#Educación

Una historia que se repite y lo seguimos permitiendo

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Siempre fui callada en el colegio, era la menor de mi curso. Me sentaba a observar cómo se comportaba el resto. Recuerdo que descubría que profesora estaba triste o que compañera tenía problemas con solo observarla. Desde niña aprendí a leer los gritos silenciosos que das cuando te hacen daño y no sabes cómo decirlo.

Mi madre nunca me creyó. Debe haber sido doloroso pensar que quien te ama le hace daño a tu hija. Mi abuela siempre supo, yo nunca le dije. Me tenía con ella los fines de semana y con mucho amor me decía lo que yo no podía permitir que me hicieran. Sus palabras me mostraron lo que me estaba pasando.

En mi infancia fui abusada por el que era el pololo de mi mamá, yo le llamaba papá. Los momentos que recuerdo eran sutiles, sin violencia, a escondidas, cuando ella no estaba o cerca de ella sin que lo notara. Recuerdo que cuando me negaba él me recordaba lo importante que mi mamá era para mí, que si yo le contaba, algo le podía pasar o simplemente se podía quedar sin trabajo. Él además era su jefe.

Teníamos una cajita de los secretos, allí guardábamos todos nuestros momentos. Las cajitas son bellas para las niñas de 7 años. A medida que crecía me fui dando cuenta que los momentos que guardábamos en nuestra cajita no era lo normal entre un padre y su hija. Fue duro darme cuenta, él para mí era mi papá. Creo que eso fue cerca de los 10 años.

En el colegio nunca se dieron cuenta, o al menos no hicieron nada, imagino que era terrible pensar que estaba ocurriendo un caso de abuso sexual en el colegio de monjas más reconocido de Santiago centro. Es de rotos andar tocando a una niña y eso no pasaba en ese colegio.

A pesar de los 30 años que han pasado, esta historia se repite con recurrencia en al menos el 25% de los hogares chilenos. Niños y niñas aprender a ocultar lo que les pasa por miedo, miedo a las consecuencias, miedo a lo que les pase a ellos o lo que les pueda pasar a quienes aman.

"Se deben intencionar programas de Estado preventivos dentro de las escuelas que les enseñe a los estudiantes cómo se debe respetar su cuerpo desde muy pequeños. El no hacerlo nos vuelve responsables."

Es la escuela la que debe protegerlos cuando en la familia no son capaces.

Es necesario que en los establecimientos educativos aprendan a distinguir los gritos silenciosos que dan esos estudiantes. Dejemos de naturalizar los actos de violencia y abuso que ellos están sufriendo. Los niños por naturaleza son alegres, inquietos y sin miedos. Si un niño o niña es callado, agresivo o buscar estar solo, algo le está pasando y son los adultos que tiene a su alrededor los que deben ser capaces de averiguarlo.

Existen protocolos que orientan a los docentes y profesionales de la educación a cómo actuar cuando un estudiante es víctima de abuso o violación, pero ¿hay que esperar a que los niños y niñas sean abusados para desplegar los dispositivos necesarios? Sabemos que hacer como medidas reparatorias, pero es ambigua la educación sexual preventiva en los niños más pequeños.

Se deben intencionar programas de Estado preventivos dentro de las escuelas que les enseñe a los estudiantes cómo se debe respetar su cuerpo desde muy pequeños. El no hacerlo nos vuelve responsables.

Tenemos que dejar de ser cómplices de los miles de delitos que ocurren en este país a diario, esto no da para más.

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