Los establecimientos de educación superior a la fecha se han multiplicado exponencialmente, entonces la idea de velar por la calidad de la enseñanza en ellos ha sido el tema recurrente, si se prefiere, una estandarización para ver que todos manejen un lenguaje idóneo de cara al mundo profesional.
“Conocer es poder”.
(Francis Bacon)
Los dos problemas de los productos de la educación en Chile: el medir y el no medir, entran en la disyuntiva shakespeareana clásica y sobre el medir. Se pregunta qué se mide, si la cantidad, si la calidad o los resultados. Si se asume que en las últimas décadas el entendimiento de universidad ha mutado a ser un templo de silencio en el cual el conocimiento es “aprendido”, la crítica es dejada bajo la cama y lo que importa es solamente la legitimación a partir de un título (como cual era el mayorazgo y el reconocimiento nobiliario en el Chile colonial y del período de emancipación). Entre mallas enchuladas, cursos sobre “liderazgo”, técnicas de marketing y el ofrecer lo que la gente quiere comprar, es que el rol público de las universidades en tanto al servicio de la sociedad se difumina, lo mismo que su incidencia en el debate público. Esa causa de la idea de enriquecimiento material y empobrecimiento espiritual que devino con la “reforma” educacional de los ’80 es que las universidades son fábricas de profesionales, lo que asestó una puñalada a la academia y a que “debe estar al servicio del país y sus necesidades”, el cliché tras el discurso de Bello en la re-re-fundación de la colonial Universidad de Chile. Los establecimientos de educación superior a la fecha se han multiplicado exponencialmente, entonces la idea de velar por la calidad de la enseñanza en ellos ha sido el tema recurrente, si se prefiere, una estandarización para ver que todos manejen un lenguaje idóneo de cara al mundo profesional.
El gremio de los médicos parece ser el único que no está sometido a la pregunta por la medición o no de sus pericias y los titulados que se desempeñan/desempeñarán para el servicio público o privado, sino que está en el punto de re-definir sus criterios de evaluación, puesto que ya existe un examen que intenta establecer estándares de conocimientos idóneos que debe manejar un médico. Algo que es esencial en cualquier sociedad por el rol clave que poseen los dotados con la técnica hipocrática, luego de un arduo periplo de estudios. Sin embargo, en el último tiempo ha habido problemas con esta forma de examen, tanto por la filtración de preguntas del EUNACOM 2012, que condicionó una serie de irregularidades en la evaluación como también con su estructura y uso indiscriminado por escuelas de medicina como instrumento de marketing. Sobre este último punto, el hecho de crear rankings entre universidades no toca el tema de la calidad, puesto que ese índice no depende tan solo del resultado de una prueba. Sobre su estructura, el proceso que sigue la selección de preguntas es totalmente arbitrario, desde una discriminación de los asesores que son especialistas hasta la afinación final del director del EUNACOM, que es quien tiene la última palabra. Insólito, parece jugar el mercado aquí en una u otra forma, sin embargo, sobre este tema, habrá más que escribir.
Los médicos pueden discutir sobre un instrumento de preguntas-respuestas que ha sido aplicado de manera sostenida en el tiempo y que es imprescindible para lo que implica la salud en un país. No obstante, hay carreras como la abogacía, la enfermería, la fonoaudiología, la kinesiología, la terapia ocupacional, la psicología, la ingeniería, la arquitectura e incluso, la docencia, que requieren de la panacea de la medición para reconocer dónde está Chile en materia profesional y cuán idóneos son los centros de formación de los titulados del mañana. A ello también se suma la importancia por la vocación pública que muchos de ellos tengan al momento de ejercer sus conocimientos. Sobre los abogados, la necesidad de constatar si los egresados de derecho poseen los conocimientos y destrezas básicas para enfrentarse y resolver adecuadamente un asunto de relevancia jurídica. La práctica profesional no significa que ellos están siendo examinados, es más, ese es un paso más para adquirir el título, que tenga una relevancia material es irrisorio. La cantidad de abogados existente, considerando el centenar de escuelas de derecho a lo largo del país es una locura, es algo que también decrece la calidad de la administración de justicia.
Los otros gremios de la salud, al igual que lo que se ha llevado a cabo en el de los médicos, claman por índices que permitan hacer una revisión de los profesionales que van llegando al campo laboral. Entre ellos, el de los enfermeros el que tiene un trabajo de bases más avanzado, llegando incluso a dialogar con el ministro de salud, aunque, todavía no es suficiente. Muchos de los profesionales de la salud se desempeñan en el servicio público, y es el manejo de conocimientos idóneos el que puede mejorar –incluso en una mínima proporción- el sistema.
Especial ímpetu dirigiría en el plano docente, que al final del día, es el corazón de las controversias en el plano de la educación. Una evaluación profesional, psicológica, vocacional y de contenidos, resulta necesaria a la hora de sentarse a discutir sobre temas de reformas más profundas.
Sin perjuicio de lo anterior, existe un vicio, y es el constante reforzamiento, que se vería como otra herramienta de marketing, como ya lo hicieron los preuniversitarios con la PAA/PSU hace ya más de unas décadas, algo que no es malo, pero tampoco bueno. Otro ápice del lucro en la educación, que es posible de subsanar en el caso de pensar en este instrumento que haga avanzar al país.
Comentarios
12 de febrero
Como colega tuyo puedo afirmar que la gran cantidad de abogados en país, ha influido en la decadencia del sistema judicial. Dudosa capacidad e inteligencia para ejercer la profesión de muchas Ues (privadas y tradicionales). Y sólo por mencionar, las universidades que ofrecen nuestra carrera en su gran mayoría no se dedican a una nivelación cultural de los novatos eb primer año.
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