Según la Real Academia de la Lengua Española, ordinario alude a “común, regular y que sucede habitualmente” y también algo “vulgar y de poca estimación”. En uno u otro sentido creo que este concepto polisémico es el que mejor expresa las propuestas de la cual nos hemos enterados estos últimos días. La primera, en el tono coloquial que guía el debate público, y la segunda, seguramente es la que predomina en el lenguaje habitual (ordinario) de los jóvenes que luchan por una mejor y más justa educación.
Hemos sido testigos de la presentación pública de dos reformas significativas según las autoridades gubernamentales que convergen en priorizar la educación. Primero – y sólo horas antes de la exitosa convocatoria de los estudiantes – el Ministro Beyer exponía la estatización del CAE y la rebaja de la tasa de interés del mismo, y sólo ayer la primera autoridad del país nos expresaba en cadena nacional, los principales aspectos de una eventual reforma tributaria cuyo principal objetivo sería recaudar recursos para la educación.
Vamos al fondo del asunto ¿Qué es lo que realmente cambia esta reforma? En realidad muy poco. Mientras los estudiantes claman en las calles por gratuidad y fin del lucro, las autoridades responden con un arreglo cosmético, concibiendo a estudiantes y sus familias como meros consumidores que se alegrarán con el ofertón de su tarjeta de crédito educacional. Y lo que es peor: el modelo queda intacto. Ninguna referencia a cómo fortalecer la educación pública, o a cómo eliminar el lucro de las instituciones educativas. Tampoco sobre un nuevo sistema de acreditación que permita transferir recursos sólo aquellas instituciones privadas de educación superior que demuestren no sólo infraestructura adecuada, sino un cuerpo docente con estabilidad laboral y méritos académicos. Se elude también la propuesta estudiantil de que el Estado se involucre la educación técnico-profesional (partiendo por recuperar el INACAP por ejemplo), ni se menciona siquiera la desmunicipalización o el segregador financiamiento compartido.
Como podemos apreciar, no hay cambios estructurales. Sólo medidas de corrección de mercado, muy lejos de las demandas mayoritarias de los chilenos que reclaman que el Estado se haga cargo de una vez por todas de sus establecimientos, ya sean de educación básica, media o universitaria en forma preferente y prioritaria. No es posible la total indolencia de las autoridades hacia la educación estatal, la vía más próxima para reducir la desigualdad social. Es una paradoja cuando se dice por parte del Gobierno que hay universidades públicas – sobre todo regionales – de mala calidad, como si el problema no los involucrara de manera directa. Ellos son los propios responsables de la situación.
También llego la hora de diferenciar a los planteles privados, y no por actual vector, de miembros o no del CRUCH. La diferenciación debe estar dada por lo que los expertos llaman “Universidades Complejas”, es decir, aquellas que aparte de docencia realizan investigación y extensión. A eso, yo agregaría que seleccionen mediante PSU, y obviamente no obtengan lucro alguno por sus actividades. Sólo instituciones que cumplan con estos requisitos deberían optar a recursos públicos. Aquellos que ven la educación como un negocio o factoría de recursos humanos no deberían obtener ni acreditación ni recursos del Estado.
¿Y cómo ayuda en estos propósitos la reforma tributaria anunciada? De ninguna manera. Al contrario, el propio Director de Educación 2020, Mario Waissbluth, señala que ésta provocará un “apartheid educativo”: con el incentivo a pagar y descontar impuestos se provocará mayor desigualdad y segregación.
Entonces no hay nada que celebrar con los anuncios gubernamentales. Es más de lo mismo. La agotada fórmula de proteger el lucro y a las minorías más ricas predomina otra vez, en lugar de cambiar el paradigma y caminar hacia modelos de la mayoría de los países desarrollados (que tanto dicen admirar) en donde la educación pública gratuita es el eje del bienestar social, y el mundo privado colabora en ese norte con sentido público. Sólo cuando caminemos hacia esa ruta empezaremos a vislumbrar no un cambio “ordinario”, sino uno profundo.
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Angélica Gordillo C,
Me parece que la situación que se refleja en el escrito no es exclusiva de Chile, lamentablemente creo que es un mal que aqueja a la mayoría de los países latinoamericanos y lo digo por mi país, México. El cáncer en la educación radica en polarizar la educación, polarización que se da por la disposición de los recursos que posee cada consumidor y no por las capacidades y méritos que pueda tener cada estudiante y universidad. En esta tónica, los estudiantes y sus familias no solo deben demandar al Estado gratuidad y laicidad, sino también calidad educativa. Creo que el camino que tenemos por delante los países latinoamericanos para salir de este abismo al que nos han llevado unos cuantos aún es largo, sin embargo, es claro que el Estado no cumple con el pacto para el que fue designado por nosotros. Una vez más la educación solo es manipulada en discursos políticos para ganar votos y llevada a los reflectores para ejercer acciones esporádicas y superficiales que no arreglan de raíz los verdaderos problemas. Saludos y abrazos miles 🙂
jUAN ENRIQUE
Efectivamente, nada que celebrar, y el concepto..correcto!. Muy buen artículo que marca claramente que la derecha «jamás» irá más allá de sus propios interses cuidando el modelo. Su «ordinario proyecto» obedece solo al oportunismo político con el propósito de bajas los decibeles impuesto por las crecientes manifestaciones de la gente que cada día acrecienta más su descontento. Espero y deseo fervientemente que la Concertación realmente se desmarque de la derecha, retomando las viejas justas banderas que antaño los chilenos apoyaron, más democracia, más libertad, nacionalización de nuestras riquezas naturales, sistemas sociales a cargo del Estado (salud, previsión, educación). Démosle la oportunidad de darle mayoria en TODAS LAS SIGUIENTES ELECCIONES, solo así podremos lograr cambios democráticos. Caso contrario, nos empujarán Y ESTAREMOS OBLIGADOS A BUSCAR CAMINOS DE SOLUCION ALTERNATIVOS.