Supongamos que todos los supuestos son ciertos. Muchos de los nuestros y nuestras, a esta alturas, estarían mas que complacientes y muchos estarían viviendo una fantasía. Empero, los cambios estructurales requieren simultáneamente abordar otro tema que necesariamente hay que abordar: El aprendizaje.
Supongamos que el Estado es Estado y no Estado privatizado. Supongamos que la televisión pública no se rige por los patrones del mercado y da cobertura especial a los cambios estructurales que el país necesita y a programas que respondan a los interés de nuestros niños. Supongamos que el Banco Estado no compite en el mercado con las mismas lógicas de los bancos privados y que tiene en oferta $3000.000.000 en créditos con tasa de interés preferencial del mercado para innovadores culturales y educativos y nuevos emprendimientos. Supongamos las universidades públicas o las universidades estatales con presupuestos propios, y respondiendo a nuevos requerimientos relacionados con la neurociencias, sin necesidad de postular a fondos privados o públicos, así también para desarrollar sus líneas investigativas de manera distintas que las universidades con fines de lucro.
Supongamos que las escuelas primarias y secundarias administradas por distintos credos religiosos no segregan a los alumnos, y que seleccionan a los postulantes , sin tomar en cuenta el estado civil de sus padres y sin considerar la capacidad de pago, y mucho menos del lugar donde viven. Supongamos que las escuelas no existe el co – pago y que las escuelas no lucren y que son inclusivas. Supongamos que existe la gratuidad universal. Supongamos que las escuelas públicas forman parte del Sistema Local y del Sistema Nacional de la Educación Pública.
Supongamos que el SIMCE se ha transformado en un prueba nacional referencial, cada cuatro años y que además de medir conocimientos, mide habilidades, destrezas y a su vez detecta potenciales talentos. Supongamos que la PSU haya sido cambiada por pruebas diversas que midan competencias correlacionadas con las demandas regionales y nacionales de presente y futuro.
Supongamos que todos los supuestos son ciertos. Muchos de los nuestros y nuestras, a esta alturas, estarían mas que complacientes y muchos estarían viviendo una fantasía. Empero, los cambios estructurales requieren simultáneamente abordar otro tema que necesariamente hay que abordar: El aprendizaje. Pues, estamos en el siglo XXI, y la comprensión del cerebro o las ciencias del cerebro se han desarrollado, en los últimos veinte años, más, de lo que ha acontecido en los últimos 5000 años. Además, la escuela no es el único ambiente de aprendizaje, existen otros ambientes tan significativos y actualizados como lo que entregan las Tecnologías de la Información y Comunicación vigentes. También el acceso a videos juegos y simuladores no son de uso exclusivos. En pocas palabras, están dadas las condiciones de establecer un nuevo paradigma desde el aprender y un curriculum conectado con cada cerebro.
Por tanto, debemos conjugar el verbo calidad, en la educación, desde otra óptica, desde la mirada de los niños y niñas de hoy, especialmente centrado en el alumno, con sus nuevas particularidades: hipertextos; hiperactivos; horizontales; tecnológicos; lúdicos; aprendiendo de los errores y en definitiva, con nuevos diseños y desarrollos neuronales. Se debe considerar el medio ambiente o el aprendizaje situacional, en donde experimente lo que aprende y tomando en cuenta todos los ambientes de aprendizajes en que se encuentre. La escuela y los profesores, una vez liberados de las cadenas y candados que fueron sometidos por las pruebas nacionales, deben cumplir con otros roles y tareas, interviniendo en el curriculum para conectarlos con los entornos regionales y re- encantando la escuela desde la emoción del aprender. Y principalmente, debemos como sociedad concebir nuevos fines de la educación que den cuenta el para qué hemos nacido, apuntando hacia la felicidad.
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