Durante la jornada del jueves 9 de junio 2016), en las protestas de Santiago donde un grupo de encapuchados ingreso al templo de la Gratitud Nacional, saqueando y destruyendo una imagen de Cristo crucificado, fueron surgiendo al paso del día una enorme cantidad de comentarios, por un lado aminorando la destrucción de la imagen de yeso y poniendo de realce la demandada estudiantil y, por otro lado (los más) escandalizándose por la profanación de la imagen religiosa.
Escuchamos durante todo el día comentarios que partieron desde el nuevo Ministro del Interior, pasando por los obispos de Santiago, las declaraciones de los dirigentes estudiantiles, un cura con cierta rabia extraña (tratando a los saqueadores de CTM en un diario popular) y llegando a los comentarios del jesuita Felipe Berríos y de un ex jesuita Luis García-Huidobro, que se encuentra cuestionado por su participación en algunos conflictos mapuches.La esperanza es la que ahora nos queda, cuando destruían al Cristo, unos de los encapuchados peleaba por detener a los demás sin obtener resultado, pero esto refleja que no es tarde, que aún es tiempo.
Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿qué está pasando? No solo con la destrucción del Cristo, sino con las distintas declaraciones que han surgido a partir del hecho. Lo que se puede observar es la variación de imágenes que, a mi parecer, van revelando un país dividido en sus convicciones, tanto valóricas –refiriéndome al respeto- como religiosas, y en un país que parece estar en pie de guerra al momento de manifestar un derecho.
Cuando vemos un país quebrado en sus valores, debemos reconocer que el quiebre ha comenzado desde la experiencia social más íntima que puede tener el hombre en su desarrollo: la familia. Hoy muchos padres y madres se encuentran marginados del deber o derecho de educar a sus hijos. Esos jóvenes que ingresaron a la Iglesia, y que seguramente son los que han causado todos los demás destrozos en las protestas de manera repetitiva, son los que hoy exigen, aparentemente, respeto por su derecho a estudiar, respeto que solo hoy queda en el margen del aprovechamiento de un bien para sí mismo, o sea, “destruyo a los demás para que me respeten a mí”.
Por otro lado, vemos a dos jesuitas, uno condenando el acto, y el otro justificándolo. Berrios creo que acertó en esta oportunidad en su declaración. Pero García-Huidobro creo que se ha desviado en lo fundamental del desarrollo humano social. Precisamente me agarro del ejemplo que entrega: “al territorio mapuche se lo hacen, que se lo hagan a los católicos…” “si Cristo lo hizo, hagámoslo también” parafraseándolo en sus dichos. Creo que cabe de cajón su error, ya que precisamente deja como conclusión que la cancha se emparejó frente a injusticias que sufre el pueblo mapuche en la actualidad. Recurro a la primera impresión que nos dejó el hecho: ¡está mal esto! ¡Ambas cosas están mal! Cristo en el templo no saqueó, sino que sacó lo que estaba mal, lo que no correspondía a la consciencia del ser humano y de Dios, sacó el abuso contra los pobres, no el consuelo que el templo le producía a los que iban a él.
La imagen nos deja su conclusión, necesitamos manifestar el verdadero respeto por los demás. Las familias necesitan comunicar a sus hijos los valores fundamentales de la consciencia humana, no solo se debe condenar a estos jóvenes, sino también a las familias que han dejado de lado a sus responsabilidades.
La esperanza es la que ahora nos queda, cuando destruían al Cristo, unos de los encapuchados peleaba por detener a los demás sin obtener resultado, pero esto refleja que no es tarde, que aún es tiempo. Hoy Dios ha permitido que nos demos cuenta que Chile está dejando de lado asuntos fundamentales para su desarrollo: familia, valores, formación humana, formación social, formación cívica, fomento de los derechos y deberes, etc, o simplemente veamos las imágenes para darnos cuenta.
Comentarios
11 de junio
Que profundas palabras. Esta imagen del Cristo roto es muy profunda y ciertamente significa eso. Que la imagen de Cristo en nosotros está rota, quebrada, desfigurada. Yo no sería tan tajante en señalar que los autores de este hecho luchan por algo, no lo sabemos, solo podemos inferir que precisamente lo que les falta es educación. Cristo también lo libera y lo salva. La oveja por quien dejaría todo es ese joven quien junto con asumir sus responsabilidades necesita reconstruir la imagen de Cristo en él. Como pastor no sea tan severo. La justicia y la misericordia van de la mano.
Gracias por hacernos pensar un ratito en una iglesia profética y misionera.
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