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Una sociedad docente para una educación de calidad

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En educación hacen falta nuevos enfoques y nuevas acciones. Sobretodo si la economía y la sociedad se encaminan hacia lo que se ha denominado la “sociedad del conocimiento”. Para hacer este tránsito necesariamente debemos tener una educación de calidad, la que no se logra sólo con un mayor presupuesto y una buena estructura del sistema escolar, ambas no obstante, indispensables. Ella necesita, además, que los directamente involucrados (profesores, estudiantes y familias) estén realmente motivados y tengan la disciplina, el rigor y la responsabilidad para llevar adelante las metas educacionales. Ello es condición necesaria, pero no suficiente.

A lo anterior se debe agregar, como ha sucedido en los países exitosos en este empeño, que el conjunto de la sociedad (escuelas, medios de comunicación, empresas, sindicatos y gremios, comunidad vecinal, familias) se constituya en actor del proceso educativo. La sociedad es el contexto dentro del cual existe y actúa el sistema escolar. Si ese contexto fuese funcional a las expectativas de una educación de calidad podríamos hablar de una sociedad docente.

 

Para lograr esa funcionalidad la sociedad ha de seguir un camino activo, probablemente largo, ya que ese estado no es producto de un regalo casual sino de un proceso deliberado y complejo. La educación no es un sistema independiente que pueda correr por carriles autónomos. Está inserta en la sociedad, depende de ella, repite sus rasgos fundamentales. Pero, a su vez, la educación ejerce una influencia sobre el conjunto social. Es influida por ese conjunto e influye sobre el.

 

Es la interrelación de los fenómenos sociales la que hace de una sociedad un sistema propiamente tal. Ello significa que la educación puede influir positivamente en el desarrollo social y que los otros ámbitos u órdenes sociales puedan influir en la educación. Es por ello que se puede hablar de una “sociedad docente”. Tal expresión significa que los otros subsistemas (ámbitos u órdenes) sociales pueden ser funcionales (puedan facilitar) al logro de los objetivos del sistema educativo. Naturalmente que estas influencias recíprocas no se reflejan inmediatamente en la otra parte cuando ocurre un cambio en una de ellas. Existe un cierto desfase mayor o menor según sean las características de la sociedad de la cual se trate, lo que suele provocar tensiones y conflictos. En educación especialmente los cambios se reflejan en la sociedad en el mediano y largo plazos. Y con los cambios en la sociedad suelen ocurrir lo mismo dada la conocida inercia del sistema educacional.
 

Un ejemplo de la interrelación entre los distintos ámbitos de la realidad social con la educación es el deporte. No como elemento del curriculum escolar sino como parte fundamental de la vida social extraescolar. El deporte como práctica de todo el universo infantil y juvenil y de la mayor parte del adulto. El es en sí un instrumento relevante para la formación del carácter y del espíritu de colaboración de los individuos entre sí. Es, además, una praxis que aumenta la capacidad de concentración mental de los niños y jóvenes, lo que mejora su capacidad para el aprendizaje escolar. La práctica universal del deporte en una sociedad eleva sus índices sanitarios positivos. Cada individuo es más sano tanto física como mentalmente con la práctica deportiva. Y la buena salud de profesores y estudiantes es, naturalmente, otra condición necesaria para una educación de calidad.

 

Un enlace virtuoso entre deporte, salud y educación es necesario para tener una educación de calidad. La disciplina personal y con alta motivación de logro profesores y alumnos se necesitan para avanzar hacia esta meta. La una y la otra se pueden introyectar en los niños y jóvenes a través de la actividad deportiva.

 

Otro campo, más obvio que el deporte, que ilustra el concepto de sociedad docente es el arte y la cultura en general. Las instituciones como las bibliotecas, los museos, los teatros, el cine (si buenas películas), los coros, las orquestas, las exposiciones, las conferencias, los seminarios extra universitarios, etc. son también poderosos ambientes de educación informal que constituyen parte del bagaje total de la sociedad docente.

Un ámbito muy descuidado en la formación de niños y jóvenes, aunque decisivo en ella es el del ocio, la entretención.
 

Los niños y jóvenes incorporan normas y conductas aprendidas en su tiempo de ocio que comparten con sus pares. La influencia de éstos en su formación, en su conducta, en sus decisiones es muy relevante.
 

Si el tiempo de ocio transcurre principal o exclusivamente, en la calle, la mala televisión y el “carrete” nocturno como suele ocurrir, las escuelas se transforman en multiplicadoras de las normas y conductas hostiles al trabajo escolar. Por ello encontramos actualmente en las escuelas violencia (que incluye agresiones a compañeros y profesores), drogadicción, robos y otras conductas delictivas. Si el tiempo de ocio se utilizara en deportes, arte y cultura, convivencia familiar, actividades comunitarias otras serían las conductas y los valores escolares que estos niños y jóvenes podrían aportar a su educación formal. Actividades solidarias en las comunidades, por ejemplo, podrían proveer valiosos contenidos de sociabilidad al ocio de niños, jóvenes y adultos.
 

Otro ámbito de importancia para configurar una sociedad docente es la empresa, institución que en la economía del conocimiento tiende a convertirse en un centro de aprendizaje, innovación y cambio tecnológico. La investigación y la incorporación de valor-conocimiento en la producción industrial, minera, agrícola y el sector servicios es de la esencia de la economía moderna. Por ello la interacción de empresas y universidades se ha convertido ya en las economías avanzadas en importante. El concepto de sociedad docente implica que como parte de esta interacción los adultos puedan y deban volver en diversas etapas de sus vidas a las aulas.
 

En nuestro país, se necesita en educación, en salud y en el resto de las responsabilidades del Estado avanzar mucho tanto en gestión como en la productividad de la fuerza de trabajo. También en una adecuada remuneración y dignas condiciones laborales. Sin embargo, es necesario insistir en que sin estudiantes con disciplina (conductual y mental) y motivación por el estudio no es posible una educación de calidad. Profesores y estudiantes con fuerte motivación, rigor mental y disciplina en la acción pueden obtenerse sólo con el concurso de lo que hemos llamado la sociedad docente. Ello no se logra solo con el manejo de variables internas al sistema educacional, ya que la sociedad con su cultura y sus normas actúa sobre los individuos y los producen en tanto que individuos sociales dotados de una cultura. Si ello es así nuestras escuelas siempre serán como sea la cultura de nuestra sociedad. El cambio en ellas debe acompañarse con el cambio de ésta. Todo lo anterior debería elevar el prestigio social de la profesión docente.
 

Un ejemplo claro de lo que no se debe hacer en materia de sociedad docente es gran parte de la programación de la televisión abierta en Chile, incluyendo sus largos noticieros y la mayoría de sus programas. La TV es el medio de comunicación social al que los chilenos (los escolares y sus padres) están expuestos más horas al día y el que tiene mayor capacidad de penetración en la formación de actitudes y en el conocimiento del medio social. Es obvio que los programas de la televisión abierta no alientan ningún reverdecer ateniense en nuestra polis. En este ámbito hacen falta nuevas ideas.

En esta primera aproximación conceptual el autor procura hacer un aporte preliminar al calor de la agitada preocupación nacional en torno a la educación de calidad. El concepto de “sociedad docente”, así entendido, no se ha mencionado en el actual debate. Conviene, sin embargo, tenerlo en consideración.

 
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Foto: elquintopoder
 

 

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