo, urge tomar en serio. Urge, entonces, que hablemos como adultos.
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Imagen: senduitama
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CARLOSCORDERORIELOFF
Don Carlos, colega, que bueno leerlo la verdad que hace mucho no me metía por aquí pero me encantaría mantener contacto con ud. en que anda?
saludos cordiales
Carlos
carlos-garrido
Estimado, acabo de encontrarme con su columna. Es bueno saber de usted después de tanto tiempo. Me parece sumamente importante lo que planteó en esta columna. Efectivamente, hasta el día de hoy la educación de adultos sigue en tierra de nadie, como si fuera un apéndice mínimo. En realidad es necesario repensar el concepto, como también diseñar y desplegar políticas públicas que efectivamente permitan mejorar su labor.
Saludos cordiales.