Cierta vez, conversando con un profesor ya jubilado, le hice la sugerencia sobre el hecho de probar metodologías diferentes para que los niños pudieran adquirir la lectura, puesto que a la gran mayoría este proceso les estaba tomando más tiempo del presupuestado y generaba dificultades, sobretodo en el manejo de la frustración que en ellos se veía. La respuesta no se hizo esperar: “tranquilo tú, yo llevo más de veinte años enseñándoles con el silabario y al final todos aprenden”.
Sugerencias, metodologías innovadoras y material concreto se archivaron por un segundo en la memoria mientras caía el insight: ¡más de veinte años haciendo lo mismo!, sabiendo que en esa cantidad de tiempo muchas cosas cambian, por ejemplo, la forma de entender el mundo por parte de un niño…el resto de la historia ya se las contaré, pues parto este texto queriendo compartir esta experiencia, algo que sucede a diario y que choca con las prácticas que se vuelven rutinas.
Somos animales de costumbres, dicen por ahí. Está bien, pero nuestra principal costumbre debiese ser que estamos en constante cambio; no por haber hecho algo bien una vez, debe convertirse en un dogma. Si lo articulamos con lo que sucede con los directores o cómo aprende la gente o, quizás, cómo una flor se transforma, llegamos a la conclusión de que todo es cambio permanente, pero es fácil asustarse con lo novedoso. O tal vez es difícil conjugar la subjetividad, lo que nos imponen las instituciones y, los mecanismos sociales y de poder que surgen en la interacción cotidiana, quizás nos cuesta romper con esas fronteras invisibles que delimitan nuestro actuar: el atreverse a lo novedoso y el poder romper esquemas, ya que es ahí donde surge el aprendizaje, al romper con lo que se sabe. O en palabras de Piaget: en asimilar y acomodar la nueva información, haciendo que nuestro intelecto aumente hacia e infinito.
Los estudiantes con quienes trabajamos se nutren día a día de nuevas experiencias, tal como lo hacen las organizaciones, sabiendo que el funcionar como sistemas implica el poder interactuar, tantear lo novedoso, hacer que la ingenuidad y la curiosidad innata que tiene el ser humano surja para crecer y construir nuevos cambios.
Aceptar los cambios implica asumirse como un ser que crece en el error, porque ¿qué aprendizaje no traspasa ese límite? ¿Qué aprendizaje no comete, en términos futbolísticos, un off side? Todos o casi todos. Ese director de escuela que busca que su colegio mejore, esa mamá que en sectores rurales se preocupa de que su hija vaya a clases independiente de las distancias, ese joven que cruza la ciudad en una micro atiborrada de gente por las mañanas o ese profesor que quiere instalar en sus estudiantes la idea de un futuro mejor, ¿qué será lo que tienen en común? Más allá de la impresión que puede quedar en nuestras emociones, es que vivimos con la idea de que las cosas pueden ser mejores, pero sólo lo serán si se realiza un trabajo colaborativo, de construcción en conjunto, pues así todos ganamos.
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Foto: Chile Ayuda a Chile / Licencia CC
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Viviana Reyes.
Para mi opinión lo que hace falta en educación actuales implementar metodologías contextualizadas, para el logro de grandes resultados.