La democracia universitaria es una de las consignas del movimiento estudiantil que se relegaron de manera un tanto involuntaria ante demandas más publicitadas y avisadas como la gratuidad y la calidad de la Educación. Dicha relegación responde a que no toda la comunidad tiene alguna opinión fundada sobre el asunto en particular y que paradójicamente, se planteó como unos de los pilares del nuevo Sistema Nacional de Educación Superior propuesto por el Gobierno. Mas la alarma no debe ser negativa sino que tiene que apuntar a fundamentar esta demanda histórica y dotarla de la importancia que le es propia.
Las críticas ante la demanda por democratizar los espacios de decisión universitaria han sido variadas. Desde que los estudiantes no están capacitados técnicamente para tomar decisiones de largo plazo hasta que los mismos son aves migratorias que luego de ciertos años, la relación con la administración se torna a la nulidad debido al egreso de los estudiantes. Por lo que, las decisiones sobre el proyecto educativo de la Universidad y más aún, el mismo gobierno universitario, tiene que ser determinado por aquellos que sí ejercen dicha relación de largo plazo, es decir, académicos de alto rango.La Universidad debe ser entendida como la institución que concentra, mas no monopoliza, la discusión sobre la sociedad y de los pilares morales y técnicos de la sociedad y el hombre futuro. Y ante esta concepción es difícil de aceptar el abandono a un grupo minoritario y designado la discusión que le es propia a la Universidad como un conjunto.
Pero la Universidad no debe ser entendida como un cúmulo de recursos humanos, físicos y financieros que buscan otorgar un servicio a cambio de un arancel y otros pagos en donde la administración puede estar dada por las condiciones expuestas en el párrafo anterior. La Universidad debe ser entendida como la institución que concentra, mas no monopoliza, la discusión sobre la sociedad y de los pilares morales y técnicos de la sociedad y el hombre futuro. Y ante esta concepción es difícil de aceptar el abandono a un grupo minoritario y designado la discusión que le es propia a la Universidad como un conjunto. Por lo que, debemos empezar a abrir esos espacios a aquellas personas que la componen porque desde la misma ciudadanía podemos plasmar e imprimir en las instituciones lo que queremos ser en un futuro.
El gobierno universitario, por ende, debe ser compuesto por los integrantes de la Universidad sin dejar atrás a ningún estamento. El argumento de que el estudiante o el funcionario no están capacitados para tomar decisiones por el bien común es correspondiente a un mal entendimiento de lo que es una Universidad y subsume el rol social y público de la educación a los intereses particulares de las administraciones enclaustradas en una burbuja de superioridad y egocentrismo. Además, el estudiante y el funcionario son tan ciudadanos como el académico. Un grado académico de excelencia no asegura, bajo ningún precepto, que se posee la autoridad moral para decidir qué es lo que queremos construir como sociedad y más aún, prohibir que los demás se sumen para fijar los, tan difíciles de concretar, objetivos de largo plazo.
Las Universidades, en general, están optando a abrir esos espacios para organizar juntas consultivas y se venden como democráticas siendo que las instancias de consultas y participación de los estudiantes se reducen a opinar sobre proyectos que no son votados de manera colegiada. Por lo que el desplazamiento de los estudiantes y funcionarios es evidente, la democratización no es participar de manera consultiva e informativa sino que la democratización tiene un componente resolutivo y éste es el ingrediente clave para dar el primer paso para que la Universidad cumpla los fines públicos que se le encomienda.
Ahora bien, bajo la lógica que se plantea este discurso, no es irreal pensar que en muchas instancias los sesgos partidistas e ideológicos estarán presentes y que se podrá cerrar las instancias de participación a un puñado de ideas que pueden no representar a la ciudadanía en su conjunto, pero los vicios y las grandes trampas de la democracia se pueden únicamente superar mediante el mismo ejercicio democrático pero más amplio y participativo, abriendo las puertas a nuevas concepciones siendo el Sistema Nacional de Educación Superior el único garante de que esto suceda fiscalizando de manera activa.
El debate se torna más necesario que nunca, en primera instancia por el pronto inicio del trámite legislativo del nuevo Sistema Nacional de Educación Superior y en segunda instancia porque estamos en momentos decisivos en nuestro país para la cimentación del Chile que heredaremos a las próximas generaciones.
Comentarios